A blue-haired girl|| BRIANGIE (Adaptación)

18

Intento apartarme de ella, pero me retiene con demasiada fuerza. Debo de haberla entendido mal. Mis emociones me están confundiendo, de modo que desvío la vista hacia la oscuridad del patio para tratar de entender el significado que se esconde tras esas palabras. ¿Angie quiere ser mejor persona por mí? «¿En qué sentido? No puede estar diciéndolo en serio..., ¿verdad?»

Vuelvo a mirarla, con los ojos empañados de lágrimas.

—¿Qué?

Parece serena..., ¿sincera? ¿Esperanzada? «¿Qué?»

—Ya me has oído.

—No. Creo que no te he entendido bien.

—Me has entendido perfectamente. Haces que sienta... cosas que no había sentido antes. No sé cómo manejar esta clase de sentimientos, Brisa, así que hago lo único que
sé hacer. —Hace una pausa y deja escapar el aliento contenido—. Comportarme como una idiota. Una vez más, me encuentro en trance.

—Esto no funcionaría, Angie, somos muy diferentes. Y, para empezar, tú
no buscas una relación, ¿recuerdas?

—No somos tan diferentes, nos gustan las mismas cosas; a los dos nos apasiona leer, por ejemplo
—dice con el aliento cargado de alcohol.

Aunque lo estoy viviendo, no me puedo creer que Angie esté intentando convencerme de que
podríamos estar bien juntos.

—Tú no buscas una relación —le recuerdo de nuevo.

—Lo sé, pero podríamos... ¿ser amigas?

Ya estamos. Hemos vuelto a la casilla de salida.

—Tú misma dijiste que no podíamos ser amigas. Y no quiero ser amiga
tuya, sé lo que quieres decir con eso. Quieres todas las ventajas de una novia sin tener que comprometerte.

Entonces, se tambalea. Se apoya contra la mesa y me suelta.

—¿Qué tiene eso de malo? ¿Por qué necesitas una etiqueta? —replica.

Agradezco el espacio que hay ahora entre nosotros y el aire fresco sin olor a whisky.

—Porque, aunque últimamente no lo he demostrado, tengo amor propio. No pienso ser tu juguete,y menos si eso implica que me trates como un trapo. —Elevo los brazos en el aire

Sus malévolos hoyuelos aparecen acompañando a su sonrisa.

—Sí, pero mira dónde estás ahora.
Reflexiono y le espeto:

Se tambalea hasta apoyarse en la silla.

—No me digas eso —dice arrastrando las palabras, que salen más rápidas que antes.

Casi había olvidado lo borracha que estaba.

—Sólo dices esas cosas porque estás borracha; mañana volverás a odiarme.

—No te odio. —Se inclina ligeramente hacia adelante.

Ojalá no tuviera este efecto en mí. Ojalá pudiera largarme sin más. Pero, en lugar de hacerlo, me quedo y lo oigo decir:

—Si eres capaz de mirarme a los ojos y decirme que quieres que te deje en
paz y que no vuelva a hablarte nunca, lo haré. Te juro que desde hoy mismo no volveré a acercarme a ti. Sólo tienes que decirlo.

Abro la boca para decirle justo eso: que no se acerque a mí; para decirle que no quiero volver a verla.

Pero entonces se vuelve hacia mí y se aproxima.

—Dímelo, Brisa. Dime que no quieres volver a verme nunca.

Me toca. Me acaricia los brazos y se me eriza todo el vello del cuerpo
inmediatamente.

—Dime que no quieres volver a sentir mi tacto —susurra, y desliza la
mano hasta mi cuello. Su dedo índice recorre mi clavícula y asciende de nuevo por mi garganta.