Capítulo 43

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Recupero la consciencia en medio de un grito.

Me incorporo por la angustia instalada en mis entrañas y con las manos en el pecho y el corazón latiéndome a una velocidad impresionante, inspecciono todo a mi alrededor, ofuscada por la luz blanca intensa que me encandila por una fracción de segundo.

Estoy en una habitación de paredes blancas, tan pequeña que solo cabe la camilla en la que estoy sentada y la silla que hay en el rincón. No hay ventanas, solo una puerta medio abierta que permite divisar un baño en el interior. Sin embargo, a mi costado izquierdo atisbo otra, de metal, con una diminuta ventana en el centro. Mis fosas nasales perciben el olor a pintura fresca y alguna especie de químico que es imposible de identificar.

¿Dónde estoy?

Saco mis piernas de las sabanas y me deslizo hacia un lado para bajarme. Siento un lacerante pinchazo en mi pierna al poner los pies en el piso y un molesto ardor en uno de mis brazos cuando me apoyo en la camilla para no desvanecerme. Me subo la manga de la camiseta y al ver una superficial herida abierta, confirmo que me han sacado el chip y al instante deduzco la razón de su extracción: no quieren que nadie me rastree por medio de este.

Entonces la imagen de Ryden recibiendo un disparo me trae de nuevo a la realidad y una punción totalmente desgarradora me atraviesa el corazón. Corro hasta la puerta de metal y evalúo el exterior a través del grueso cristal, dando golpes con mis nudillos.

—¡¿Quiénes son ustedes?! ¡Sáquenme de aquí! —grito, con las lagrimas irritando mis ojos. Los hombres de afuera comparten miradas y optan por ignorarme—. Necesito saber cómo está Ryden, por favor. Necesito ver que está bien.

Mis lastimeros y suplicantes sollozos no dejan de brotar de lo más recóndito de mi garganta. Asiento mis nudillos varias veces contra el cristal y luego contra el metal de la puerta hasta que terminan sangrando y el dolor me impide continuar con mi ruego. Pego la espalda al frío metal y me deslizo hasta caer en el piso con las piernas pegadas a mi pecho y la frente apoyada en mis rodillas. La respiración excesiva me apretuja el pecho al punto de sentirme asfixiada y las lagrimas desmedidas obstaculizan mi visión.

No quiero imaginarme lo peor, pero la incertidumbre me está torturando lentamente. Necesito saber de Ryden para saber que todo irá bien. Necesito verlo aunque sea por un segundo para tranquilizar la inestabilidad de mi sistema. No puedo perderlo, no a él.

En un momento de desesperación, intento usar mi luz para salir de aquí y buscarlo, pero ni un débil destello aflora en mis falanges. La resolución llega a mí tan pronto como puede y comprendo de inmediato que estoy en un cuarto inhibitorio, porque no encuentro otra explicación a mi ausencia de poderes.

Vuelvo a soltarme a llorar por el desosiego que no quiere abandonarme y espero. Espero a que venga alguien a decirme qué es lo que está sucediendo y qué hago aquí. Espero a que alguien se asome por esa puerta y me explique cada una de las razones por las cuales estoy encerrada.

Pero esa persona no aparece.

No sé cuánto tiempo pasa hasta que dejo de llorar. No sé si es de día o de noche. Estoy desorientada y ligeramente asustada. Los hombres de afuera siguen ignorándome y nadie viene por lo menos a decir que estoy en la mierda.

Entonces me quedo dormida por el cansancio que reposa sobre mis hombros, pero mi siesta no dura mucho porque un sonido agudo y mortificante me hace despertar. Alguien ha dejado un plato de comida junto con jugo en botella al pide de la cama y mi estomago hambriento ruge ante el olor del pollo frito.

Podría morirme de hambre y no recibir nada de lo que ellos me ofrezcan, pero sí quiero tener las energías para luchar y huir de aquí cuando se me presente la ocasión, debo alimentarme incluso contra mi voluntad. Así que devoro los alimentos de mi plato y no dejo ni una gota de jugo en la botella.

DARKNESS II ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora