Capítulo 13.

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Luego de la partida del azabache, Deidara regresó a la cocina; ahora por algo de hielo para su hermano menor.

—¿En serio, Naruto?, me voy veinte minutos y ya lo trataste mal— el rubio mayor le lanzó una pequeña bolsa con el contenido frío.

—No empieces con tus sermones que no estoy de humor— suspiró mientras se colocaba la fría bolsa en la mejilla izquierda. Solo esperaba que no se fuera a hinchar mucho, Sasuke si que tenía la mano pesada.

—No es sólo un sermón de hermano mayor, es sólo un consejo, estas tirando todo a la mierda con ese chico; se que te sientes asustado pero no por eso debes descargarte con él. ¿Acaso pretendes pasar por lo mismo que pasaste con Shion?

La sola mención de esa mujer hizo que menor desviará la mirada. Montones de recuerdos llegaban a su mente y no pudo evitar sentir como su pecho dolía.

—No — fue la vaga respuesta que dio.

—Pues deja de ser tan idiota y será mejor que mañana mismo le pidas perdón a Sasuke. Él es una buena persona y no merece ser tratado de esa manera, ni por ti, ni por nadie.

—Lo sé pero es que Dei, ¡sólo tiene diecisiete años!— agachó la cabeza en señal de rendición.

—¿Eso en verdad importa?, créeme que si yo estuviera en tu lugar y Sasuke así tuviera quince o al revés tuviera treinta, te aseguró que no lo dejaría ir. Ahora levanta tu estúpido trasero, y vayamos a cenar antes de que se enfríe más la comida.

Con esas últimas palabras el blondo mayor dejó a su hermano en un estado pensativo.

~•~

Miró una vez más su reloj, faltaban diez minutos para la medianoche.

—Estúpido Naruto— lo maldijo mientras trataba de caminar más rápido todavía quedaba un buen tramo antes de llegar a su casa.

Mordió su labio inferior en señal de neviosismo; su madre debía estar muy preocupada por él. Con ese último pensamiento en mente decidió correr para acortar su tiempo de llegada.

Las pocas miradas de desconocidos le importaban un bledo, seguía corriendo sin pensar en algo más.

Atravesó más de ocho cuadras antes de por fin llegar a su hogar, su respiración era demasiado acelerada, sentía como casi sus pulmones se le salían del pecho, apenas y había parado lo suficiente para no sufrir un ataque de asma.

Aún jadeando sacó de su mochila las llaves de su casa y con algo de torpeza la deslizó en la cerradura. Trató de entrar con el menor ruido pero la luz en la sala le hizo entender que lo estaban esperando.

—Hasta que por fin te dignas a aparecer, pequeño mocoso, ¿dónde estabas?— seguido de esas palabras sólo pudo sentir como su mejilla ardía.

El cabrón le había soltado una bofetada

—¡Fugaku, no!— la azabache trató de frenar a su esposo.

—¡No defiendas a este bastardo!— la empujó contra uno de los sofás— ¡Y tú!, No te basta con ser un marica sino que además eres una zorra que llega a estas horas— el hombre volvió a golpear al moreno, está vez había dado directo en su ojo.

Sasuke sólo pudo soltar un gritó de dolor; no tuvo oportunidad de defenderse cuando un tercer golpe llegó está vez fue un gancho en el estómago que lo hizo perder el equilibrio; cayendo de rodillas al piso.

Los golpes siguieron hasta que Fugaku se quedó sin fuerza. La cara le dolía horrores, su labio sangraba estaba seguro de que lucía terrible.

—¿Qué es todo lo que puedes aguantar, mocoso?, me das asco no mereces llevar mi apellido, maldito fenómeno— lo tomó por el brazo y lo jaló hasta el cuarto del menor— no saldrás de aquí hasta que te sepas comportar como todo un Uchiha— dicho eso azotó la puerta y la cerró con llave.

Querido profesor (NaruSasu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora