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Los últimos días sentía nervios por el dolor que podría sentir, esto me causaba un estrés enorme y me cargaba un humor de perros.
Eduardo se estaba aguantando en contestarme cada que yo le contestaba mal solo y lo hacía solo para no pelear.

Estaba muy gorda e hinchada, me sentía como una ballena, pero no veía el día de tener a mi pequeño en brazos.
No todo era malo en el embarazo, es una etapa que debes disfrutar con tu pareja en caso de tenerla y aunque yo estuve sola los primeros meses, Eduardo ha tratado de complacerme en todo.
Yo no me he querido ir a esa casa, estaría sola y no quiero arriesgarme a manejar aún.
Así que me quede en la casa de mis suegros y Eduardo estos últimos días a estado conmigo.

Íbamos en camino al Ranch Roll a comer en familia y con los amigos, debo admitir que al principio culpe a Enrique por lo que había pasado, pero después me di cuenta que a Eduardo nadie lo obligó a hacer las cosas.

Llegamos y pedimos una mesa grande.
Enseguida llegaron a pedirnos la orden.

-¿Que se le antoja a la Reyna? ¿Que va a pedir la princesa?.- Canto Eduardo haciendo reír a los demás.

Comimos y estuvimos platicando un largo rato dentro de las instalaciones.
Íbamos en camino a la casa cuando un dolor muy fuerte azoto mi vientre, no pude aguantar y me quejé,  Eduardo se asustó.

-¿Que tienes? ¿Vamos al hospital? ¿le hablo a mi mamá?.- dijo orillándose en la calle sacando su celular y otra punzada llegó.

Sentí un líquido mojar el asiento y mis pantalones.

-Eduardo, se me rompió la fuente.-Dije asustada y con los ojos bien abiertos.

Manejo como el sabe al hospital y apenas llegue me pusieron en camino para prepararme para el parto.
Eduardo estuvo conmigo en todo momento, sostuvo mi mano en ese momento de dolor.
Ya no podía más, mis fuerzas se me estaban esfumando por completo y el bebé aún no salía.
Di una pujada más y es ahí cuando escuche el llanto más hermoso del mundo.
Lo pusieron al lado de mi y sonreí al verlo, era hermoso, era el bebé más hermoso de todo el mundo.
Alce mi vista y Eduardo estaba con lágrimas en los ojos.

-Es hermoso el hijo de la chingada.- dijo secándose sus lágrimas y acariciando su mano sin importar la sangre que aún tenía en sus piel.- Gracias por darme la dicha de ser padre mi Reyna.

Le sonreí y la enfermera nos quitó al niño para poder limpiarlo.
En ese momento me quede dormida y todo se volvió obscuro.

Desperté en una habitación, Eduardo estaba a mi lado checando su teléfono.

-¿Y el bebé?.- Pregunté y el se acercó a mi.

-Hace rato lo trajeron para que le dieras de comer pero estabas dormida, no quisimos despertarnos así que se lo llevaron para darle fórmula.- Dijo acariciando mi frente.-Tus papás y hermanos acaban de llegar hace rato, mi mamá y mi papá están afuera también.-Me aviso.- Quieres que pasen? O les digo que te dejen descansar?

-No está bien, creo que ya dormí mucho.-El no dudo en salir rápidamente hacia el pasillo.

No tardaron en entrar con globos, peluches enormes, ropa, etc.

Mi mamá se acercó llorando a abrazarme y a felicitarme, disculpándose por no haber podido estar antes.

-Está bien mamá, Marcos me acompañó y no se desmayo.- Dije riéndome y quejándome después por el dolor.

Trajeron al bebe para que lo conocieran los abuelos y tíos.

Todos estaban muy contentos por tener un nuevo integrante En la familia.

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Mi destino eras tú (Markitos Toys)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora