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Un día como cualquier otro comenzaba, a pesar que las nubes llenaban el cielo, unos rayos de sol se perdían en el aire, algunas aves volaban a refugiarse en los árboles de la posible lluvia que estaba a punto de comenzar, pero sus cantos eran opacados por el bullicio cotidiano de la ciudad, nadie les daba importancia.

Todos estaban metidos en sus propios asuntos, yendo de aquí para allá caminando, corriendo, hablando por teléfono o conversando entre si, viviendo sus vidas, enfocados en el ahora, en el ayer o en el mañana.

Entre todas esas personas, nadie voltearía a mirar a la chica pelirroja que regresaba de su viaje a Italia con el corazón roto, los ojos llenos de lágrimas y unas maletas decoradas con stikers de copos de nieve, tampoco se fijarían en el joven de ojos azules, que paseaba a su perro caniche con una triste sonrisa sintiendo que su vida ya no tenía la emoción de antes, o en el rubio que iba a llegar tarde a clases otra vez y que refunfuñaba sobre que debía comprarse un nuevo reloj porque, al parecer, el que ya tenía se había averiado y la alarma no funcionaba.

Si seguía llegando tarde a las clases de Historia, era seguro que sus notas bajarían, la sola idea de que eso pasara, le hizo querer volver a quejarse con el viento sobre lo mala que era su vida, pero se quedó callado, esperando que el trabajo que ya estaba comenzando sorprendiera al profesor.

«Adelante, hacia la victoria».

Era un buen título, sobre todo por el hecho de que era una referencia a uno de los carteles del famoso artista Viktor Koretski para la URSS.

A él siempre le gustó el arte de su país, y tener que investigar un poco de cómo era este en los años de guerra no se le hizo problema.

«El problema va a ser tener que devolver la libreta»: Pensó para sí mismo, sabiendo que las consecuencias podrían volverse graves.

Cada vez que la veía en sus manos, era tentadora la idea de quedársela, sabía que era muy egoísta de su parte querer tener la historia del soldado como si esta le perteneciera, pero al mismo tiempo, lo sentía de esa forma.

Sólo esperaba aprovecharla como debía en el tiempo que le quedaba.

¡Por favor, disculpe la tardanza! exclamó Yuri algo alarmado al entrar al salón de clases.

Sólo ten en cuenta que el límite de tardanzas injustificadas permitidas es de tres, y tú ya tienes dos en el registro le recordó el maestro con mirada acusatoria dejándolo acercarse a el único asiento libre, que para su mala suerte, estaba en la primera fila.

Y eso era suficiente para tirar la idea de leer la libreta en clases por la ventana.

Así que sólo se resignó a ocupar el sitio libre, ya más tranquilo, para pensar en qué pasaría si su abuelo se enterara que ya tiene dos tardanzas injustificadas en el registro.

𝐓𝐡𝐨𝐬𝐞 𝐖𝐡𝐨 𝐅𝐚𝐥𝐥 𝐈𝐧 𝐋𝐨𝐯𝐞 [Otayuri AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora