Capítulo XXI

1.6K 213 65
                                    

*Zee POV*

Miré a Jenni, estaba algo rara, últimamente siempre estaba rara. Estábamos sobre una de las torres más altas de la cuidad. 

Observé fijo la oscura noche, el cielo estaba extraño, inusual. Y recordé la admiración de Saint por la noche, le encantaba la noche. 

Lo extrañaba, lo necesitaba. Es increíble pensar que jamás sentí esto por alguien, pero sabía que no podía estar con él, que no debía estarlo. Fue un error dejar que eso pasara, pero no me arrepiento, jamás podría arrepentirme, jamás lo haría. 

Todo había vuelto a ser como antes. Yo jugando con las almas del mundo, llenando de odio y maldad a las personas, y fingiendo que nada me importa. Sonreí levemente y giré sobre mi mano el pedazo de vidrio roto con el que estaba jugando. Como era de esperarse me corté, extrañamente sentí un líquido cálido recorrer mi mano. Solté el vidrio y miré mi palma

¿Sangre? 

Nunca había sangrado al cortarme. Levanté la otra mano y con uno de mis dedos toqué la herida. Siseé ante el dolor. ¿Dolor? ¿Qué mierda está pasando? Miré a Jenni, ella me miraba fijo.

– ¿Qué es esto? – Le pregunté mostrándole mi mano.

– Eso eres tú. 

– ¡No estoy para juegos, Jenni! – Vociferé enojado.

Ella sabe algo y no quiere decírmelo. El cielo oscuro relampagueó. Miré a mí alrededor y la volví a mirar a ella.

– ¿Qué quiere? – No me contestó – ¡¿QUE QUIERE?!

Rápidamente me acerqué a ella, tratando de intimidarla pero ni siquiera parpadeó. Me miró fijo a los ojos. Traté de leer sus pensamientos ¡Pero qué diablos! Ella no tiene pensamientos.

– Quiere la vida de Saint. 

– ¡Maldita sea! – Golpeé el techo y salí de allí.

Aparecí en el departamento en el que solía quedarme con él. Lo busqué con la mirada, no estaba. 

Lo llamé y nadie contestó. Golpeé fuertemente la pared, provocando que esta se quebrara.

¡Te lo juro barba, juro que si le hiciste algo te vas a arrepentir!

Salí en busca de Jenni, tenía que encontrarla y si es necesario hasta amenazarla para que me dijera en donde diablos estaba Saint. La divisé cerca de una de las camillas del hospital.

– ¿Dónde está? – Giró a verme.

– Ya sabes dónde está, Zee. – Respondió sin mirarme.

– ¿Por qué lo quiere? 

– No lo sé, solo lo quiere.

– ¡Tiene que tener un maldito motivo! – Grité.

– ¿Acaso no te parece que haber estado contigo no es un motivo? – Me preguntó.

Esto es… esto es un castigo. Un maldito castigo en contra de él por haberme hecho sentir eso que nunca tendría que haber sentido. Pero esto no se queda así. ¿Quiere jugar sucio? Entonces vamos a jugar sucio.

– ¡¿Quieres jugar no es así?! – Pregunté mirando al cielo – ¡Entonces vamos a hacerlo, de igual a igual!

Cerré los ojos y respiré profundamente. Pronto a mis oídos comenzaron a llegar gritos de dolor, de miedo, de angustia. Él tocaba lo que a mí me importaba, yo iba a hacerlo con lo que a él le importaba. Abrí los ojos y miré a mí alrededor.

– ¡¿Es lo que quieres?! – Grité y reí con ganas – ¡Suelta a Saint y dejaré de matar a tus hombres!

Sentí una presencia tras mío. Era él. ¿Hace cuánto que no bajaba aquí? ¿Hace cuánto que no se animaba a presentarse en mi reino?

Giré para encararlo, pero cuando lo hice me topé con una figura humana, muy distinta a la suya. La barba se había ido, y los cabellos se tintaron de castaño, llevaba en su rostro una sonrisa amigable y reconfortante. Era él, su presencia lo delataba, pero había tomado forma humana. 

Una forma que se me hacía demasiado conocida. Hice memoria y entonces recordé la fotografía encima de la carpeta de Saint.

Lo sabía…

– ¿Mean? – Sonrió aún más, provocando que sus ojos casi desaparecieran.

– Cuanto tiempo Zee. – Eso lo explicaba todo. 

– ¿Dónde está? – Pregunté decidido.

– ¿Lo quieres?

– No estoy de humor ¿Escuchas a tus hombres? – Pregunté y sonreí levemente – ¿Quieres verlos morir uno por uno?

– Ellos no tienen nada que ver. – Dijo lleno de calma.

Como detesto que nada le provoque culpa, que nada le de miedo, que nada lo angustie. 

– Quiero que dejes a Saint. – Dije sin dejar de mirarlo.

– ¿Qué me das a cambio de él? 

– ¡Diablos! ¡Es tu propio hermano!

– No lo es, Saint y yo no compartimos líneas de sangre, y lo sabes Zee. Y aunque lo fuese, no puedo justificar lo ocurrido.

¡Oh, todo poderoso no tienes alma!

– Ya te dije qué es lo que va a pasar si no me lo das. 

Sonrió levemente y palmeó unas cuantas veces. Como siempre que hacía eso, aparecimos en ese celestial lugar, el cielo. Mire a mí alrededor. Y allí lo vi, acostado sobre una nube.

– Saint…– Susurré y quise acercarme a él, pero Mean se interpuso en mi camino.

– No puede escucharte, él ahora es mío.– Lo miré coléricamente. ¿Suyo? 

– ¿Qué es lo quieres? 

– Hay algo que no sabes, Zee.– Caminó hasta llegar a Saint, se sentó en el filo de aquella extraña cama provisional y con cuidado colocó su mano sobre su vientre. Lo miré extrañado. ¿Qué diablos estaba haciendo?

– ¿Qué es lo que estás haciendo?

– Habíamos dicho que no podías hacerlo. Eso era un trato, un acuerdo, como quieras llamarlo.

– ¿Qué pretendes? – Dije soltando una risa nerviosa – Soy el diablo.

– Zee… – Me llamó.

– Suéltalo, porque voy a destruir tu maldito mundo si no lo haces. – Amenacé.

– Saint  está esperando un hijo tuyo.

¿Qué?

*****************************

Quiero vender mi alma al diablo [ZaintSee] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora