Number Thirty Four

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Por los pasillos hoscos donde sólo la luz del verde y el refulgente fuego de las antorchas brillaban, caminaban tres figuras. El parloteo "habitual" de la más ruidosa de ellas hacía eco contra las paredes, y con un sinfín de pasos y protestas, los tres individuos se detuvieron frente a la inmensa puerta de madera que daba a aquella biblioteca funesta y misteriosa. Diaval las había convencido —con mucho trabajo y súplicas—, de que allí no había otra cosa que libros mágicos, y con cierta desconfianza en todos los sentidos y aspectos existentes, tanto Evie como Mal aceptaron. La primera de ellas no podía ocultar el evidente y claro miedo que le tenía a ingresar a ese lugar, y la segunda, tenía la mente en las palabras de Diaval: "Dentro de esa biblioteca se encuentra más que magia pura, se encuentra la historia de dos seres que una vez se amaron."

En el fondo de su corazón, Mal sabía qué había dicho Diaval sin ni siquiera pensarlo.

—Mal —la llamó Evie—. ¿Me das la mano?

Con quizás algo de confusión Mal sólo se limitó a asentir y tendió su mano para que Evie la tomara. El contacto era suave y resultaba muy seguro para Evie. Se sentiría confiada, abrigada y defendida de no ser por el miedo que habitaba en el fondo de su corazón; y era un estado tan natural el que le transmitía Mal, ese de ser ciega por ella, que Evie sabía que estar a su lado siempre sería su mayor felicidad.

—He aquí la biblioteca y estudio mágico de la señora Maléfica.

La inmensa puerta se abrió y Diaval fue el primero en entrar sin espera de ningún tipo. Mal dio un paso, pero Evie sostuvo su mano tan fuerte, que la detuvo. Mal se giró y la vio a los ojos, Evie volvió a apretar su mano con tanta fuerza, que fue como si el filo de una espada llena de temor e inseguridad cortara el corazón de Mal.

—Evie... —sonó firme, llena de contundecia—. Estoy aquí.

Ante las palabras de Mal, Evie se llenó de aire y observó a sus ojos verdes. A veces, sólo a veces, Evie creía que eran Mal y ella, contra el mundo.

—Vamos.

No sonó muy seguro, pero sí se vio decisión. Evie caminó, y Mal se mantuvo a su lado hasta que cruzaron el umbral de la puerta y ambas se detuvieron. Realmente, aquella biblioteca era inmensa y poseía dimensiones realmente impresionantes. Habían estantes llenos de libros por todos lados, y encima de una mesa, estaba Diaval "posado".

—Ya no eres un cuervo. —Mal avanzó hacia él acompañada de Evie.

—Me honra no serlo, pero acostumbrarme a mi cuerpo humano no es nada fácil después de 18 años siendo un ruidoso animal de plumas.

—Usted sigue siendo ruidoso, y disculpe si lo ofendo.

—Ya estoy acostumbrado a ello, restémosle importancia.

—Y pasemos al tema por el que vinimos aquí. —Evie no dejaba de mirar a todos lados incómoda y Mal lo notó—. Ven, ponte delante de mí y déjame abrazarte.

Evie obedeció al instante y se paró delante de Mal sintiendo cómo la envolvía con sus brazos cuidadosamente por la cintura. Diaval se rascó la cabeza nervioso y Mal se acercó al oído de Evie para murmurar algo inaudible. Esperó unos segundos hasta que tuvo una respuesta positiva.

—Diaval. —Lo observó—. Dijo usted que esto es una biblioteca mágica, ¿verdad?

—Sí, ama.

—¿Entonces puedo esperar que haya en esta algún libro de hechizos básicos de reducción de tamaño o algo que me ayude a cambiar el volumen y la longitud de un objeto o ser?

—Por supuesto. —Diaval miró hacia su lado derecho, habían numerosos libros, la mayoría de tonos negros y verdes—. Si más no recuerdo, aquí.

The Dragon in Her || MevieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora