Parte 31. Solo tú

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Catalina había insistido en pasar el día en la piscina con su hermana Luisi y con Amelia y, dadas las temperaturas madrileñas, a la pareja, sin nada mejor que hacer, le pareció una buena idea.

Al ser un día de diario, la ocupación de la piscina permitía que pudieran extender sus toallas en el césped sin invadir el espacio vital de sus vecinos, y que una vez dentro del agua, pudieran disfrutar tranquilamente.

Nada más dejar las toallas y mochilas en el suelo junto a la sombra de un árbol y con bastante visibilidad sobre la piscina, Catalina comenzó a quitarse las zapatillas y la ropa con la intención de salir corriendo hacia el agua.

- Cata espera. Tienes que ponerte crema para el sol, que no quiero que parezcas un cangrejo luego – dijo Luisita.

- Luisi, no me gusta la crema. Pringa mucho y luego estoy pegajosa – se quejó la pequeña.

- Pues entonces no podrás ir al agua – amenazó Amelia.

La pequeña se dio por vencida y estiró los brazos con una mueca de disgusto en la cara para dejar que su hermana mayor la embadurnara con el protector solar.

- Tienes que esperar un poquito ahora para que se absorba antes de meterte en la piscina – pidió Luisita, que obtuvo un suspiro por parte de Catalina.

- ¿Puedo ir ya? – preguntó la pequeña por quinta vez en apenas dos minutos.

- Sí, puedes ir ya. ¡¡Con cuidado!! – antes que Luisita terminara la frase la pequeña ya había salido corriendo en dirección al agua.

- Quemarse no se va a quemar – dijo Amelia entre risas. – Cariño, que le has echado medio bote a la pobre.

- Pues no Amelia. No quiero aguantar luego a mi padre diciendo que si le ha dado mucho el sol, que para qué está la crema solar. No sabes lo pesado que se pone con estas cosas – explicó la rubia. – Anda ven, que tú tampoco te libras.

- Si me la echas tú, no me voy a negar – pronunció de manera sugerente.

La morena se quitó la camiseta que llevaba puesta, dejando a la vista la parte de arriba de su bikini amarillo mostaza que resaltaba su bronceado, y se recogió el pelo en una coleta, quedando su cuello y toda su espalda a merced de Luisita.

La rubia comenzó a echar crema por la espalda de Amelia delicadamente, recorriendo con sus manos desde los hombros de la morena hasta bajar por sus brazos y volver a perderse en su espalda.

- Luisita, por favor – pronunció Amelia antes de no poder soportar más el roce de los dedos de la rubia en su piel.

- ¿Qué? No quiero que te quemes tú tampoco – respondió muy cerca de su oído.

- Vamos. Tu turno ahora – indicó Amelia con intención de vengarse.

La rubia se deshizo del vestido que llevaba puesto y resopló, asumiendo las consecuencias de sus actos.

Amelia comenzó, igual que había hecho Luisita unos minutos antes, repartiendo protector solar por la espalda, brazos y hombros de la rubia tranquilamente, sin ninguna doble intención.

- Luisita relájate, – comentó Amelia al notar sus músculos tensos al pasar sus manos por los hombros de la rubia – que solo te estoy echando crema para que no te quemes – le susurró al oído.

- ¿Has terminado ya? – interrogó nerviosa Luisita girándose hacia su novia.

Amelia negó con la cabeza.

- Por delante también te puedes quemar – dijo echando un poco de crema en sus dedos y pasando, esta vez de manera más delicada y sensual, por la piel que dejaba visible la parte superior de su traje de baño.

Cara B - [A Luimelia playlist]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora