Pintalabios y ropa por doquier: esa es la descripción exacta del cuarto de la princesa Evie.
Sentada sobre la cama poniéndose sus tacones azules está ella, observando el hermoso piso de mármol y pensando en lo que había hecho la noche pasada.
Se debate mentalmente la razón por la que los orbes verdes de Mal brillaban más de la cuenta, ¿sería por la luz de la luna? Sí, la luna de Mal se llamaba Evie esa noche, entonces sí brillaban por la luna.
Un suspiro mientras avanza hacia su espejo, observa su reflejo y luego acaricia la superfecie. ¿Qué fue eso que sintió cuando besó a la ojiverde?
—Basta ya Evie. —Su propia voz suena baja—. Deja de pensar en eso.
Da un giro y se para en el balcón observando hacia Auradon. Intenta vaciar su mente de pensamientos que giran en torno a la pelimorada.
—Si todo fuera tan fácil... —murmura, se nota el miedo y la frustración en sus palabras.
Ahí se queda y pasan unos minutos, ella hubiera preferido no sentirse tan insegura en su vida luego de hacer algo.
La pregunta más mortífera ronda en su cabeza, y para nada la hace feliz no tener la respuesta. Daría tanto por saber qué siente Mal, daría hasta lo que no tiene por nada más leer la mente de la ojiverde unos segundos.
Suspira otra vez. Está machucando mucho el problema.
Avanza hacia la cama y se pone aquellos largos guantes de encajes azules, sabe que le darán picazón más tarde pero no es como si pueda evitarlo.
Observa el reloj viendo la hora. Le quedan diez minutos para las ocho de la noche.
—Aquí vamos...
Evie sale de la habitación, se dirige a buscar a su madre mientras observa aquel largo vestido azul que porta. La inseguridad la está carcomiendo por dentro.
Se detiene justo delante de la puerta del cuarto de su progenitora, toca ligeramente la madera; sin embargo no escucha respuesta.
Bufa y avanza por el pasillo otra vez. Lo último que le faltaba: tener que entrar a la hora exacta del comienzo del baile, y sola.
Maldice mentalmente y llega finalmente a la escalera.
De solamente pararse allí las trompetas y los tambores suenan.
—¡La princesa Evie! —Suena alto y claro el anunciador, la peliazul finge una sonrisa y comienza a descender las escaleras.
Grimhilde la observa con una pequeña curva en sus labios, la muchacha no le dirige la mirada, está muy ocupada buscando con sus ojos marrones a Mal.
Cuando por fin la divisa se percata de la situación, ¿por qué tenían que pasarle a Evie estas cosas?
La ojiverde se encuentra delante de una fuente de chocolate, algo divertida jugando con una fresa en el mar carmelita oscuro que tiene enfrente.
Sumergir, emerger y comer: eso es lo que hace Mal con las fresas.
—Demonios... —masculla Evie al bajar la escalera, los nobles le nublan la vista comenzando a hablarle de cosas estúpidas.
Y para su desgracia Mal no parece querer parar de comer, tiene los labios rosados llenos de chocolate.
Evie busca con sus orbes a Elsa, su única salvación de aquella maldita situación. Para su desgracia la rubia está junto a Arthur conversando de algo. Ambos parecen distraídos y sonríen, la peliazul maldice y gruñe.
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The Dragon in Her || Mevie
FanfictionDonde la guerra y la masacre que existen dan origen a un vínculo profundo; un lazo fuerte e inquebrantable que ni las más ásperas y déspotas raíces del pasado pueden derrumbar. La princesa y el dragón. Evie y Mal. • La portada no me pertenece. ~N...