Number Twenty Three

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Abrió sus verdes ojos al entrar del fuerte resplandor del sol por la ventana que hacía brillar en tonos hermosos de morado las pequeñas escamas en la mejilla izquierda de Mal. El día había llegado y Mal no recordaba con exactitud cuánto tiempo había estado dormida.

Gruñó fuerte por el dolor de cabeza que sentía y luego intentó levantarse, acto en vano pues el fuerte dolor que tenía en su espalda la hizo doblarse hacia adelante, expandiendo el par de alas que aún conservaba curiosamente. Refunfuñó entonces unos segundos después, rozando con la yema de sus dedos las vendas que cubrían su torso por debajo de aquella larga blusa azul holgada.

Rápidamente quiso levantarse, mirando y olfateando en todas direcciones de la habitación en busca de cierta peliazul que según lo último que recordaba, había dejado tapada y curada a su lado.

Por un momento la preocupación se apoderó de sus pensamientos al darse cuenta de que no estaba allí, a su lado.

Corrió hasta la puerta y la abrió, saliendo a aquel desolado pasillo.

—¡Maldición! —gruñó alto, sus ojos verdes brillaron de la impotencia al pensar en lo que Morgana sería capaz de hacer a sus espaldas: confiar en aquella mujer había sido la peor de de todas las decisiones.

Mal camina furiosa por el pasillo, dirigiéndose hacia la habitación de su madre dispuesta a rugir su ira en cara de aquella bruja de cabellos negros.

Se detiene frente por frente a la puerta y agarra la manija, girándola en vano.

—El seguro.

Se da la vuelta con ira y cuando menos se lo imagina, la puerta se abre.

—¿Qué haces aquí?

Mal gira en sus talones reconociendo la voz de su madre y luego ve hacia adentro de la habitación, la cual está vacía.

—Estoy buscando a Morgana.

Maléfica frunce el ceño al escuchar y enfoca su mirada en su hija.

—¿Es por la hija de Grimhilde?

Un ligero silencio se implanta entre las dos hasta que finalmente la figura gótica extiende su mano hacia atrás y el cetro —que antes descansaba contra la pared— vuela hacia ella.

—En la mazmorra, con Anna y Uma.

Y sin decir una palabra más, ambas toman sus caminos: una hacia la mazmorra y la otra hacia los más altos torreones del castillo.

(...)

La mazmorra era un lugar sombrío y horrible, y más para Anna quien había pasado muchos años de su vida encerrada allí por culpa de la madre de la chica que tenía enfrente.

—Si yo fuera tú la torturaba —opina Uma con una mirada de total desinterés hacia Evie—. Llevamos dos días haciendo trabajo de saneamiento, ¿se creen que somos curadoras o qué?

—Por supuesto que no —replica Anna—; y tampoco somos curadoras: somos vigilantes.

Uma arquea una ceja viéndola fijo.

—Morgana me dijo que casi pulveriza a Mal, así que en vez de vigilar deberíamos matarla.

—Y yo digo que no soy una asesina...

—No nos beneficia en nada tenerla viva...

—Al menos a mí sí... no voy a matarla porque ella sabe dónde está Elsa. —Uma separa los labios para argumentar pero Anna le pega un cocotazo—. Así que cállate de una vez.

The Dragon in Her || MevieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora