Capítulo 18

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Era una mañana fría, como todas últimamente, pero la chimenea encendida hacía más ameno el estar en esa casa.

Marinette dormía plácidamente en su sillón, un brazo cruzaba parte de su rostro y el otro se extendía fuera de la superficie acolchada. Cualquiera diría que se encontraba viendo una escena del exorcista, pero Adrien no. El rubio cuidó su sueño gran parte de la noche, la vio moverse de un lado a otro con inquietud y en más de una ocasión la oyó quejarse de cosas sin mucho sentido, que fuera de desagradarle, le pareció de lo más tierno.

Pensaba en la metamorfosis por alguna razón, en cómo su jefa pasaba de ser una mujer imponente ante todos en la oficina, alguien capaz de enfrentarse a la misma reina de Inglaterra de ser necesario, para luego convertirse en una mujer dulce y vulnerable, alguien compasiva y sentimental. Lo más magnífico era que en ambos aspectos rescataba una belleza inigualable en ella.

Tenía defectos como cualquiera, había pasado el suficiente tiempo junto a ella para percatarse... El suficiente tiempo como para aceptarlos y también apreciarlos.

El gusto por su jefa también había pasado por una metamorfosis, de la admiración pasó a la confidencia y de la confidencia a la necesidad de ver su sonrisa.Verla sonreír se había vuelto algo indispensable en su día a día, y es que sólo ella hacía que todos sus problemas fueran más amenos. Pero también estaba el lado en donde él podía ser su contención, donde podía juntar cada pieza rota de ella en sus brazos y secar cada lágrima con sus dedos sin temor alguno. Su relación había crecido lo suficiente para llamarlo una amistad, el problema era que Adrien no quería sólo una amistad, pero podía conformarse con eso hasta que sus sentimientos no tuvieran más remedio que explotar.

¿La amaba?

Si, lo hacía. Se dejó caer en aquel sentimiento en el momento que ella habló dormida por la noche, donde ella pronunció las palabras "No me dejes sola, Adrien." 

Adrien tomó la decisión de quedarse. Adrien tomó la decisión de aceptar que sufriría no poder tenerla en sus brazos como anhelaba, pero... Él no era consciente de que en el amor no se toma una "decisión", porque él ya la amaba desde mucho antes, sin darse cuenta.

La quedó mirando con una sonrisa suave en sus labios desde la cocina. Su cabello estaba algo desmarañado y sus mejillas pecosas con un rubor tenue, mas el maullido de Plagg lo hizo voltear.

—¿Qué pasa amigo?, ya te di comida. — el felino lo observó sentado arriba del mesón y Adrien acarició su cabeza. Aquel gesto no duró mucho puesto que un olor a quemado llegó a su nariz. —¡Ay no! ¿Por qué no lo dijiste antes? —sacó el pan hecho carbón de la tostadora y abrió una ventana echando el humo hacia afuera con un paño.

Plagg maulló una vez más comenzando a lamer su pata despreocupado, en la mente del felino él le había advertido. Tikki por otro lado le hacía compañía a su dueña acostada a sus pies en el sofá, levantó su cabeza observando al rubio a lo lejos y luego se volteó a ver como Marinette se removía en su sitio.

La azabache bostezó ampliamente y fregó sus ojos con sus manos, sentándose sobre el sillón. El olor a quemado también llegó a su nariz y con un incontrolable dolor de cabeza abrió sus ojos, miró hacia la cocina enfocando al extraño que agitaba un paño como si ahuyentara moscas, frenético.

Marinette tomó su cabeza con ambas manos, sintiendo un dolor agudo en sus sienes. Resaca, en una palabra más simple.

Algo aturdida miró sus pies descalzos y luego su vestido. Tomó con una mano lo que al parecer era un saco, muy familiar, que había caído en su regazo al sentarse.

—¿Qué? —entrecerró sus ojos al notar un pañuelo color verde en el bolsillo delantero de la prenda y lo entendió todo. Ese saco era de Adrien, su asistente, y estaba cubierta con el mientras dormía.

Te Puedes Quedar En Mi Corazón "Cada Tropiezo Me Lleva A Ti"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora