Dolores conoce al club de los perdedores una tarde luego de salir sin ser vista de su casa, lo que ella no sabe es que se vería enredada en miles de problemas, uno más loco que otro.
it, capítulo uno.
the losers club x oc.
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DOLORES PEDALEABA RÁPIDAMENTE, siguiendo a Richie y con Mike detrás suyo. Ella volteó y le dirigió una mirada al chico, el cual llevaba una pistola Blitz- Kerner, de esas que se usaban para sacrificar al ganado. Volvió a mirar al frente y con una mano acomodó su cinturón (o mejor dicho, el cinturón que había tomado prestado de las cosas de Eric), en el cual llevaba colgando una linterna y un martillo.
Llegaron a la casa Neibolt y dejaron sus bicicletas tiradas para adentrarse al patio delantero.
— Chicos alistense — Pidió Bill, antes de agacharse y comenzar a sacar cosas de su mochila.
Dolly ajustó bien el cinturón para que no se le cayera, y puso una expresión confundida cuando vió como Eddie se quitaba la cangurera y la lanzaba lejos.
— ¿Desde cuándo eres tan rebelde, Kaspbrak? — Preguntó en tono bromista, intentando aligerar la situación.
— Desde hoy — Contestó él con seguridad.
Antes de que Dolores pudiera decir algo más, un ruido fuerte los interrumpió, y todos dirigieron sus ojos hacia Richie, que sostenía una botella rota en su mano: El chico había intentado partirla a la mitad, pero el objeto había quedado destrozado.
— Creo que así no era — Murmuró la chica para si misma, antes de que todos entraran a la casa.
En cuanto puso un pie dentro del lugar, no pudo evitar hacer una mueca por el olor que había, sintiendo como los nervios comenzaban a surgir dentro de ella.
— ¿Stan?.
Todos dejaron de caminar y se dieron vuelta, viendo como el judío se había quedado parado frente a la puerta, como negándose a entrar.
— Stan, debemos ir todos — Dijo Bill, dando un paso al frente —. B-Beverly tenía razón, si nos separamos como antes el payaso nos matará uno por uno, pero si, si seguimos todos ganaremos. Se los prometo.
El chico de rulos lo miró aún dudando, y entonces Dolly se acercó a él y extendió su mano en su dirección.
— No podemos hacerlo sin ti, Stan.
Él observó su mano, extendida hacia él, y la tomó despacio. Ella le sonrió, y ambos entraron juntos, sin soltar sus manos.
Se dirigieron todos juntos al cobertizo del pozo, mientras en el camino iluminaban todo el lugar con sus linternas y hacían muecas por lo sucio que se encontraba todo.
Una vez que llegaron a su destino, Dolores sintió como un nudo terminaba de formarse en su estómago, y como sus manos comenzaban a sudar por lo nerviosa que estaba. Cuando se dió cuenta de eso, Stan apretó su mano llamando la atención de la chica, y le regaló una sonrisa temerosa que ella correspondió.