Capítulo 28

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Alguien me zarandea por el hombro mientras susurra mi nombre con insistencia y el movimiento repentino me arranca lejos de los brazos de mi pesadilla para que, por instinto, mi cuerpo se levante totalmente alertado. Abro los ojos de par en par mientras me aferro al borde de la cama. Mi corazón palpita con desbordante aceleración, empujando mi pecho de arriba abajo por lo agitación. Mi madre me observa entre curiosa y preocupada.

—Lo siento, no debí despertarte de esa manera —se disculpa, quitando un mechón de mi frente—. Estás muy pálida. ¿Tuviste una pesadilla?

Llevo una mano a mi corazón, sintiendo los feroces latidos. Por inercia, me froto bruscamente los labios con las yemas de mis dedos, soltando jadeos de repulsión que traten de eliminar aquel sueño. Se sintió tan real que casi puedo sentir la calidez de los labios de Alek sobre los míos.

—El sueño más jodidamente real de todos, mamá —me quejo una vez me he calmado. Aprieto mis ojos, tratando de no recordar—. Gracias al cielo desperté.

Ella ríe.

—Trate de levantarte porque te oí gritas varias veces no.

No sabes cuánto te amo por hacerlo, mamá.

La luz de mi habitación está encendida y una gélida ventolina se cuela por la ventana semiabierta que, horas antes, había abierto para sentir la brisa sobre mi cara. Mi madre se cubre con su suéter y avanza hacia esta para cerrarla. Aún siento mis piernas temblar y no sé si es por el inesperado sueño o por el viento.

—Te venía a despertar también para preguntarte qué quieres de cenar.

Cubro mi boca por el bostezo que me transmite pensar en comida.

—Lo que tú quieras, mamá.

—De acuerdo.

Ella asegura la ventana y recoge mi mochila del piso para ponerla sobre una silla. No sé por qué me siento de manera extraña, como si mi corazón tratara de recordarme algo importante. Inconsciente de lo que sucede, pregunto como si nada:

—¿Qué hora es, mamá?

Mi madre toma mi celular que está en la mesita de noche para revisarlo y dice:

—Las ocho cuarenta y cinco.

La alarma de mi sistema pasa de verde a roja. El mundo se encoge a mi alrededor y no tardo en levantarme, casi tropezándome con mis propios pies.

—¡Dios mío, mamá! ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Dios míooooooo!

Corro de un lado a otro, sin saber muy bien qué hacer. Ryden me debe estar odiando ahora mismo. Muerdo mi dedo meñique por las impetuosas ansias de mis dientes por morder algo.

—Tienes una llamada perdida de Ryden D. —Sus ojos se cruzan con los míos—. ¿Acaso tenías una cita?

Me froto la cara con frustración.

—¡Debo irme, mamá!

Rápidamente, busco mis zapatos en el closet y caigo sentada en el tapete para ponérmelos.

—¿Irás así? ¿En pijama?

—Voy demasiado tarde, mamá. Mi ropa es lo de menos.

Por el afán, no hago los mejores nudos a mis cordones, así que es probable que se desaten por mis futuras pisadas; solo espero no caerme. Mi madre me entrega el celular y marco el número de Ryden, rogando internamente que él me conteste aunque sea una llamada. No sé cómo he podido quedarme dormida. Es una rotunda falta de respeto.

—No responde las llamadas, mamá —protesto desde el baño, empezando a cepillar mis dientes. Al tercer intento me envía nuevamente al buzón de voz, por lo que decido ir a buscarle como última opción. Una vez termino, salgo del baño limpiando mi cara con una toalla—. Bien, mamá. Estamos en una misión de emergencia.

DARKNESS II ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora