Capítulo 19. Los celos no son buenos

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El barco navegaba en dirección a Gran Tesoro para hablar con Gild Tesoro con un tema importante con relación a los Dragones Celestiales. Tais y Golzy observaban el paisaje del océano. Espléndida la belleza del mar. Era indistinguible ver más allá que no sea esa línea que cualquier persona viese. La ratona no paraba de mover la cola con mucha ilusión. Las ganas de averiguar nuevo terreno era su instinto al igual que su amiga. Pero Golzy tenía otros planes. Últimamente la joven se pasaba todas las noches en la recámara de Lucci. La peli-miel tenía que tapar sus orejas para no escuchar los gemidos de la morena.

Ella sí que tenía energía. Spandam dijo una vez que Golzy se estaba convirtiendo en una ninfómana. Eso a Lucci no le molestaba, más bien le gustaba. Una Kemonomimi que tenía ganas de jugar. Una ratona alada con un morbo gigantesco. Tais era muy vergonzosa para pedirle al peli-morado de darle ese cariño, como aquella primera vez. El olor a mar salada inundó sus fosas nasales quedándose ahí un buen rato, pero con las orejas levantadas. Estaba atenta a cada movimiento que escuchaba. El camino era muy largo y un tanto aburrido para algunos, pero para otros no. Ningún marine se atrevía a entrar en el cuarto del jefe del CP0. Aunque se dedicaban escuchar esos sonidos placenteros del pequeño murciélago. Uno se calentaba.

Spandam los tuvo que regalar por ser unos espías. Si se enterara Lucci, era más fácil que matase a todos. Y una noche, en su recamara, intentaba ignorar esos gemidos estruendosos. Y a su lado una Tais tensa y nerviosa. Hacía tiempo que ninguno había tenido relaciones sexuales. Le dijo la última vez que solo lo harían cuando ella entrase en celo. Pero sabía perfectamente que las Kemonomimi podían tener sexo sin necesidad de estar en esa época. Ejemplo claro era Golzy. ¿Cómo era posible que su actual jefe tuviera tanta energía para soportar a una ninfómana? A lo mejor porque era joven. Él era todo lo contrario.

Sus párpados estaban cerrados queriendo ignorarlos. Se centraba más bien en el perfume de Tais. Natural y dulce. Una mezcla de jazmín y durazno. Agradable para su olfato atrofiado. Decidió moverse lentamente para rodear su brazo en la cadera de la joven. Estaba dormida, no deseaba despertarla. Siguió concentrándose en el aroma a ver si era posible quedarse dormido. Y así fue. El sueño lo dominó completamente y no fue el único. Tais, al estar tan tensa, se relajó al notar su cercanía y como la abrazaba. Un abrazo de pura protección. Debajo de esa piel de cobarde y cruel, aún había un hombre que solo necesitaba cariño.

A la mañana siguiente, un marine anunció sobre la llegada al barco inmenso de Tesoro. Las primeras en visualizarlo eran las Kemonomimis que parpadearon sus ojos impresionadas por el gran tamaño. Era más grande que el suyo. Y no parecía una nave. Era una gran ciudad o un casino. Las alas de Golzy se extendieron con ganas de emprender un vuelo alrededor de ese lugar y lo hizo. Solo escuchó a su amiga Tais que no hiciera ninguna locura. Solo era ver y volver. La gótica lo sabía perfectamente porque no quería preocuparla. Ni tampoco que Lucci la castigara, aunque eso no le importaba. Sus ojos grises visualizaban a mucha gente con ropa elegante yendo de un lado para otro con mucho dinero en sus manos. ¿Personas poderosas?

Dio un giro rápido para volver al navío del marine y fue comentando a Tais de lo que vio. La ratona se estaba ilusionando muchísimo ante la idea de ver esos edificios gigantes. Lo único que no sabían, era que iban a entrar en una zona bastante peligrosa. El barco se adentraba en el canal y unas gotas doradas caían sobre ellos. Los marines estaban temblando y algunos tragaban salivas, pero para las Kemonomimis era polvo que jugaban con ella sin darse cuenta ante las consecuencias. Lucci y Spandam estaban serios. Tesoro era un hombre que pensaba que vivía en una vida de lujo y era arrogante. Creyéndose superior a un dios. A los mismísimos Dragones Celestiales.

El barco atracó en el muelle y ellos dos junto con las Kemonomimis fueron en dirección al despacho de Tesoro. Para ello, debían pasar por todo ese lugar hasta llegar a un gran edificio. Ese sería una gran oportunidad para las chicas en observar detenidamente el lugar. La emoción se le notaba en sus ojos. De repente, Tais al estar despistada, se topó con un niño pequeño que tenía una cesta llena de rosas. Ese muchacho se asustó un poco al ver la apariencia de la joven, pero se relajó. Él alzó la cesta con súplica a que le comprase una flor. Tais observó con detenimiento a las vestimentas del chico y estaba rasgada y rota.

Kemonomimi (One Piece x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora