Capítulo 22

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¿Sabían que hay muchos tipos de silencio?, pues este en particular era uno con un ambiente cargado de seriedad.

El pasar de las hojas de los documentos sobre el escritorio, sólo contribuían a que los recuerdos del fin de semana debían ser borrados de sus mentes y corazones.

La puerta se abrió sin aviso de antelación y los ojos de ambos vieron en esa dirección con asombro e incluso molestia, ya que la falta de educación fue notable.

Nathaniel lucía furioso, eso era innegable. Su rostro estaba tan fruncido, que parecía que hubiera estado semanas de esa forma. Con su celular apretado en su mano y su elegante traje de oficina, se acercó al escritorio de quien era su novia hasta donde tenía conocimiento.

—¿Dónde estuviste el fin de semana?

Marinette al sólo oír su voz, sintió como se le revolvía el estómago, venían de manera fugaces los recuerdos de él en la cama con esa mujer y el dolor en su pecho incrementó más de lo que creía. Se levantó por la mañana con la ingenua idea de que podría manejar encontrarse con él pelirrojo, pero una cosa es decirlo y otra muy distinta es hacerlo.

Sus sentimientos se mezclaron, por un lado se exigía mantener la compostura y por el otro quería gritarle en la cara que era un hipócrita en su totalidad. No quería ver a Adrien, el cual se encontraba en su respectivo escritorio a unos metros, no podía verlo a la cara después de todo lo que hizo por ella y tenía claro que tendrían que hablar sobre lo que ocurrió en las cabañas, pero por sólo esa mañana quería que todo fuera como siempre.

—Buenos días también para usted, señor Kurtzberg. —saludó firme y segura, aunque estuviera destruida por dentro no se lo haría saber ahí.

—¿Por qué no me contestas el teléfono? —atacó él en un tono demandante. —fui a tu casa y una señora dijo que habías salido por el fin de semana, ¿dónde estabas?

—Señor Kurtzberg, si quiere esto lo podem...

—¡No! —alzó la voz dando un golpe en el escritorio y Adrien por acto reflejo se puso de pie. Marinette ahora si no pudo evitar ver los verdes de su asistente, pero suplicante y de manera muda le pidió que no interfiriera.

—Hablaremos después, a solas. —volvió a tomar los documentos, pero Nathaniel se los arrebató.

—Sal de aquí. —se dirigió al rubio con una mirada venenosa.

Adrien se quedó quieto e incluso devolviéndole la mirada sin titubear, cosa que no hacía más que incrementar la rabia en su superior.

—Él se queda aquí. —Marinette se puso de pie y le quitó los papeles nuevamente. —tiene trabajo que cumplir al igual que yo. Así que... Hablamos cuando estés calmado. — sentía que en cualquier momento perdería la capacidad de respirar, sobretodo cuando los ojos de Nathaniel hicieron contacto fijo con los suyos.

—Bien, después del trabajo...

—Yo te lo haré saber. —lo interrumpió sin la más mínima muestra de emoción en sus palabras y Nathaniel no tuvo más opción que salir por donde llegó.

De vuelta al silencio, la azabache se dejó caer en el asiento, cubriendo su rostro con ambas manos, no lloraría... No otra vez y mucho menos frente a Adrien, quien no dudó en acercarse a ella.

—Estoy bien. —soltó el aire. —no te preocupes. —él no hizo más que una mueca dolorosa, quería abrazarla y contenerla, porque tenía muy claro que eso era mentira.

—¿Llamo a alguien? —susurró manteniendo la distancia. —¿a Luka?, ¿o la señorita Kagami? —Marinette negó con la cabeza y aclaró su garganta.

Te Puedes Quedar En Mi Corazón "Cada Tropiezo Me Lleva A Ti"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora