Capítulo siete: "¿Park Jimin?"

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Desde la ventana del dormitorio de Jungkook, Jimin miraba los jardines en la parte trasera de la casa. Grandes extensiones de flores llenaban de colorido los jardines y Jimin no podía identificar los pequeños caminos; y más allá había dos campos de pastoreo de caballos. El sol poniente proyectaba un resplandor dorado en la idílica escena. Había llevado a los gemelos a ver a los caballos después del almuerzo, pero los animales los habían aterrorizado, y ambos habían comenzado a gritar cuando uno de los caballos relinchó con fuerza.

De su mochila tomó un cuaderno de dibujo y un lápiz y comenzó a dibujar un caballo al galope, sus músculos tensos por el esfuerzo.

En la cama Kook estaba acostado, desnudo de la cintura para abajo, después de haber caído en un sopor después de que Jimin le había dado otra mamada. Él no debería haberles dicho a sus padres que era su pareja. Realmente no lo era, y cuando Kook se enterara de todas las mentiras que había dicho, de todos modos terminarían. ¿Quién querría salir con un mentiroso? Pero quizás podría continuarlo un poco más, porque la idea de no ver a Kook le hacía sentir un frío hueco en su interior.

Un ligero golpe en la puerta hizo que el menor tomara la manta de cuadros escoceses cuidadosamente doblada en una silla y la lanzara sobre el bellísimo cuerpo y las piernas del mayor dormido. Arrojó su cuaderno en la cama y abrió la puerta.

—Los gemelos —dijo la señora Jeon.

«Oh, por favor que no estén sentados en el suelo meciéndose como lo hacen cuando se estresan. Ya somos lo suficientemente extraños».

— ¿Qué están haciendo?

—Están limpiando el baño. —La señora Jeon juntó las manos delante de ella—. No me malinterpretes. Ellos están haciendo un trabajo maravilloso, pero ¿por qué lo hacen? Nadie se los pidió. Acaban de empezar.

«Mi papá les pega si no limpian un baño cada día».

—Les gusta limpiar. —Se encogió de hombros—. ¿Quieres que los detenga?

—No, en absoluto. Es sólo que no quiero que se sientan obligados. Son invitados en mi casa. —Ella miró más allá de él a su hijo, cuyos grandes pies descalzos sobresalían de debajo de la manta de cuadros. Sus pantalones estaban en el suelo con sus relucientes calzoncillos blancos. Ambos parecían como si hubieran sido arrojados allí en el calor del momento. Las mejillas de la madre de Jungkook se sonrojaron. Incluso con el intento de Jimin para cubrir la escena de su abandono, era evidente lo que habían estado haciendo. Mirando directamente a los ojos, él susurró: —Lo amo. — ¿Por qué había dicho eso? Ellos casi no se conocían. No se lo había dicho a Kook. Y no tenía intención de decírselo a él.

El fantasma de una sonrisa se dibujó en la cara de color rosa de la señora Jeon. —Lalisa está aquí, y mis padres y el padre del Doctor Jeon. Debes bajar y reunirte con ellos. Tomaremos Champagne antes de la cena. —Con una última mirada a Jungkook cerró la puerta sin hacer ruido.

— ¿Esa era mamá? —Sentándose, Kook se frotó los ojos con los puños. El gesto era tan infantil y dulce que hizo a Jimin detenerse un momento solo para observarlo. No había nada que no fuera convencionalmente atractivo. Era demasiado musculoso, la nariz algo grande pero refinada, el epítome de científico le quedaba, claro, y como olvidarse de esos hermosos ojos de Bambi, parecían de niño pequeño.

Jimin cerró la puerta. —Sí. Ella dijo que tu hermana está aquí, y los gemelos están limpiando el baño.

—Excelente —Kook dijo, poniéndose de pie. Jimin tomó los pantalones del mayor y sacudió las arrugas de ellos—. No te preocupes por eso. Voy a ponerme una camisa limpia y pantalones elegantes. A mi madre le gusta que vista mejor, aunque dudo que Lalisa lo haga. Ella usará su gorra de arco iris en la mesa en señal de protesta y una blusa con la cara de su mejor amiga.

𝐋𝐨𝐯𝐞 𝐓𝐞𝐫𝐫𝐨𝐫𝐢𝐬𝐭 || 𝐊𝐎𝐎𝐊𝐌𝐈𝐍 || Donde viven las historias. Descúbrelo ahora