Capítulo XVII

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Abrí los ojos por el ruido del tren, hacía ya bastante que no me despertaba con ese sonido.

Parpadee seguido para terminar de despertarme. Con pereza me senté en la cama para poder ver mí alrededor, no había nadie allí.

Pensé que cuando despertara lo primero que vería sería a él, a Zee.

Entonces, un exquisito olor a huevos y mantequilla llenó mis sentidos. Sin pensarlo me puse rápidamente de pie para salir de la habitación. Abrí con fuerza la puerta, casi desesperadamente, para divisarlo del otro lado de la cocina haciendo, lo que se supone debe ser, el desayuno.

Estaba aquí.

Levantó la cabeza y me miró. Sonreí abiertamente y corrí hasta él, tirándome a sus brazos cuando estuve lo suficientemente cerca, para abrazarlo con fuerza. Coloqué mis brazos alrededor de su cuello y lo acerqué más a mí.

- Hola. - Hablé sin soltarlo.

Totalmente anonadado por mi reacción de abrazarlo, se encontró devolviéndome el gesto. Sentí sus fuertes brazos rodearme por la cintura. Mi corazón latía fuerte, demasiado rápido. Cerré los ojos y me encontré acariciando su nuca con una de mis manos.

- Te extrañe tanto, Zee. - Susurré en su oído. En respuesta, besó dulcemente uno de mis hombros.

Me alejé de él despacio, me sentía un poco idiota por esto, pero no podía ser de otra forma, de verdad lo había extrañado. Me sentía tan mal sin él.

- Jamás nadie me había extrañado. - Sonreí levemente.

- No lo creo. - Dije sin separarme aún - Tus hermanos sí que te deben de extrañar cuando no estás con ellos. - Asintió divertido.

- Hice el desayuno. - Nos distanciamos al fin.

- Me di cuenta. - Reí y me senté a la mesa.

Zee colocó frente a mí los huevos y el pan con mantequilla. Giró para agarrar algo y ponerlo frente a mí, Café. Lo miré y sonreí levemente. Se sentó y empezamos a comer.

¿Cómo habrá hecho para curar las heridas que tenía ayer?

- Zee, ¿Vas a decirme la razón de porque te fuiste? - le pregunte. Me miró.

- Necesitaba un poco de mi casa, me estaba volviendo loco aquí.

- ¿No... te gusta estar aquí?

- No tiene nada que ver contigo, Saint. Sabes que me encanta estar contigo, pero necesitaba mi casa, mi lugar.

-... Entiendo. - Le dio un mordisco a su pan.

- ¿Cómo te fue con Perth? - Preguntó. Lo miré.

- Tengo que llamarlo.

- ¿Por qué?

- Ayer tuvo que irse pronto, internaron a su hermanita y estaba muy mal. Tengo que preguntarle cómo está...

- Saint... Su hermana murió - Me dijo con cierta dificultad. Bajé la mirada.

- ¿Qué? - Debía fingir que no sabía - ¿Cómo lo sabes?

- Hablé con Jenni, la vida de esa niña no sería buena si seguía viviendo.

- Creo que tendré que llamarlo.

- Lo sé. Hazlo.

Me puse de pie y fui en busca del teléfono. Marqué el número de Perth, pero no me contestó. Marqué también el número de su casa, y allí tampoco.

Perth debe estar destrozado.

Volví a la cocina, Zee seguía sentado.

- ¿Qué pasó? - Me preguntó.

- Nadie contesta. - Solté algo angustiado.

- Tranquilo, tal vez no esté en su casa.

- Así parece...

Se puso de pie, se acercó a mí y acarició uno de mis brazos como tratando de reconfortarme.

Comenzó a ordenar la mesa, yo lo ayudé luego de unos segundos. Ambos nos mantuvimos en silencio hasta que salimos de la cocina. Zee se sentó en el sillón y yo lo miré fijo, algo alejado, él también lo hizo.

- Yo también te extrañé precioso, no sabes cuánto. - Sonreí dulcemente.

- ¿De verdad?

- Nunca dije tanta verdad junta.

Mordí levemente mi labio inferior y miré a mí alrededor. Aún era de día, pero quiero que sea de noche. Lo volví a mirar.

- ¿Qué sucede? - Preguntó.

- ¿Aun tienes el poder de alterar las horas? - Me miró intrigado.

- Creo que sí. - Sonreí.

- Haz que sea de noche, por favor. - Pedí. Frunció el ceño y se puso de pie.

- ¿Por qué?

- Solo hazlo. - Se acercó a mí mirándome fijo.

- Cierra los ojos. - Asentí levemente y obedecí.

Sentí un pequeño mareo y pronto todo volvió a estar quieto. Aún no abría los ojos, no iba a hacerlo hasta que él me lo dijera.

- Ahora puedes abrirlos.

Lo hice y todo estaba oscuro a nuestro alrededor, era de noche. Sonreí levemente y tomé una de sus manos.

- Vamos. - Zee me miró extrañado.

- ¿A dónde? - Me preguntó genuinamente intrigado.

- A despertar lo bueno dentro de ti. - Le Sonreí.

Más que extrañado asintió y salimos de casa.

Era una linda noche. Un poco fresca, el cielo negro estaba siendo cubierto por nubes.

¿Estará Dios descubriendo lo que tengo pensado hacer? ¿Se enojará? No lo sé, y no me importa. Lo único que quiero es mirarlo a él, solo eso me importa.

Llegamos un viejo parque que estaba a pocas cuadras de mi casa, aún con las manos juntas. Finalmente las separé para correr hasta una de las viejas hamacas y me senté.

- Quiero sentarme contigo. - Me dijo una vez llego frente a mí.

Asentí y me puse de pie. Zee se sentó en la hamaca, lo miré fijo a los ojos, me acerqué a él y me senté sobre sus piernas, colocando alrededor de su cintura las mías. Comenzó a mecerse. Llevé una de mis manos hasta sus cabellos y lo acaricié suavemente.

- ¿Qué quieres por tu alma? - Me preguntó suave. Bajé mi mano por su oreja, y la acaricié.

- Aun no lo sé.

- ¿Cuándo lo sabrás?

- Tal vez, mañana. Pero ahora no hablemos de eso, solo déjame mirarte... déjame acariciarte. - Solté ligeramente avergonzado, ¿Realmente ese era yo?, era como si Zee me cambiase completamente, y no me disgustaba - ¿Nunca has soñado con no ser el Diablo?

- No, nunca. Siempre acepté esto que soy y no me quejo. - Su respuesta me dejó en silencio unos segundos.

- Zee... yo... quiero darte un regalo.

- ¿Qué cosa? - Sonreí levemente.

- Algo que sé que te gustará.

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Le va a dar su tesorito hahaha ok no.
No se olviden de leer A SONG FOR YOU..

Quiero vender mi alma al diablo [ZaintSee] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora