I.XVII

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Me encontraba en la biblioteca, buscando un libro de herbología para la próxima clase de botánica que Caspar y yo habíamos preparado. También quería el libro para intentar una cosa, para el plan. Tal vez, si encontraba la receta para preparar los acónitos azules, que la señora Lands nos había enseñado a plantar.

-Perdoné - le llamé la atención a la bibliotecaria, una señora bastante mayor, con los ojos entelados, grisáceos. Pronto tendrá cataratas, pensé- ¿El apartado de herbología?

-Oh... ¿que veo aquí? Una estudiante nata - A ver, jovencita. Sígueme.

Seguí a la señora, que tenía un cuerpecillo pequeño pero que se movía con nerviosismo. Al final, llegamos a un pasillo numerado.

-Todo lo de herbología esta siempre en el pasillo ocho, estantería cinco. Así a la próxima ya lo sabes - antes de irse, me guiñó un ojo. ¿Qué quería decir? Espera un momento... Me situé a un lado de la estantería y empecé a contar. Uno, dos, tres... HERBOLOGÍA PARA PRINCIPIANTES. Un repaso rápido a todas las hojas del tomo fino que había cogido. Nada.

¿Y si...? Volví a situarme en el lado de la estantería. Empecé a contar todos y cada uno de los libros, repasándolos con el dedo índice. Uno, dos, tres... treinta y cinco.

Saqué de su lugar un gran libro, polvoriento y de color marrón. Ocho, cinco, tres, cinco, dos. Abrí el libro por la que supuse que sería la segunda página. Estaba en blanco. Entonces, me desplacé hasta el segundo capítulo del libro.

- ¡Ajá! - grité de la emoción. La señora me regañó y me disculpé por hacer ruido. ¡Había encontrado lo que necesitaba! - Esto. Estaba. Chu-pa-do - dije en voz baja, vitoreándome a mí misma.

Cogí el libro, y me lo llevé.

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Edric y yo estábamos a punto de salir por la puerta de su habitación con las túnicas puestas, pero esta vez, yo llevaba la capucha roja.

- ¿Crees que va a funcionar? - me preguntó el rubio cenizo.

- ¿Confías en mí? - le dije, con una mano en el pomo de la puerta.

-Te estoy confiando mi vida - me sonrió - Y no me arrepiento - acto seguido, me besó la cabeza.

-Salgamos de aquí - dije en un suspiro.

Salimos por la puerta, y desaparecimos por el bosque, que era parte de la academia, aunque quedase lejos. La suerte estaba echada y todo dependía de esto.

Lo puse todo en su lugar. La fogata estaba hecha, justo en el epicentro del Stonehenge, la pizarra cubierta por una sabana, y todas las pruebas a mi resguardo. Edric me cogía la mano, y estaba situado a mis espaldas. Sentía su mano fría, el pulso bajo. Estaba tan nervioso como yo. Si esto salía mal, podíamos decirle adiós a nuestra libertad.

Poco a poco fueron apareciendo, y aunque se les veía algo confundidos, crearon el circulo, como siempre. Todos habían recibido la invitación.

-Bienvenidos - dije, con el simulador de voz, que Edric estuvo utilizando todo el tiempo que se hizo pasar por el encapuchado rojo - Os hemos reunido hoy aquí para algo importante; la verdad - el corazón me latía a mil. Me quité la capucha, y algunos soltaron un suspiro de sorpresa - No estamos a salvo en este lugar. Nadie lo está, pero nosotros podemos actuar a consecuencia.

Muchas de las personas que había allí, empezaron a quitarse la capucha, Caspar incluido. Él me asintió a modo de respeto, pues él también había sido parte del plan. Aunque después de que Edric le contase respecto a su emparenta miento, Cas no se lo tomó bien, pero finalmente decidió ayudarnos con el plan, siendo él el de la idea.

-Todo este tiempo han ocurrido cosas extrañas en este lugar... gente desaparecida, niños perdidos, etcétera. Este grupo, solo fue creado para conservar a la gente, y sacarnos de aquí- dije yo, muy segura de lo que estaba explicando, intentando sonar convincente - Pero él no es nadie para decidir quien vive y quién muere - empezaron a alborotarse, y yo a alzar la voz - Así es, ¡Ulrich está manipulándonos! Todavía no sabemos porque lo hace, o para qué, pero estamos intentando averiguarlo.

-Eso es absurdo - dijo uno de los chicos.

-No lo es - rebatió Edric - tenemos pruebas -. Cogió los trozos de periódico, y empezó a repartirlos entre ellos - Todas estas personas han desaparecido en este establecimiento.

-Pensamos que se trata de un crimen organizado - dije yo, quitando la sábana de la pizarra, dejando ver todo el proceso de la investigación.

-Esto no prueba que él haya sido - siguieron diciendo.

- ¿Para que los secuestraría Ulrich? - preguntó una chica.

-A eso es a lo que queremos llegar - dije - Como podéis comprobar en esas tres fotos, vemos a Ulrich, pero las fechas son muy diferentes. Ahí podemos ver una de 1897, aquí otra de principios de siglo, y esta última es de los cincuenta. Al principio pensábamos que se trataba de una línea de descendencia. Pero hablamos con Terrance, el conserje, y nos explicó lo que estaba sucediendo.

- ¿Y? Ese hombre jamás ha dicho nada.

-Ulrich le cortó la lengua, porque él estuvo muy cerca de descubrir lo que nosotros - esto causó un horrible silencio incomodo entre los allí presentes.

-Entonces, nos sucederá lo mismo... me voy, no quiero saber nada de esto - dijo un chico pelirrojo, y se fue con el que deduje que era su amigo.

-Yo solo quiero volver a casa - una de las chicas empezó a llorar desconsoladamente, y también decidió irse.

- ¡Esperad!¡No os vayáis! Estamos muy cerca de descubrirlo solo necesitamos vuestra... vuestra ayuda... - dije, rindiéndome, esto me estaba superando. ¿Qué pasaba si ahora se corría la voz? Estaríamos perdidos.

-Que más da, lo resolveremos por nuestra propia cuenta - dijo Caspar intentando consolarme.

Sólo quedábamos nosotros tres de todos ellos, y la noche se hacía fría.

-No solos - dijo una voz femenina que resurgía de entre la oscuridad. La cabellera pelirroja de Josephine nos amenazaba con descubrir - Me vais a necesitar.

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