Capítulo 7

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El tiempo empezaba a correr, y las cosas como tal no avanzaban, bueno, eso dependía de lo que cada quien podía definir como avanzar. Hablando en general, en ese tema principal, el encontrar la razón por la cual estaban ahí, el como habían llegado hasta allá, no hubo ni un solo avance. Pero si se hablaba de la relación fraternal, ya era otra cosa, todos estaban empezando a llevarse de maravilla, con una sola excepción, Sylene no terminaba de caer con Agnes y viceversa.


Al parecer, todos habían optado por la filosofía de Jor, acoplarse al la situación y al momento. Aunque en esto también actuaban esos recuerdos que iban apareciendo de a poco. No todos estaban presentando recuerdos fuertes, Ethan era uno de los que sí, pero él prefería quedarse callado para evitar problemas, aunque esto le estuviese volviendo loco. Este cada vez estaba más unido a Agnes, y poco a poco, más alejado de Luna. En cambio esta, había desarrollado una relación de hermandad con Agnes, súper fuerte. Estaban juntas todo el tiempo, eran inseparables. Iban de compras, salían al cine, hacían estilos de pijamas. Básicamente eran las mejores amigas del mundo.


Y luego estaba Sylene, ella estaba en su mundo, silenciosamente seguía con esa obsesión de querer descubrir qué ocultaba Alexander. No importaba que hubiese pasado tiempo y él no diera indicios de ocultar algo, ella seguía segura de que así era. Pero este no era el único punto en el que ella se había obsesionado, también con Agnes, sabía que había algo mal en ella, que sus intenciones no eran del todo buenas. Pero con todo esto, no encontraba la forma de demostrar nada, lo que le hacía caer en un círculo vicioso.


Un día sábado en la tarde, Sylene se adentraba muy sigilosa a cada de Alexander ¿Qué pensaba encontrar? Solo ella lo sabía. Caminaba muy lentamente por toda la planta baja de aquella casa, al parecer tenia la intención de llegar hacia la biblioteca, pero antes de que pudiese siquiera abrir aquella puerta, escuchó un chasquido de dedos que dejó toda la casa a oscuras. Sylene cerró los ojos y apretó los dientes, claramente la habían descubierto y aún no había hecho nada. Se suponía que allí no habría nadie, así que esto era una sorpresa. No quería abrir los ojos por la vergüenza. Volteó lentamente, suspiró y abrió los ojos encontrándose con una imagen que no pensaba ver. Alexander estaba en el piso superior en ropa interior y con la camisa en la mano.

—¿Qué haces aquí? -Le preguntó sereno-

—Ehhhh ¿Yo? -Se pasó las manos por la cabeza- Yo… ¿Podrías vestirte?

—¿Qué? Yo estaba saliendo  bañarme cuando tu entraste en mi casa, a mi no me mandes a vestir. -Sylene suspiró- Te repito la pregunta por si no me escuchaste ¿Qué haces aquí?

—Pues ¿Qué más puedo hacer yo aquí?  Vine a buscar a los chicos, vi que la puerta estaba abierta y entré. Tampoco es algo de otro mundo. -Hablaba con mucha naturalidad. Alexander asintió cruzando los brazos- ¿Qué?

—Nada, solo estoy viendo lo buena mentirosa que eres, no en vano me dijiste que eras mejor que yo. La puerta estaba cerrada, yo dejé la puerta cerrada, y lo chicos no están. Salieron con Agnes y Jor ¡Sorpresa! Tu tenías que estar con ellos. -Sylene maldijo para sus adentros- ¿Tienes una respuesta para eso? -Ella no dejaba de verle con una mezcla de sorpresa y vergüenza. La segunda porque la había descubierto, y la primera, porque el tipo estaba ahí, semi desnudo y no sabía cómo actuar al respecto.- ¿Por qué me ves así?

—¿Cómo quieres que te vea? Dejaste toda la casa a oscuras, estás medio desnudo y con una sola luz que te alumbra a ti, esto es medio raro. -Alexander empezó a reírse, volvió a chasquear los dedos para encender las luces de la planta baja, pero también encendió un montón de lucecitas de colores- ¿Y esas luces qué?


—Bueno ya que estás acá, y yo estoy así. Vamos a darte el espectáculo completo. Como no me quieres decir qué viniste a hacer, que el viaje no sea en vano. -Hizo el amague de bajarse los calzoncillos, pero Sylene actuó rápido y se topó los ojos-

–¡No! ¡No! ¡No! Yo te digo lo que vine a hacer, pero ni se te ocurra hacer eso -Decía viendo entre sus dedos. Alexander solo se reía- Yo te digo todo, pero, por favor tapate que nadie quiere ver tus vergüenzas.

—¿Estás segura? -Ella se quedó en silencio por un par de segundos, pero rápidamente reaccionó-

—Claro que estoy segura ¿Qué te crees? -Él seguía riéndose- Deja de burlarte.

—Dame unos minutos para terminar de vestirme, pero ni se te ocurra moverte de aquí.

—Está bien. -Respondió con resignación. Cruzó los brazos y suspiró. Cuando Alexander desapareció de su vista, murmuró- Bueno, tampoco está tan mal… ¡Ay Sylene por favor! Es tu hermano. -Al decir esto, escuchó nuevamente ese chasquido de dedos que volvió la luz a la normalidad- ¡No puede ser! Me escuchó. -Se tapó la cara con vergüenza-

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