Fragmentos

3

Y en el rugir de la batalla, sobre aquella espesa capa de nieve dónde los cadáveres se amontonaban y el blanco era mancillado por un rojo carmesí, apareció mi enemigo, y supe que era ella cuando sin compasión y con una absoluta frialdad su espada atravesó sin vacilar los cuerpos de todos aquellos vampiros que caían como moscas en su tela de araña, pues ni su rapidez ni su destreza eran de este mundo, así como tampoco lo era su belleza, la cual pude contemplar cuando descubrió su rostro dejando caer la capucha que lo había cubierto hasta dicho momento.

Y aquella belleza me dejó perplejo, su tez blanquecina cual estatua de mármol, sus cabellos dorados mal cortados que no llegaban a rozar sus hombros, sus  labios rojizos y sus armoniosas facciones que se burlaban de la perfección griega…, pero aquello que más me turbó fueron sus ojos, y no por la intensidad de aquel azul violáceo tan irreal, sino por lo que estos expresaban…

"la nada"

Y la frialdad de aquellos ojos me descompuso, pues hasta dicho momento jamás había contemplado una mirada tan vacía y tan desprovista de humanidad, y sé que sonará extraño viniendo de mi, definido como un ser despiadado y frio,  pero mis ojos solían reflejar las pasiones de mi alma a diferencia de mi inexpresivo rostro, y esto de algún modo podía reflejar un atisbo de mi humanidad pues aunque aquello que se reflejaba en mis ojos era el odio, el desprecio, el sadismo y una profunda oscuridad , esto no dejaban de ser pasiones tan humanas cómo el amor o la felicidad..., pero los ojos de aquel ser estaban vacios, helados…, como si su cuerpo fuese un contenedor sin alma, un títere que ni siente ni padece y sucumbe a las ordenes de su titiritero. ¿Era posible que la envolviese una oscuridad mucho más profunda y pesada que la que a mí me rodeaba? No lo sabía, pero su letalidad me cautivaba y cuando clavó sus ojos violáceos sobre mí, supe que este mundo era demasiado pequeño para ambos.

Eliott