Muy apurado, el rey llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: «Me he portado muy mal con su Dios y con ustedes. Por favor, perdónenme una vez más y pídanle a su Dios que nos quite esos saltamontes, porque nos están matando. O por lo menos, ¡que los aleje de mí!
Éxodo 10:16-17
En diversas ocasiones, luego de recibir la siguiente plaga el faraón mostraba una imagen de ¨arrepentimiento¨solo para ser liberado de lo que estaba pasando en ese momento.
¿Cuántas veces acudimos a Dios no con un real arrepentimiento de nuestros pecados sino porque queremos que Él nos libre de las consecuencias de estos?
Aunque el faraón pecó y pedía perdón no había en su corazón un sincero arrepentimiento y un reconocer de que Dios es Todopoderoso.
El faraón realizaba promesas vanas a Dios cuando le decía que liberaría a Israel solo para que Él alejara las plagas, ¿has hecho tú promesas vanas a Dios solo para obtener un beneficio propio? El faraón también trataba de negociar su pecado con Dios, hay circunstancias en la que nosotros le decimos a Dios cuáles pecados queremos dejar y cuáles no. Pero para Dios el pecado no es negociable y el no entender esto hace que nos convirtamos rivales de Dios.
El Señor no busca que nosotros midamos fuerzas con Él, lo único que Dios anhela es que nosotros tomemos la decisión de formar parte de su equipo. Dejemos de jugar un papel antagónico frente a Dios.
Pero a pesar de que el faraón no cumplía su palabra al momento de liberar a los israelitas, Dios sí cumplía la suya al momento de alejar la plaga, dando a relucir su infinita misericordia frente al pecador. El Señor conocía el corazón del faraón y sabía que no tenía las intenciones de liberar a su pueblo, pero el amor de Dios, que sobrepasa todo entendimiento era más grande que el pecado y la rivalidad del faraón.
Que cuando nos acerquemos a Dios sea con un corazón sincero, que al pedir perdón exista en nuestro corazón un verdadero arrepentimiento, no pidamos perdón solo por el miedo de las consecuencias. El Señor es siempre fiel a su palabra, seamos nosotros también fieles al Señor.
Para la hora del café: Identificar las verdaderas intenciones por las que me acerco a Dios y si al momento de pedir perdón existen en mí un verdadero arrepentimiento.
Oración: Señor y Padre amado, ayúdame cada día a servirte más y a hacerlo de todo corazón. Tú me amas con amor sincero, de ese mismo modo deseo yo amarte y servirte a ti, en el nombre de Jesús, Amén.
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Dulce café
EspiritualPara mí la presencia de Dios es tan cálida, como tomar un buen café, un dulce café... Y eso es Dios en mi vida, dulzura. Este libro es mi diario devocional, lo compartiré contigo esperando que la Palabra de Dios transforme tu vida, cambie tu perspec...