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❝Bienvenidos❞

Luego de aquella mini reunión, Fargan, Alexby, Willy y Mangel se quedaron con los encarcelados. Willy sólo se quedaría porque no quiere quedarse solo en su casa de árbol, acompañando a su Alfa y a su compañero de policía, mientras que Mangel se quedaría porque no tenía nada mejor que hacer.

—Hombre... ¿De ónde' sois?—estaba tan aburrido. Alex tenía que rellenar documentos y la pareja sólo tenian la boca para ellos, así que buscó entretención en los cazadores.

Manuel lo miró de reojo, molesto. Pero poco a poco se iba dando cuenta de la belleza que tenía el Omega con olor a café, con su mirada oscura, casi sin brillos e indiferente, detrás de aquellos cristales. Ahora se podría decir que su nuevo olor favorito es el café, después de la miel, claro.

—... De...—sintió el empujón de Raúl, con su mirada desaprobadora y su nariz arrugada, sin embargo lo ignoró.—. Somos de otro pueblo. No tan chulo como el vuestro, pero es funcional.

Hizo que el Omega de ojos plateados oscuros riera levemente. Su risa retumbó en sus orejas hasta su mente, y archivarla con demasiada admiración fue su procedimiento más valioso hasta el momento.

—Nuestra manada se llama Karmaland, a lo que ustede' llamáis pueblo.—sonrió dulcemente, sin darle mucha importancia a su lobo que se removia y jadeaba con insistencia.—. ¿Cómo es que habláis español? Digo, etoy' consciente que nuestra manada se encuentra en Canadá.

El pelirrojo sonrió levemente, gustoso por su curiosidad hacía él.

—Somos de Españ- ¡Ah! ¡Hey!

Le gruñó Manuel, haciendo que Raúl frunciera el ceño más de la cuenta.

—Que no hables, idiota.—pasó su mirada hacía un algo incómodo Mangel.—. Y tú, vete antes de que te castiguen por estar hablando y haber aflojado tu lengua con nosotros.

El Omega bufó, sin aceptar la idea.
—Joer macho, no tengo na'a que hacer. Todo' están en sus asunto' y a mi me dejaron solo, cómo siempre...—dejó escapar un suspiro lastimero, triste por ese pequeño detalle. Desde la ruptura con su predestinado castaño, se ha sentido solo.

—Mi niña, yo también estoy muy solo...—le sobresaltó la voz de Manuel, además de su tacto a través de las rejas de la celda.

Manuel estaba hipnotizado, algo en su interior pareciese despertar con tan sólo ver al Omega frente a él. Los ojos del azabache empezaron a brillar a través de los cristales de sus lentes, volviendo loco al pelirrojo. No había visto aquellos orbes plateados brillar, ni siquiera por el reflejo del vidrio.

Manuel suspiró de forma sonora, haciendo que el Omega frente a él chillara de emoción. Eso lo desbordó más. Se iba acercando al rostro sonrojado de Mangel, algo lo impulsaba, y no se iba a negar.

Pero esa acción solo sería ganadora de un sonoro zape por parte de Raúl, haciéndolo retroceder mientras se quejaba, acariciando la zona afectada.

—¡Que ya estuvo! ¡Vete tú!—le volvió a advertir con enojo al Omega.

Pero Mangel ya se había anticipado a ello, apoyándose a la pared, cerca de la puerta.

«Mangel.» llamó su lobo con inquietud. «Él me da seguridad. Tenemos que estar con él.»

I will replace himDonde viven las historias. Descúbrelo ahora