Pista 16. El regalo más grande

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Luisita había llegado algo apurada al teatro. Para su hora de entrada, iba con tiempo de sobra, pero Amelia normalmente estaba antes por allí y, si quería sorprenderla, tendría que adelantarse a ella. Además, ese tiempo de adelanto que llevaba lo podía aprovechar en arreglar los pequeños desperfectos de los complementos que habían ido dejando de lado por falta de tiempo.

Pasó al camerino de la actriz y le dejó una rosa junto con un vaso de café desechable con un pequeño mensaje escrito en él.

Cuando Amelia entró en el camerino y encendió la luz, sin saber por qué, sus ojos fueron directamente al tocador, donde Luisita había dejado la flor y el recipiente. Cogió el vaso de café para ver qué había escrito y qué contenía, y al darse cuenta, su mente cruzó directamente la Gran Vía para llegar hasta el Templo de Debod en aquella tarde que compartieron entre canciones y la confesión de sus temores, y en la que corroboró que la rubia había derribado todas y cada una de las piedras que conformaban su muro y que no había vuelta atrás en sus sentimientos.

Decidió esperar un poco antes de ir a buscarla o hacer que fuera a su camerino pero, tras un par de minutos, le pudo la impaciencia y le envió un mensaje diciendo que tenía un problema con la cremallera de uno de los vestidos de la obra.

Luisita llegó enseguida, preocupada por el asunto, y tocó educadamente la puerta.

- Adelante – respondió Amelia desde dentro.

- ¡Hola! ¿Por qué no has llamado al teléfono de vestuario directamente? Déjame el vestido a ver si lo puedo arreglar aquí o me lo llevo, que estoy un poco justa de tiempo – habló precipitadamente.

- ¿Qué vestido?

- Amelia, venga, que voy fatal hoy – se quejó. – Inma llega más tarde y estoy sola con todo.

- ¿Inma, la chica nueva?

- Sí, venga, trae, que tengo lío – insistió.

- ¿Ah, sí? Pues has llegado con tiempo suficiente, ¿no? – dijo acercándose a ella y agarrándola por la cintura. – O alguien ha entrado en mi camerino y me ha dejado algo.

- No hay ninguna cremallera enganchada, ¿no? – Amelia negó con la cabeza – ¿Y para esto me haces venir? – respondió enfadada, soltando el abrazo.

- No te enfades, Luisita, cariño. Sólo quería verte cinco minutos y darte las gracias. ¿Me das un beso? – volviendo a poner sus manos en la cintura de Luisita.

- ¡No! – Amelia le puso ojillos y pucheros – ¡No Amelia, no te lo mereces! – los morritos nunca fallaban con Luisita, y las dos eran conscientes de ello.

Amelia la acercó contra su cuerpo y empezó a dejar besos en la mejilla hasta llegar a su oreja.

- Te quiero – le susurró al oído, erizando la piel de la rubia, que intentaba hacerse la dura.

Luisita puso una de sus manos sobre el cuello de Amelia cuando ésta separó sus labios de su oreja, atrayéndola hacia ella para besarla lentamente mientras la otra mano se enredaba entre los rizos de la morena.

- Feliz cumpleaños, mi amor.

- Muchas gracias, cariño. No sabes cuánto he echado de menos tus besos – dijo Amelia al separar sus labios, con sus frentes juntas.

- Cada vez me cuesta más disimular y mantener las distancias fuera – se quejó Luisita.

- Yo creo que aún es pronto, Luisita – pidió Amelia.

- Sí, sí, no hay prisa, aunque Marina... – hizo una mueca.

- ¿Qué pasa con Marina? A ver si me tengo que preocupar... – bromeó.

Cara B - [A Luimelia playlist]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora