Capítulo 22. Dulce oveja mimosa

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—¿Cuánto falta para llegar?

—Bastante.

El viaje iba a ser muy largo y pesado para la joven Bibianne. Miraba el mar buscando algún punto en concreto. Una señal de alguna isla mencionada por aquel hombre cabellos rubios como el oro. En cambio, Crocodile estaba sumamente tranquilo sentado en un sillón y leyendo el periódico. Tenía que estar al día, y más aún si viera indicio alguno por parte de la tripulación de Mugiwara. Se preguntaba una y otra vez por qué dejó que viviera. Hubiera podido arrebatarle su corazón y no. El chico lo liberó de Impel Down y era una forma de agradecérselo, pero a regañadientes. Él era un hombre serio que se tomaba las cosas con mucha paciencia. Tenerlo todo analizado.

De vez en cuando, echaba un pequeño vistazo en la Kemonomimi. Ella estaba aburrida. Se notaba en la posición en que estaba. Mirada fija en el océano, mano apoyada en la barbilla, orejas moviéndose un poco y rostro cansado. Sí, definitivamente era señal de aburrimiento. Ambos estaban en el camarote, mientras que su mano derecha se encargaba de que la tripulación hacía su trabajo. La peli-turquesa no paraba de bostezar o suspirar, queriendo acabar con esta tortura. Nunca pensó aburrirse a tal extremo. Ni siquiera Crocodile la mimaba cuando antes. Echaba de menos sus caricias en su cabeza, o incluso en sus orejas.

Sin dudarlo en ningún momento, se aproximó a él con la intención de estar más cerca. Baliteó bajito para llamar su atención. Él ni caso. Estaba muy centrado con la lectura. Bibianne infló los mofletes un tanto molesta. Volvió a realizar ese sonido de oveja, pero añadiendo una restregada con su cabeza en el brazo. Crocodile desvió un poco los ojos para verla. Estaba claro que lo llamaba porque no paraba de balitear. Espiró el humo de su humo pensando con mucha claridad que hacer. Movió la cabeza indicándola que se sentara sobre su regazo. La peli-turquesa lo hizo con una gran sonrisa en su rostro que deslumbraría a cualquiera.

Apoyó la cabeza con gran ilusión en el pecho del ex-Shichibukai, aprovechando de escuchar los latidos de su corazón. Eran muy relajantes, tanto que no quisiera separarse. El hombre seguía con su lectura de hoy. Aunque guio su mano sana hacia los cabellos de la Kemonomimi. Criaturas dóciles y mimosas. ¿Todas las hembras eran así? Seguramente que no. Algunas serán problemáticas y otras sumisas. Y Bibianne era de esas últimas. Debería considerarse un hombre afortunado porque se estaba haciendo mayor. Esto no quiera decir que no se haya acostado con mujeres cuando fue pirata y presidente de Baroque Works, o en el mismísimo casino de Alabasta.

Lo hacía por placer. Ahora era distinto. La calidez que emanaba la pequeña oveja era una sensación que había echado tanto de menos. O no lo recordaba. Cariño y amor. ¿Quién se lo daba? ¿Su madre? Sus recuerdos comenzaron a divagar, buscando un sonido familiar proveniente de un ser querido. Pero nada. Solo gritos de desesperación. Su pasado no era nada agradable y le costaba olvidar. ¿Por qué presenció la muerte de Gold Roger? ¿Por qué se unió a la marine, como si fuera un perro más del Gobierno? ¿Por qué hizo todas esas cosas? ¿Por venganza? ¿Venganza de qué?

De repente, esos recuerdos borrosos se esfumaron al sentir la cabeza de Bibianne por debajo de su barbilla. La estaba restregando muy felizmente. Tenía mucho cuidado en no rozar sus pequeños cuernos. No encontraba palabras para expresar ese sentimiento que se avivaba en su ser. ¿Ternura? Lo era. Siempre lo fue desde que era una niña. Dejó el periódico en la mesa para abrazarla como era debido. Era extraño que un hombre como él sea cariñoso con la única mujer que lo hacía sentir bien. Si algo malo le pasase, nunca se lo perdonaba. Y menos mal que Doflamingo no le hizo nada porque ya lo estaría maldiciendo de unas mil maneras.

—Me gustan tus caricias, Crocodile —confesó la joven.

—Ah, ¿sí? Tienes suerte que tenga una mano porque imagínate si tuviera dos garfios. No podrías sentir lo mismo.

Kemonomimi (One Piece x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora