Number Twenty Nine

1.3K 106 72
                                    

El césped del bosque era pisado rápidamente por pasos tan veloces, que se deducía que la persona que los hacía corría a toda prisa. Su ropa era azul turquesa y sus labios estaban entreabiertos de tanta fatiga que se acumulaba en su cuerpo. Incluso así, sabía que si se detenía sería su fin.

La oscuridad que había en aquel lugar, incluso en plena tarde, era tan abundante que incluso para el más valiente corazón, aquello sería más que suficiente para hacerlo huir.

Uma sentía eso en lo más profundo de su pecho.

Se detuvo detrás de un árbol y cuando estuvo dispuesta a descansar, una voz llegó a ella.

—"Te encontraré..."

Uma abrió los ojos de par en par y casi cayéndose empezó a correr de nuevo. No sabía si era su mente la que le jugaba una mala pasada, pero el escapar de Auradon a escondidas de Morgana luego de espiar una de sus conversaciones, estaba alucinando con sombras y voces extrañas.

Uma sólo esperó toparse con alguna de aquellas tres pobres almas en desgracia.

(...)

Mal alzó la cabeza repentinamente del césped. Sus ojos verdes estaban abiertos de par en par y sus labios dejaban escapar su respiración errática. Había tenido una pesadilla y no de las mejores.

Seguía en aquel lugar lleno de criaturas y plantas y tendida en la hierba con Evie encima. Se habían quedado dormidas allí luego de una agitada tarde en la que Cerberus (la nueva mascota de Evie), se había infiltrado a darse un "baño" en el fango.

Mal volvió a recostarse en el suelo y tocando el cetro que yacía a su lado con la yema de sus dedos, supo que nada bueno estaba pasando en Auradon. Miró el perfil adormilado de Evie y acarició su rostro con cuidado. Para ella, aquella princesa era una verdadera obra de arte viviente y ver su rostro tan hermoso como la misma porcelana, se lo confirmaba.

El mal se aproximaba y Mal no quería ni imaginar que algo le ocurriría a Evie.

Miró al cielo y aunque este estuviera despejado y lleno de brillantes puntos blancos que resplandecían en luz, ella supo que una tormenta se avecinaba y sería la final. Abrazó con fuerzas a Evie sobre su cuerpo y suspirando hondo, se decidió a no dormir para cuidar de la peli-azul.

Era su dragón, y un dragón siempre cuida a su princesa.

(...)

El salón principal del castillo real de Auradon extrañamente, no se encontraba como de costumbre. El silencio que se imponía rebotando en las paredes parecía abismal. Las antorchas no alumbraban en el fuego verde y brillante del negro dragón inmortal, ahora resplandecían con aquel fulgor carmesí parecido a la sangre.

Sobre el trono estaba sentada aquella mujer de cabellos negros. Vestía una larga túnica negra con una cinta roja amarrada en la cintura, y por primera vez, una corona tan dorada como el sol y tan azul como el cielo. Sus ojos cual dos mares oscuros estaban cerrados y una pequeña sonrisa (que muchos dirían diabólica), se asomaba en su rostro a la par en que su mente trazaba miles de ataques mortales a aquella cría de dragón. El deseo que transitaba sus venas portando un odio inimagible era tan feroz, que su furia sólo podía ser comparada con algo: Maléfica. Morgana odiaba todo lo relacionado con aquella mujer. Su odio había sido fomentado durante años en lo más oscuro de su sombrío y vil corazón, y todo partió de un suceso: aquel beso.

La idea sencillamente la hacía querer tener vómitos, la asqueaba en todo sentido. Ella siempre fue su mano derecha, su todo, siempre estuvo ahí para él; y a la hora de la verdad, aquel mendigo mago, decidió cuidar las alas de ese maldito dragón.

The Dragon in Her || MevieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora