Prólogo

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Observo el cuarto a mi alrededor y me aguanto el llanto, debo controlarlo, no puedo derrumbarme, no ahora, ellos me necesitan, son lo único que Lía me dejó, ellos...son todo lo que tengo de ella.

-Sé que tu vida no era la mejor, cariño –limpio las lágrimas que se me escaparon –pero tenías cosas por las que luchar, los tenías a ellos, me...me tenías a mí –el hecho de estarle hablando al aire en su habitación solo hace que el dolor en mi pecho se intensifique.

Observo su cama hecha y sé que eso debió hacerlo su madre, ella nunca hacía su cama cuando se despertaba.

Observo la cuerda colgar del techo y no puedo evitar arrastrar una silla y empezar a desatarla con sumo cuidado, el mismo que ella debió tener cuando la ató.

Mi vida era perfecta, tenía a mi familia y la tenía a ella, pero la suya estaba lejos de serlo, aunque tuviera a mi familia, me tuviera a mí y los tuviera a ellos. Su vida nunca fue buena desde que su padre se fue, eso lo tengo muy claro.

Ahora su vida nunca será perfecta y la mía dejó de serlo.

Sabía que ella tenía problemas, claro que lo sabía, sabía que sufría, sabía eso y siempre estuve ahí tratando de hacerla sonreír.

Era lo único que podía hacer cuando ella nunca quiso contarme que sucedía, como podía ayudarla, que debía hacer, si me hubiese pedido mi vida y supiera que eso la haría feliz se la hubiera dado sin siquiera dudarlo.

Así que solo me limité a hacer lo que podía por ayudarla, si se escapaba de casa yo la acompañaban aunque eso significaría un gran castigo para mí.

La culpabilidad nunca dejará de atormentarme, tenía llamadas perdidas suyas, mensajes de ella diciendo cuando me necesitaba en ese momento, mensajes pidiéndome que la ayudara, que ya no podía seguir luchando.

Y su último mensaje, ese mensaje pidiéndome que buscara su diario, que lo leyera sola y entendería todo, que hiciera lo que ella pudo...tener su venganza.

No sé de qué ni de quién, pero claramente haré eso, ni siquiera voy a dudarlo un segundo.

Solo sé que cuando vi esos mensajes vine corriendo a buscarla y su mamá fue quién me recibió, con los ojos hinchados por el llanto, diciéndome que te habías rendido y decidiste tu misma acabar tu batalla.

Noticia que...noticia que me dieron hace tan solo minutos, solo quiero que sepas que...si esto es una broma no me hace gracia.

Me bajo de la silla con la cuerda en la mano y me giro para ver a su mamá en el marco de la puerta, las lágrimas que bajaban por sus mejillas se me hicieron las lágrimas más falsas que podría ver en todo mi vida.

Aun así me contuve y le brindé una pequeña sonrisa que me costó hacer.

-¿Podría quedarme a solas unos minutos? –cuestioné con la voz quebrada.

-No creo... no creo que sea buena idea –su voz estaba ronca.

-Está bien, solo tomaré nuestros álbumes de fotos –murmuro.

Ignorando el hecho de que no me quiso dejar sola en la habitación me dirijo al armario y me adentro en el buscando la caja en la que me había dicho antes tenía nuestras cosas.

La diviso en la parte de arriba y me pongo de puntitas para alcanzarla, Lía era la alta en nuestra amistad.

Cuando la tengo en mis manos quito la tapa y el diario de Lía me da la bienvenida, no lo saco ni nada, solo vuelvo a cerrar la caja y me doy la vuelta dispuesta a irme de este lugar.

-Lo siento mucho Ami, se cuánto la querías –dio una palmadita en mi hombro cuando pasé por su lado.

Asentí sin decir una palabra dirigiéndome a la casa de mis padres, aunque el camino que solo tomaba veinte minutos se convirtieron en dos horas debido a que debía de estar parando constantemente por que las lágrimas impedían mi visión.

Por fin llego a casa y tomo todo bajando del auto, me quedo plantado frente a la puerta sin saber que decir o que hacer ¿Cómo se los diré a mis padres?

Ella era una hija más para ellos, una vez incluso hablaron sobre decirles a sus padres que firmaran los papeles para adoptarla, su madre no aceptó.

-¿Ami? –Me giró viendo a mi hermano acercarse a mí --¿Qué haces aquí? ¿Por qué no entras? –Tenía una sonrisa que se le borró cuando vio mi rostro --¿Qué sucede? –se apresuró en llegar conmigo.

Solté un sollozo y no tardó en apretarme contra su pecho mientras acariciaba mi cabello y trataba de calmarme.

-¿Quién te hizo esto? –Cuestionó --¿a quién debo partirle cada miserable hueso de su cuerpo? –murmuró con la voz enronquecida de la ira.

-Lía –sollocé con fuerza.

-¿Pelearon? –se notó confundido.

-Ella...está.

-¿Está qué? –Me separó de él sosteniéndome los hombros y obligándome a mirarlo –dime que sucedió, me estás preocupando, Ami.

-¿Qué es ese escándalo? –Papá abrió la puerta --¿Ami? ¿Supiste algo de Lía? ¿Qué sucede? –me giró hacia él en cuanto escuchó mi sollozo.

-Lía –tartamudee sollozando.

-¿Le sucedió algo? –cuestionó en voz baja notablemente preocupado.

Baje la mirada a mis manos y el observo la caja y la cuerda a la que me aferraba con fuerza.

-No –un susurro lastimero salió de sus labios mientras tomaba la cuerda con tanto cuidado que me hizo sollozar más fuerte –mi Lía –y por primera vez vi al hombre más fuerte que conocía derramar lágrimas, papá nunca lloraba, nunca lo hizo, no derramó ninguna lagrima desde que perdió a sus padres en un accidente cuando tenía dieciocho años.

Sin poder observarlo llorar pasé a su lado tratando de limpiar mis lágrimas inútilmente.

-Cariño –escuché a mamá hablarme desde la sala –los niños ya están dormidos ¿ha venido Lía a verlos? –cuestionó a mis espaldas.

-No creo que venga –susurré yendo directamente a mi antigua habitación.

Cerré la puerta poniendo seguro y dejé la caja en la cama sacando el diario, yendo directo al escritorio y empezando a leer sin perder tiempo.

Mientras más rápido lea, más rápido sabré porque ella quería que yo leyera su diario y que terminara lo que ella no pudo siquiera iniciar.

EL DIARIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora