Capítulo 2. Vivir con las Kemonomimis

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En el reino de Totto Land, todo era paz y tranquilidad. La gente paseaba con mucha tranquilidad en el mundo de los dulces, hasta los hommies canturreaban felices de como iba la mañana. Las semanas pasaron desde que llegó aquel comerciante con las Kemonomimis. Y hablando de ellas, se han instalado perfectamente en el hogar de la familia Charlotte, pero los niños abusaban de ellas. La pequeña gata huía cuanto podía de esos críos porque no le gustaba el ruido que hacían. Se subió a un árbol acostándose en una rama. Le gustaba oír el cantar de los pájaros, por eso movía las orejas de un lado para otro.

Mientras tanto, la otra cría también se escondía de esos niños porque no paraban de tocarle la cola. Los Kemonomimis tenían una debilidad y era que le acariciaran esa zona erógena. Se metió en la cocina inhalando un olor bastante dulce para su olfato. Se acercó por instinto como canino que era y se subió a la encimera encontrándose un gran plato de trozos de chocolate. En estas semanas ha comido lo típico que una zorra tenía que comer, pero era la primera vez que veía algo así. Miró por todos lados a ver si había alguien, tomó uno y se lo llevó a la boca. Una explosión de dulce sintió en su paladar que sus ojos brillaron con mucha intensidad. Nunca ha probado algo tan delicioso.

Escuchó unos pasos aproximarse a la cocina y decidió coger el plato y esconderse debajo de una mesa, donde la cubre un gran mantel. Resonaban espuelas de botas provenientes de un gran hombre, del comandante de la familia Charlotte. Katakuri entró en la sala aprovechando que no había ningún cocinero en esa hora. Solía ir allí para coger algún aperitivo: donuts. Era su gran pasión y nadie se lo podía objetar. Se dirigió hacia la zona de repostería donde suelen guardar los dulces, pero notó algo raro en el ambiente. Oyó un ruido como si alguien estuviera comiendo ahí. Sus ojos granates se posaron en la mesa y se aproximó levantando el mantel; su rostro serio cambió por completo al ver que era la pequeña quien comía con mucha ilusión el chocolate.

—Veo que ya has encontrado tu comida favorita —dice percibiendo la mirada de la Kemonomimi. Esos ojos avellanas demostraban felicidad absoluta—. No te lo comas todo. —Extendió el brazo hacia el plato, pero recibió un gruñido por parte de ella—. Len, sé buena niña y dame el plato —se lo dice con suma paciencia. La nombrada puso un puchero de lo más adorable. «Maldita sea, aprendió de mis hermanos pequeños», pensó rodando los ojos. Suspiró y tomó en brazos a la chica sacándola de ahí—. Que sea la última vez que hagas esto, eso lo que hiciste es robar.

Oh vaya, se ha dado cuenta que él también estuvo a punto de hacerlo, que contrariedad. Sacó a la joven Kitsune de la cocina antes de que llegaran los cocineros o el propio chef. Observaba como Len comía sin cesar esos trozos de chocolate con suma felicidad, se notaba como movía la cola. Le enternecía la verdad. Recordó que les gruñía a todos sus hermanos con suma desconfianza, y no porque eran grandes, sino porque eran idiotas ante sus ojos. Sin embargo, sintió interés en Katakuri viendo que el hombre era muy tranquilo con una serenidad seria. Eso hizo que se aproximase a él y arañaba sus botas queriendo algo de atención. Era por ello que él se encargaba de la pequeña, ya que los otros de sus hermanos no podían. Les gruñía o les arañaba.

Ya fuera del castillo, observó a uno de sus hermanos mirando en cada esquina como si estuviera encontrando algo o a alguien. Recibió la mirada de él con un rostro preocupado.

—¿Ocurre algo, Cracker? —preguntó ya estando a su lado.

—Estoy buscando a Amélie, ¿la has visto? —Amélie era la Kemonomimi con forma de gata.

—Seguramente se escabulló en algún sitio, al igual que esta señorita.

Len solo sonrió feliz sabiendo que hablaba de ella. Katakuri ríe bajito al ver esos dientes manchados de chocolate, al igual que sus labios. Se lo limpió con su guante.

Kemonomimi (One Piece x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora