Capítulo 6. El problema de la desnudez

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Whole Cake, hogar de Charlotte Linlin, era un lugar donde la gente disfrutaba de los dulces que creaba el chef más veterano del reino. Eran puro arte y comestible. ¿Quién no aprovecharía esa ocasión? Para Len era una gran oportunidad cada vez que veía chocolate. Era su dulce favorito y no podía remediarlo. Se escabullía para meterse en la cocina y coger un buen plato de ese manjar que se le deshace de su boca, pero vigilando que Streussen no estuviera ahí porque no le caía bien. Era muy cascarrabias en todos los aspectos. Y menos mal que su nariz y sus orejas estaban desarrollados lo suficiente como para notarlo. Estaba enfrente de la cocina y abrió lentamente para meter la cabeza, olfateando la zona para averiguar qué no había nadie.

Dio un pequeño ladrido de felicidad al ver que no había nadie. Se metió por completo en la habitación buscando con la nariz su gran pasión, su dulce favorito. Y ahí estaba, en un gran plato hondo que será llevado a Linlin. A Len le importaba poco, tenía las agallas suficiente como para cogerlo y esconderse debajo de la mesa, como hacía de pequeña. Abrió ampliamente su boca para meterse unos cuantos bombones y masticarlos, era una bruta de naturaleza. Estaba disfrutando de su comilona y, de repente, reconoció un olor que provenía de hace cinco meses cuando era pequeña. Tuvo suerte que en la cocina había grandes ventanales por si ocurría un gran incendio.

Salió de su escondite para asomarse al cristal y reconoció a la pareja. Era una mujer y un hombre que paseaban felizmente; Len se dio cuenta la barriga que tenía la chica. Amplió más el olfato, donde sus ojos se iluminaron al momento. Estaba embarazada. Len comenzó a recordar hace cinco meses atrás de que esa pareja se besó. La mente de la Kemonomimi empezó a trabajar y entender, hasta que sus mejillas se pusieron rojas.

—¿Sí beso a Katakuri me quedaré embarazada? —se preguntó así misma. Ay, la inocencia.

Se imaginó tener una gran familia con el mayor de todos sus hermanos. Apuesto, caballeroso, honesto… Sería un buen padre, pensó Len. Sería tan lindo tener una relación con el peli-granate que su corazón bombeó con fuerza. Solo le faltaba descubrir que hay detrás de esa bufanda, como será su mandíbula. Él se veía un verdadero macho alfa que cuidará perfectamente de ella y de sus hijos. Solo necesitaba darle un beso y poder quedarse embarazada de él. Sin darse cuenta, cierta persona estaba detrás suya con un semblante serio. Len reconoció el olor y se giró con un rostro lleno de felicidad.

—¡Katakuri! —Abrazó una de sus piernas, ya que era muy alto.

—Veo que eres muy tozuda —dice, mientras se agachó para estar a su altura—. Eres muy terca.

—Ese chef idiota lo que debe hacer es darme un buen plato —añadió. Aprovechó para restregar su cabeza contra la de él, moviendo la cola muy feliz.

—Para eso tienes que decírmelo y yo me encargo del resto. —Desde que su cuerpo se desarrolló por completo, Len ha hecho alguna que otra travesura más, pero era porque tenía mente de niña aún—. Será mejor que nos larguemos.

—¿A dónde iremos?

—Fuera del castillo.

A Len le pareció una buena idea. Le gustaba explorar fuera del hogar de los Charlotte que pasar la vida encerrada y sin hacer nada. Siguió los pasos de Katakuri, donde solo se escuchaba las espuelas del comandante. La Kitsunemimi se sentía pequeña al lado del grandullón y eso que hado un estirón, pero no demasiado. ¿Cómo era posible que él esté así? ¿Habrá tomado leche? Muchas preguntas resurgían en la cabeza de Len, teniendo cuidado en no estar debajo de los zapatos de Katakuri porque sería aplastada. Él estaba pendiente a los pasos de la chica, ante sus ojos veía a una mujer desarrollada y, al mismo tiempo, a una niña que estaba en pleno crecimiento.

Sus hermanos Oven y Daifuku no quitaban el ojo de encima porque les parecía bonita. Katakuri no podía negarlo, pero todavía era inocente como para estar con hombres con mentalidad adulta. Recordó que cuando salieron de esa habitación, sus hermanos mellizos hicieron unos comentarios hacia ella y Amélie. Cracker les gruñó por ser unos pervertidos delante de ellas. Él y su hermano se han vuelto más protectores que nunca con las chicas porque uno sabe lo que pudiera ocurrir. Pero también notó un cambio extraño en Len. Se volvió más enérgica y era amable con Katakuri, pero cuando se le acercaba alguien, ella le gruñía no gustándole demasiado su cercanía. Su personalidad a lo tsundere se ha profundizado aún más de lo que creía.

Kemonomimi (One Piece x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora