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❝Aullido❞

La noche era muy atareada para los aldeanos de Karmaland, con sus puestos en la feria nocturna por los pasillos de tierra y casas.

La luna trataba de hacerle competencia a las luces de la colorida feria junto a sus amigas estrellas, pero solo podría ser vista por aquellos en el bosque.

En aquella feria, paseaba uno de los héroes de Karmaland; Rubén Doblas. O cómo todos lo conocen, Rubius. Un Omega realmente llamativo, un guerrero nato y sobreviviente audaz de las noches en Karmaland. Vagaba de aquí para allá por los puestos, husmeando con sus curiosos orbes avellanas por cada uno de éstos, viendo y analizando las cosas que vendían. Reía al conjunto de la música y bailes que hacían los niños correteando con unas tiaras de flores.
Estaban festejando la llegada del invierno en Karmaland, un solsticio se podría decir.

Parejas pasaban tomadas de la mano, dejando un aroma dulzón y feliz a su paso. Algunas predestinadas, otras símplemente felices de la compañia que se brindaban. Aquellos aromas para Rubén eran algo cosquillosos en su nariz, haciendo un par de muecas por los olores que desprendian.
No odiaba a las parejas, de hecho las envidiaba. Lo único que odiaba era tener un olfato super desarrollado.

Los Omegas tienen más desarrollado el olfato al igual que los Alfas, ambas jerarquías desprendían sus feromonas, también compartían un buen oído. Los Omegas y Alfas son más parecidos de lo que creen, y por eso mismo Rubius odiaba que juzgaran a los Omegas. Sí, sabe que no son igual de fuertes que los Alfas y que los Alfas no pueden quedar embarazados, que ellos no sean tan sumisos cómo los Omegas llegan a serlo y que tal vez no sean igual de "frágiles" que ellos, pero de que los Omegas pueden mejorarse, lo pueden.

Sacude su cabeza y suspira por lo bajo. Debería estar disfrutando mínimamente ese día, o bueno, noche. Ahora solo se concentraba en la música, las risas, las pisotadas, los gritos de los niños y el poco audible aullido.

Paró en seco y agudizó su sentido auditivo, ¿un aullido? ¿En ésa noche tan linda?

Salió de la feria con un poco de apresuro. Otro dato de los Omegas; son demasiado curiosos con cualquier cosa, y mucho más si se trata de su manada.
Llegó al bosque más rápido de lo que creía y de un momento a otro, se encontraba con quién aullaba. Desprendía un olor amargo y su aullido era demasiado desgarrador, sufrible y lleno de tristeza.

Tardó unos buenos instantes en darse cuenta que aquella figura que le daba la espalda, era uno de sus compañeros héroes. Uno de los cuantos Alfas que componían el equipo. Sus sollozos eran demasiado lastimeros y otra vez inclinó su cabeza hacia atrás, volviendo a aullar. Estaba sobre sus rodillas, su cabello se movía levemente por el sutil suspiro del viento.

Rubius no sabía si intervenir en lo que estaba pasando con el ojimorado, le dolía verlo así y le daba impotencia no saber que hacer. Optó por relajarlo un poco con sus feromonas agridulces de olor a limón, trayendo la mirada resplandeciente de Vegetta. Se estremeció por el contacto visual, e inmediantamente se arrepintió por haber elegido ésa opción entre tantas.

—Rubius... ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en la feria, merodeando?—le volvió a dar la espalda el de cabellos oscuros, mientras se limpiaba las lágrimas con rapidez.

Hizo una mueca de incomodidad en lo que se acercaba al mayor.

—Sí... Es sólo que...—no quería irrumpir en la privacidad del amatista (más de lo que ya lo había hecho hasta ahora), por lo que buscaba alguna excusa rápida.—. Ya me empezaban a molestar tantos gritos y la música en alto... Ya sabes...

Vegetta resopló sin más. Rubius era siempre de quejarse por los ruidos altos. Por eso mismo lleva un gorro de oso, que tapaba sus orejas y amortiguaba las ondas de sonido. No se la quitaría ni muerto.

—¿Y tú que tal? Disfrutando las vistas de la montaña en horario de trabajo, ¿eh...? Déjame decirte que eso es, ilegalísimo.—rió por lo bajo el cura mientras se sentaba a una distancia prudencial del Alfa, intentando minimizar el ambiente a tristeza.

Logró su cometido. Ligeramente el Alfa siguió su risa y negaba con la cabeza.

—Es que eres tontito...

El Alfa con olor a nueses acariciaba su cuello mientras movia la cabeza, haciendo chillar levemente los huesos de éste. Suspiró.

Sé...que tú tienes mejores tímpanos que el resto, incluso de los Alfas.—hizo una pausa, nostálgico.—. Escuchaste mis aullidos, ¿no?

El cura tragó grueso. El mayor no es igual de tonto como lo era él, tal vez algo despistado, pero no tan bajo como sus 2 de IQ.

—... No sé que decirte. En plan; yo estaba en la feria feliz y contento y toda la cosa... Pero luego...

Se detuvo y dejó sus palabras en el aire, al ver cómo Vegetta tembló levemente.

Es solo... El estrés, luego se pasa.

—Desprendes un olor amargo de tristeza.—soltó rápido el Omega, en lo que se removia nervioso en su lugar.

El Alfa gruñó cómo respuesta, dando a entender que eso ya no era su incumbencia. Rubius se encogió en su puesto y mostraba levemente su cuello, mientras se le escapaba un chillido piadoso. Cómo solían hacerlo los Omegas en busca de perdón o piedad.

Raramente lo hacía... Bueno, hablando de Rubius; nunca mostraba su cuello a nadie. Nunca chillaba de esa manera a nadie. No buscaba perdón y mucho menos piedad, de absolutamente nadie.

Vegetta carraspeó su garganta al darse cuenta de la acción de Rubius.

Disculpa, Doblas. Ya te dije, es sólo estrés.

Dijo sin más el mayor en lo que se erguia y caminaba al bosque, sin esperar que el Omega lo siguiera.

Rubius lo observó marchar. Su corazón latía a mil, sus manos sudan y se mueven con ansiedad latente en nervios.

«Pero que mierda pasó ahí.»

Observó sus manos completamente nerviosas y las sacudió con frustración. Se relamió y mordió el labio en lo que caminaba de regreso a la feria, analizando lo que acaba de pasar allá arriba con Vegetta.

Por alguna razón, el olor a nueses insistía en sus fosas nasales y los destellos morados en su mente. Su expresión, el aullido. Todo eso le dolía a Vegetta, y a Rubius le dolía que le doliera.

Entre tanto pensamiento en su diminuto y apretado mundo, no se había percatado de la presencia de un parsito. Fargan, un Alfa de lengua suelta que estaba acompañado del predestinado de Vegetta; el Omega albino de Willy.
Sacudió su cabeza y acomodó su gorro, tratando de quitar de sus pensamientos lo que acaba de pasar en la montaña. Ahora sí, divisando a Fargan y a Willy. Abrió su boca con una gran sonrisa, dispuesto a saludarlos cuándo de la nada... Fargan le ronroneaba a Willy y viceversa. Rápidamente su expresión fue a parar en confusión. Sus olores se mesclaban, Menta y Coco lo mareaban ahora.

Apretó su mandíbula al sentir otro olor embriagante y demasiado fuerte para su gusto, que de la nada explotó en su nariz.

Las nueses estaban de vuelta, y no con el mejor humor.

I will replace himDonde viven las historias. Descúbrelo ahora