Capítulo XXIV: Contigo para siempre

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-¿A dónde vamos? –era la trigésima quinta vez que Rominna me hacia la misma pregunta.

-No voy a decírtelo –le respondía cada vez que ella preguntaba.

-¿Puedo quitarme la venda de los ojos? Hace calor…

-Si no dejas de preguntar voy a vendarte la boca también –dije en un tono amenazante otra vez, pero tratando de contener la risa al verla tratando de espiar.

-Está bien –bufo cruzándose de brazos.

En los próximos diez minutos Rominna no emitió ni más el mínimo ruido o palabra, solo estaba a mi lado con su cabeza apoyada en la ventana del auto, hundida en sus pensamientos.

Mi estómago estaba hecho un nudo, al igual que mi garganta. A momentos podía sentir como mi cuerpo daba pequeños temblores totalmente involuntarios.

Malditos nervios, pensé apretando el volante con mis manos. Respire hondo tratando de liberar la tensión acumulada en mi interior.

-¿Por qué suspiras tanto, Avi? –pregunto ella dirigiéndome una mirada curiosa por debajo de la venda negra que cubría sus ojos. Aun con los ojos vendados podía adivinar su mirada.

-Por nada princesa –le respondí tratando de sonar lo más calmado posible. –Ya queda poco.

Al pronunciar esa frase, de inmediato Rominna se irguió en el asiento. Ansiosa por descubrir que había tras tanto misterio.

Ella no volvió a hablar, solo se limitaba a escuchar. Mi princesa podía percibir hasta el más mínimo movimiento.

Con cuidado, aparque mi auto en el único espacio libre que quedaba.

El día estaba realmente perfecto, el sol calentaba desde un rincón del manto azul claro sin quemar la piel, contrastando con la fria brisa de comienzos de primavera, el sol solo estaba allí, dándonos un poco de cálida luz. El mar estaba tranquilo, el cielo estaba limpio y la playa estaba casi vacía, realmente perfecto.

En cuanto apague el motor, baje del auto y fui directo a buscar a mi princesa. Abrí su puerta y la invite a bajar, no sin antes pedirle un pequeño favor:

-Quítate los zapatos –le pedí antes de ella saliera del auto.

-¿Qué? –ella intento quitar la venda, pero la detuve justo a tiempo.

-No los necesitaras.

Rominna se quedó quita un momento, tratando de analizar mis palabras.

Luego de unos segundos, sin protestar, se quitó los zapatos dejándolos en la parte trasera de mi auto.

-Vamos

Tome su mano para ayudarla a salir del auto, cerrando la puerta tras de ella.

***

-¿Estamos en la playa? –solo basto que sus pies tocaran la arena para que naciera aquella inevitable pregunta.

No respondí, solo bese su frente y la guié a través del extenso mar arenoso.

Sus sentidos parecían haberse desarrollado increíblemente, era como si todo le llamara la atención. A cada momento llenaba sus pulmones con el aire marino, el viento jugaba con sus cabellos, revolviéndolos y despeinándola.

-¿Queda mucho?

-Solo un poco princesa, ya casi llegamos.

A medida que íbamos caminando por la playa, el sol iba bajando acercándose más y más al atardecer.

Unos pasos más adelante, sobre la arena, entre luces y flores, esperaba su sorpresa y el paso más importante que yo y ella podríamos dar.

-Llegamos –le anuncie haciendo que ella se detuviera, de inmediato, Rominna llevo sus manos hacia la venda que cubría sus ojos. Ansiosa y casi desesperada por quitársela. –No –la detuve. –Espera un poco.

Despacio, me puse detrás de ella abrazándola por la cintura, enterrando mi nariz en sus cabellos, embriagándome con su aroma. Un pequeño suspiro escapo de los dos en el mismo instante.

-¿Recuerdas como todo sucedió? ¿Recuerdas como empezamos? –hable despacio, cerca de su oído. Ella se estremeció, como si por un segundo, una corriente de electricidad hubiera recorrido su espalda. -¿Recuerdas nuestro primer beso?

Con cuidado tome su mano, haciéndola girar para quedar frente a frente.

Lleve mis manos hasta su cabeza y desaté la venda, descubriendo sus ojos. La tela cayo a la arena sin importarme mucho que pasara con ella después.

Nuestras miradas se unieron al instante.

-Fui tan patética –rio ella. –La primera impresión que les di no fue la mejor del mundo.

Sus mejillas se enrojecieron al recordar su caída en el aeropuerto, cuando la fuimos a recoger.

-Yo solo rogaba para que no te hubieras lastimado, caíste muy fuerte.

-Torpe Rominna –rio de nuevo, enseñándome su hermosa sonrisa.

-Perfecta Rominna –le corregí.

Con delicadeza, tome su barbilla acercándola a mí lentamente. Ella cerró sus ojos, al sentir el contacto de mis labios con los suyos.

Un beso suave, tierno y lleno de amor. La amaba más que a nada en el mundo, incluso más que la BBQ, mucho más de lo que amaba la música y la comida.

-Te amo –susurre a un centímetro de sus labios después de besarla. –Te amo y quiero estar contigo para siempre.

Volví a tomar su mano y la guié unos cuantos pasos hasta dejarla en el centro.

Sobre la arena, entre pequeñas conchitas de mar, pétalos y flores, frente al océano, con el sol y el inmenso cielo de testigo, me arrodille frente a ella sacando de mi bolsillo una pequeña cajita cuadrada de color negro.

-Rominna, ¿te quieres casar conmigo?

A través del dolor {Segunda temporada de "Cumplir un sueño, y ¿algo más?"}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora