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❝Petición❞

Todo por que se encerró en su cabeza y su lobo tomó las llaves. Sentía el odio a flor de piel.

«No jodas maldito perro sarnoso, si no nos mataban las putas torretas nos mataba Vegetta y todo por habernos metido a su casa.»

Regañaba con gruñidos y muecas de rabia.

Pero sin embargo, ninguna de las dos opciones lo hizo. Lo único que le pasó fueron los rasguños y heridas algo profundas por las torretas. Ya estaba vendado y curando, con sus heridas cubiertas, a espera de la sanación completa de éstas.

Suspiró y miró por la ventana mientras succionaba la sangre, de una de sus heridas en el brazo. Pasó un día desde lo de la casa de Vegetta y aún así, seguía el asunto rondando con completa insistencia por su mente.

«Qué cojones le habrás dicho...»

Su lobo no respondía con ninguna de sus preguntas, no hacía nada, no sentía nada.
Bufó, ya no lo estaría aguantando y aprovecharía su ausencia.

El lobo de los licántropos hace que sus sentidos exploten. Que puedan liberar de forma consciente sus feromonas, pudieran hacer sus ronroneos o voces de mando con mayor facilidad. Un lobo dentro de su mente y pecho, ayudándole con los de su especie.
Cuándo el lobo sentía que era conveniente o sentía la oportunidad de tomar control del cuerpo que comparte con el licántropo, hacía que su mente humana se hundiera hasta el fondo de su cerebro, dándole la total libertad de hacer lo que quisiera. Sin embargo; ésto haría que el verdadero dueño del cuerpo no viera ni escuchara lo que pasaba, sólo podría sentir.
Aunque compartieran la misma mente y la misma personalidad,—aunque más reforzada de algún extremo, dependiendo de tu jerarquía— no comparten el mismo lugar para archivar las cosas.

El lobo de Rubius era un cachorro total, le encantan todas las experiencias nuevas y es casi tan valiente cómo él, sólo que más sumiso por naturaleza.

Bufó nuevamente al ver que sus manos temblaban, tal vez por la debilidad que ahora tiene gracias a la sangre perdida o por sus heridas, con el fallido intento de abrir la puerta frente suya.
En los Omegas, las heridas en su cuerpo tardan mucho en sanar. Aunque sea un Omega con la mejor salud del mundo, su cuerpo está echo para ser marcado por los Alfas.

Vaya que quellas balas le dejarían unas buenas circulares cicatrices, y las que no alcanzaron atravesar su piel y sólo lo rozaron, como si fuera una flecha, unas cicatrices largas.

Carraspeó la garganta para luego salir de su casa, igual de solitaria si no fuera por sus cerdos y sus lobos.
Sí, irónico de que un humano con un lobo dentro de sí tenga otros lobos. Pero nada era imposible en aquél pueblito.

්‍ර [...] ්‍ර

Aspiraba y suspiraba el aire limpio que llenaba sus pulmones, con leves olores a flores y troncos de árboles si prestabas atención.

Por eso le encantaba adentrarse a los bosques, porque tenía la certeza de estar en paz, tanto con los olores cómo con los sonidos a arrollos y pajaritos.
Las ramas y hojas crujian en cada paso que daba, pues el otoño le dejó paso al invierno aquella madrugada en la feria. Se detuvo y miró al cielo, admirando los colores del mediodía entre medio de las pocas hojas que insistían en quedarse en su hogar.
Sonrió; siempre le ha gustado la perseverancia que pueden tener las cosas más insignificantes del planeta, haciéndose tan fuertes como el diamante.

Estuvo en paz hasta escuchar ramas quebrarse. Alguien más se encontraba en el bosque. No se molestó en ponerse en guardia, pues con estar atento le bastaba.

—... Doblas.

Se le erizó la piel al escuchar su apellido, y sabía quién y únicamente quién lo llamaba así.

—De Luque...

Prácticamente suspiró su apellido, dándose la vuelta encontrándose con los orbes del mayor; analizandolo. Rubius trataba de no estremecerse de forma notoria, pero es que la mirada del mayor parecía suplicante. Anhelaba que sea así y no su imaginación.

El mayor miró el rostro del menor con parches y unas pocas heridas sin vendar. Tragó saliva, sintiéndose algo culpable del estado del Omega.

Quedaron mirándose un momento, hasta que el mayor decide quebrar el silencio con una petición.

—Sigueme. Quiero estar contigo un momento...

Aquello lo tomó por sorpresa, ¿estar con él? ¿Really?
Ahora su nerviosismo y ansias son palpables. Su lobo interior Omega estaba jadeando, desprendía alegría con demasiada euforia.

«Ahora sí apareces, hijo de puta.»

Inquirió el de gorro de oso mientras se mordia el labio, sin apartar la mirada del Alfa.

Rubén no entendía, estaba demasiado feliz de escuchar que de entre todos sus amigos, lo quería a él. Se sentía especial, anhelado, incluso hasta deseado. No se dió cuenta de que no le respondió hasta que sintió su cara ardiendo.

Humh... Vale...

—... Y te contaré un... Un poco...—el Alfa tosió, tratando de quitarse los nervios.—. Deee... Lo que pasa... Necesito desahogarme.

Lo último lo susurró en lo que se daba la vuelta y caminaba, dando pasos largos de forma torpe, esperando sentir al cura a su lado para caminar con naturalidad.
El Omega trotó hasta su lado, después de calmarse y captar sus pasos torpes.

—... Y... ¿Qué es lo que quieres hablar...?

—Lo sabrás... Cuándo lleguemos.

Vegetta lo miró por el rabillo del ojo. El Omega realmente es muy bello al igual que alto, con mandíbula fuerte pero fina, su mirada avellana brillante en destellos verdes, que resplandecian aún más con su tono de piel blanquecino, y su cabello castaño que... Por una mala suerte en sus apuestas; estaba teñido. Frunció el ceño al empezar a comparar el color de cabello con el de su antes predestinado.
Otra vez sintió una punzada horrible en su pecho, por inercia llevó su mano a la zona afectada dejando salir un quejido.

—¿Que pasó? ¿Te picó algo?

La voz de Rubius era algo dulce para sus oídos, y el leve aroma a limón que desprende es relajante para él en esos momentos. Para su sorpresa, el que se preocupe por él lo hizo sentir mejor, dispersando el dolor para luego desapareserlo por completo.
Su mirada brilló en confusión por unos leves momentos.

—No, no...—le dirigió una leve mirada para luego volver su vista al frente—. Ah, ya llegamos.

I will replace himDonde viven las historias. Descúbrelo ahora