14 - Cicatrices del pasado

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Había regresado de dar clases a sus alumnos de la clase 1-A. Era de noche, era hora de asearse, hacer la cena y dormir de una buena vez.

Al llegar a su habitación no se sorprendió al encontrarse a Eri mirando caricaturas en la televisión. Sin embargo, cuando lo vio llegar saltó de su lugar y abrazó sus piernas (que es hasta donde podía llegar). Aizawa acarició su cabello. Adoraba cuando la niña lo recibía con una sonrisa, calmando sus tormentas generadas por sus retoños.

Decidió, luego de dejar los papeles en el escritorio, darse una ducha para terminar de quitarse el cansancio del día, así que sin más fue al baño, o mejor dicho, su rincón de pensamientos.

Esa noche, mientras sentía el agua recorriendo su piel, no fue la excepción: mientras él enjabonaba su cuerpo, podía sentir entre sus dedos las cicatrices, cicatrices que en su mayoría había recolectado de aquella vez, cuando había salvado a sus alumnos de los villanos, arriesgando su vida por ellos. Aquel acto había tomado consecuencias (además de una reprimenda de Recovery Girl), entre ellas su cuerpo destruido, aunque no tanto, por algo seguía vivo.

Recordó la sensación de sentir la sangre sobre su rostro mientras lo sostenían de todas partes. Recordó cuando había salvado la vida de su alumna Tsuyu justo a tiempo, dando su último aliento incluso con sus ojos al límite. Recordó... recordó cuando lo habían golpeado contra el suelo de piedra, lastimando su rostro.

Aizawa suspiró con la mirada perdida en la nada. Había hecho una promesa, una promesa de quedarse con sus alumnos hasta el final y protegerlos con su vida. Ellos eran el futuro y tenían potencial. Podían ser unos adolescentes hormonales insoportables, pero...

¿Qué sería de él sin ellos?

Mientras terminaba de enjabonar su cuerpo, se hizo una promesa: iba a ser quien protegiera a esos niños a donde quiera que el peligro los atrapase. Aun si rompían sus brazos, aún si rompían su rostro, a él no le importaba. Y si tenía que sacrificar su vida, también lo haría.

Pero aún así... no estaba seguro de poder lograrlo. Tenía, muy en el fondo, miedo de no poder cumplir con aquello, miedo de llegar tarde y no poder salvarlos, miedo de no ser suficiente...

Miedo de verlos morir.

- Uh, ¿Ai? ¿Estas bien? - la voz de la niña resono por las paredes del baño.

Aizawa se quedó sorprendido. Lo que menos se esperaba era que Eri entrase al baño cuando él lo estaba usando. Le había aclarado que no entrase a menos que fuese algo muy importante, y aunque ella era muy obediente, ¿por qué había desobedecido ahora?

- Estoy bien, Eri... ¿por qué lo preguntas?

- Porque escuché que estabas llorando.

Aizawa, con la frente apoyada contra la pared de la ducha, apretó los dientes y los puños intentando resistir sus sollozos y las lágrimas que se confundían con el agua que caía de la regadera. Sin embargo, no pudo. Ya no podía mantener su estabilidad firme y fría, aquella que utilizaba para ocultar el miedo que tenía, el miedo a fallarle a las personas que confiaban en él.

- ¿Ai? - la niña se acercó un poco más, visiblemente preocupada.

- Sólo... ve, vuelve con lo tuyo... son cosas de profesores - gimio Aizawa.

- No, no quiero verte triste... - insistió Eri.

Aizawa, sabiendo que no tenía opción con ella, cerró el agua de la ducha, se colocó una toalla sobre la cintura y se asomó por la cortina. Al verlo, Eri se quedó pasmada.

- Aizawa...

El hombre, mientras salía de la ducha, estalló en lágrimas que no pudo ocultar y se dejó caer sentándose en el suelo. Eri corrió hacia él.

La niña subió a los brazos del profesor que cuidaba de ella y lo abrazó por el cuello. Aizawa hizo lo mismo, conteniendo el pequeño cuerpo de Eri en sus manos, mientras cerraba los ojos para intentar calmar su llanto.

- Eri... ¿Crees que no soy suficiente para ti?

Eri se quedó extrañada, ¿cómo podía decir esas cosas?

- Tu... tu eres más que suficiente para mi, ¿por qué dices eso?

- Yo sólo... tengo miedo de fallar algún día... fallarte a ti y a los demás... - Aizawa jamás creyó que revelaría sus sentimientos de esa forma. Normalmente se los guardaba y nunca los expresaba.

- Nunca podrás fallarme, Ai - le dijo Eri reforzando su agarre - Me salvaste de él junto con Mirio y Deku... eres muy bueno cuidando de mi y enseñandome a controlar mi quirk...

- Me refiero a... - no sabía si la pequeña iba a asustarse si lo decía explícitamente - fallar en el sentido de no poder salvarte a tiempo.

Eri era inteligente, así que lo comprendió. Dejo de abrazar al hombre y tomó su rostro entre sus manos para mirarlo a los ojos.

- No tienes que preocuparte por eso... eres genial, siempre salvas a todos con esas maniobras increíbles... pero si algo me dijo, eh, Mirio, es que si piensas en algo que sólo te impidiria avanzar... no podrás llegar lejos.

Aizawa observó a la niña, calmandose poco a poco.

- Y... creo que quiso decir que no tienes que pensar en tus miedos de fallar, sino pensar en el tipo de persona que quieres ser y así lograr eso...

El hombre se quedó realmente sorprendido por sus palabras.

- Al parecer Mirio te ha enseñado muy bien.

Eri esbozó una sonrisa, una sonrisa que purifico el corazón de Aizawa, quien la acurruco contra su cuerpo en otro abrazo.

- Eri... gracias.

Ella sonrió mientras su mano pasaba por una de las cicatrices que él tenía en la piel.

¿Podría alguna vez evitar que volviese a lastimarse?



𝘿í𝙖𝙨 𝙙𝙚 𝙐.𝘼. | 𝙈𝙮 𝙃𝙚𝙧𝙤 𝘼𝙘𝙖𝙙𝙚𝙢𝙞𝙖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora