Number Thirty

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La Fortaleza Prohibida poseía un siniestro silencio siempre, incluso en situaciones en las que no debía ser así por una visible lógica.

Por uno de aquellos cientos de oscuros pasillos, corría la joven de cabellos azules princesa y heredera del trono de Auradon. Notablemente sonreía mientras veía hacia atrás y luego al escuchar aquellos ladridos, se impulsaba más para no ser pillada. No era el mejor lugar para jugar a las atrapadas, pero luego de que Cerberus intentara comerse a un árbol parlanchín, tuvieron que llevarse al inmenso perro dentro del castillo.

La idea no era nada lógica. Cerberus era inmenso y si logró entrar por la puerta principal, fue porque el ser que construyó aquel castillo lo diseñó para que en salón principal pudiera caber algún "monstruo" enorme. En un comienzo Mal se negó a entrarlo, insistía con un "¿Y si rompe algo?"; pero luego de que Evie la convenciera diciendo que no podían dejar al "cachorro" fuera, Mal se compadeció. Un par de besitos y pucheros habían sido su debilidad.

Y justamente un "pequeño" inconveniente desataría un gran acontecimiento: Cerberus se quedó trabado en el pasillo.

A Evie sólo le bastó escuchar los chillidos del perro para entender que algo había pasado, y al darse cuenta de la situación, no se pudo maldecir más. ¿Y si Mal se enojaba por tener un enorme perro de tres cabezas atorado en el pasillo que daba a la escalera de la torre izquierda? Evie no quería ni pensarlo.

Habían pasado tres días luego de aquella conversación que ellas habían tenido en el "páramo" (así fue cómo le llamaron a aquel lugar de criaturas mágicas y árboles extraños luego de una larga discusión), y para hablar con exactitud, ya no habían tenido más contradicciones. Todo había sido más tranquilo, y más silencioso en cierta medida.

Mal cada vez callaba más en vez de hablar y Evie notaba que empezaba a detestar la luz. Era muy curioso y también llamativo. La peli-azul se había convencido de que sería imposible detener el cambio que Mal daba con cada día, pero también se convenció de que no era un cambio negativo. Mal lucía como Maléfica físicamente: tenía el cabello totalmente negro y sus mejillas antes infladas ahora mostraban pómulos salientes, sin contar que Evie no podía entender cómo crecía tanto: Mal ya estaba más alta que ella por unos centímetros contando el poco tiempo en que había pegado ese estirón; también tenía una notable obsesión por la oscuridad y la noche. Evie la había atrapado dos veces andando por la umbría del castillo fúnebre y tétrico sin rumbo en plena madrugada, y la única excusa que había puesto Mal era un: "No puedo dormir. ¿Me acompañas a caminar?"

Quizás aquella situación era producto del vacío que sentía, pero Evie estaba segura de que ese abismo no era más fuerte que el buen corazón de Mal.

Mal seguía queriéndola. Mal seguía sonriendo cuando Evie le robaba atrevidamente un casto beso en los labios.

—¡M!

Evie bajó las escaleras llegando al salón principal del oscuro castillo y corrió hacia el trono donde estaba Mal sentada.

—Cerberus se atoró en el pasillo.

Mal giró la cabeza lentamente a Evie y frunció el ceño: ¿cómo que un perro se había atorado en el pasillo?

—¿Cómo?

—Cerberus se atoró en el pasillo.

Mal echó la cabeza hacia atrás algo confusa y luego pestañeó. Aquello no podía ser.

—¿Pero cómo que se atoró?

Evie bufó y agarró a Mal del brazo. La paciencia que tenía aquella chica la sacaba de quicio. La arrastró por todo el pasillo y cuando finalmente llegaron al punto que ella deseaba, Mal se topó con Cerberus atascado en el pasillo.

The Dragon in Her || MevieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora