Mortal

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Este es un borrador de algo que tengo en mente y que desarrollaré cuando acabe mi novela principal. Tengo que corregir muchas cosas todavía.

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La ciudad se ocultaba bajo una espesa capa de bruma, apenas podía distinguirse la débil luz de las farolas que alumbraban con dificultad las ahora silenciosas y poco transitadas callejuelas.

La joven observaba nerviosa desde la parte trasera del vehículo, escondida tras aquellas ventanas tintadas que parecían alejarla de la realidad. La muchacha creyó que habían transcurrido largas horas cuando el coche por fin se detuvo. Su pulso se aceleró cuando los dos hombres que la acompañaban bajaron del vehículo. Su creciente nerviosismo se debía en parte a que hacía rato que  no sabía dónde estaba y la espesa capa de niebla no ayudaba. Uno de los hombres le abrió la puerta desde el exterior y ella se apresuró a salir, bajando con delicadeza de aquel rolls-royce negro, pues temía arañar aquellos costosos asientos de cuero.

Durante el trayecto se había maravillado con aquella elegante pieza  más propia de museo, pero su distracción no duró mucho pues los dos hombres que la acompañaban de algún modo la intimidaban y esto le obligaba a estar atenta a lo que la rodeaba.

Cuando sus pies hubieron tocado suelo, la joven tomó una gran bocanada de aire y supo que había sido arrastrada a un lugar cercano a la costa, pues podía sentir la brisa marina sobre su piel, el olor inconfundible del mar y aquel calor húmedo, pesado, que se le pegaba en la piel.  Arrastró los pies como si estos le pesaran, con desgana, pues de algún modo había sido casi secuestrada por dos individuos de aspecto espeluznante y que la habían "invitado" a acompañarles. Ella se habría intentado negar, pero algo le decía que aquella invitación había sido mera cortesía, tampoco supo negarse, pues su naturaleza curiosa siempre la metía en los más tortuosos enredos. Ya habría tiempo de lamentarse después, pensó.

Estuvieron andando durante largos minutos y el silencio de aquellos dos hombres cada vez se le hacía más pesado. Su corazón parecía ir acelerado, pues a pesar de que ella siempre se había caracterizado por su valentía, esta vez tenía la sensación de haberse metido en un buen lio…

Parecieron llegar a su destino cuando uno de los dos hombres aminoró la marcha hasta detenerse por completo en lo que parecía a simple vista una antigua fábrica abandonada. El otro hombre vociferó unos cuantos alaridos en una lengua extraña para luego coger a la joven por el brazo y arrastrarla hasta el interior del lugar.

La joven se temió lo peor y clavó sus pies con fuerza en el suelo, un último intento de resistencia quizás, aunque inútil, pues aquellos corpulentos hombres la arrastraron con brusquedad hacia el interior.  Una vez hubo entrado profirió un suspiro de alivio y destensó sus músculos un poco, pues aquello que sus ojos violáceos contemplaban la dejó maravillada, una especie de club clandestino dónde todo estaba cuidado hasta el más mínimo detalle. Las largas y tupidas cortinas de terciopelo formaban cascadas carmesís que se desbordaban por el suelo, las enormes lámparas de araña que dotaban de una sublime majestuosidad al ambiente, las alfombras persas que contrastaban con aquellos suelos de ébano que formaban los más intrincados mosaicos, los sillones de terciopelo de aspecto barroco  con todas aquellas betas doradas que enmarcaban los mullidos cojines , aquellos invitados con los más costosos y refinados atuendos….

Pero aquello que capto su atención no fue el mágico lugar que ante sus ojos se erguía, sino la joven que se encontraba sobre el escenario entonando la canción de "My baby shot me dawn" de Nancy Sinatra con una melódica voz rasgada, casi hipnótica, aquella mujer de cabello dorado, el cual  caía en cascada por su espalda formando hermosos bucles que terminaban a la altura de su cadera.

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