Capítulo 5

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Al abrir mis ojos después de tener una pesadilla, diviso una habitación que no es la mía. Estoy boca abajo con la cabeza de medio lado sobre una almohada y con la espalda descubierta. Intento moverme, pero los dolores músculares me lo impiden. Toco mi nariz que está cubierta con gasa adhesiva y maldigo en voz baja. Cada vez que respiro por ella algo duele, así que me esmero en inhalar y exhalar por la boca.

Muevo un poco mi cara para mirar mejor el lugar en dónde estoy y no reconozco nada de lo que veo. Las paredes de la habitación son blancas, excepto en la que está puesta la Tv, que es más como de un color madera grisáceo. Toda la habitación está tapisada, en orden y limpia. Hay una gran ventana de vidrio que viene desde el techo y toca el piso, donde la mitad de ella está cubierta por unas cortinas grises. Hay cuadros con fotos colgadas en el rincón de la habitación, justo al lado de la ventana, pero no logro reconocer ningún rostro por mi nula visión.

Procuro no moverme más al estudiar la habitación, ya que al estar desnuda de las caderas hacia arriba, mis pechos estarán facilmente expuesta a la vista del que entre. De las caderas hacia abajo traigo puesto un pantalón deportivo.

—¡Me importa una mierda! —gritan fuera de la habitación, en algún lugar del apartamento. Muevo mis pupilas hasta la puerta—. La golpearon hasta casi romperle la nariz, ¿y me dice que eso no es motivo de expulsión?

Y cuando mi mente parece aclararse, logro reconocer aquella voz llena de enojo y resentimiento. Aiden entra a la habitación, hablando por teléfono y sin darse cuenta de que estoy despierta, camina de un lado a otro por todo el lugar.

—Ella ni siquiera me golpeó y usted la envía al psicólogo, pero esas sociópatas la golpean hasta herirla gravemente y usted no hace una mierda —escupe Aiden, llevando una mano a su cabello y tirando fuerte exclama—: ¡¿Y qué importa si no estaban dentro de la Academia?! ¡Como director debería aprender a controlar a sus estudiantes!

El rostro de Aiden se encuentra rojo por el enojo y no deja de reír con ironía. Lleva una camiseta blanca con una sudadera roja. Continúo mirándolo, sin decir una sola palabra porque mi garganta se siente áspera para emitir alguna palabra.

—Entonces como hijo de los dueños de esa Academia le exijo que tome medidas drásticas contra Ellen y sus amigas o mis padres sabrán de lo sucedido y usted muy bien sabe, director, que ellos no permitirán una falta tan grave como esa —Aiden rueda los ojos y pasa una mano por su cara—. Tómelo como quiera, no me interesa. No quiero a esas sociópatas cerca de ella.

Cuelga la llamada y tira su celular en la silla giratoria del escritorio. Lo veo respirar pausadamente, mientras se queda observando la luz del día en la ciudad a través de la gran ventana de la habitación. Entonces veo mi ropa rota tirada a un lado del escritorio y procuro levantarme para agarrarla.

—Mierda —chillo del dolor.

Aiden se da la vuelta y rápidamente se acerca a donde estoy.

—No te levantes, todavía estás muy lastimada —dice.

Se acerca a mí, pero elevo una mano en señal de que no quiero que se acerque un centímetro más, por lo que él retrocede un paso atrás.

—No quiero estar aquí —le hago saber con hastío.

—Pero tampoco puedes irte así.

—Olivia puede venir por mí —sugiero, arrugando la frente.

—Ella está estudiando. Más tarde vendrá por ti.

¿Estudiando? ¿Cómo que estudiando?

—¿Qué hora es? —pregunto con miedo a la respuesta.

—Son las 10 de la mañana.

DARKNESS II ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora