Capítulo 27.

6.6K 783 392
                                    

.CÁLLAME.

Al día siguiente nuestro dúo se encontraba con un gripazo de manual en la comisaría, había sido muy bonito el abrazo y esas palabras bonitas, pero estar abajo la lluvia en pleno imvierno quieras o no ibas a terminar con consecuencias. Ambos atendían denuncias mientras intentaban disimular el malestar de sus cuerpo, podrían jurar que tenían fiebre, habían pensado en ir a Conway para pedirle un día libre para calmar su malestar, pero este se encontraba entrenando a los nuevos alumnos, Greco se encontraba con el superintendente, y bueno, el único al mando era Volkov y siendo sinceros a nadie le apetecía nada hablar con este.

—Joder Horacio —se quejo Gustabo sujetando su cabeza con una mueca de dolor —. Siento que voy a morir...

Horacio era el que se llevó la peor parte, tenía resaca, más la gripe y el mar de amores... Realmente no sabía por qué se había levantado de la cama, no tenía ganas de seguir finjiendo estar bien cuando sentía que se ahogaba en su propia pena —. Estamos en las mismas —susurro el de cresta haciendo un leve puchero.
El dúo se mantuvo en silencio, cada uno sufría sus dolores en completo silencio —. ¿Por cierto donde estabas anoche?

Gustabo observo a su amigo, apretó los labios mirando a otro lado —. Estuve... Ocupado...

El de cresta levantó el rostro que estaba en la mesa y frunció el ceño —. Quiero explicaciones.

—No tengo nada que...

—¡Agentes! ¡Agentes! ¡Me acaban de...!

—¡A callar payaso! ¡Estamos cerrados!  —grito Horacio haciendo una señal de que se fuera.

—¿Cerrados? ¿Una comisaría? —pregunto ofendido el civil.

Horacio suspiro cogiendo del brazo a su amigo y marchándose de la recepción de la comisaría y caminando a los vestidores dejando al hombre solo y con las palabras en la boca —. ¿Me explicas?

—Haber todo paso cuando tú te fuiste creo que con Paola...

—¡Muy bien folla cabras! —exclamo el supervergaardiente poniendo su pelo hacia atrás, le observe, últimamente solo hacia que mirarle —. Greco llevalo unas semanitas al calabozo, le harán falta — señaló a Segis, Greco que se encontraba ahí desde hace unos diez minutos asintió llevándose al chico, con un suspiro me senté en la silla donde Segis estaba sentado hacía unos segundos, el super se sentó sobre la mesa, justo enfrente de mi, con un suspiro quito sus gafas y las dejo sobre su mesa, me observaba con su mirada fría —. ¿Te drogas? —una pregunta directa que no vi venir, me pilló por sorpresa. Lo más que hice fue negar con la cabeza —. Cuando no estaba, el folla cabras dijo que había cogido un poco de cocaína para él y tu.

—Muy pocas veces lo hago, a veces viene bien distraerse y...

—No lo vuelvas ha hacer en tu puta vida —escupio con rabia dejándome casi sin palabras.

—Solo es en ocasiones importantes —me excuse con tranquilidad —. ¿Además, que te importa? —pregunte con unas sonrisa.

—¿Qué dirían si ven a un agente dorado?

—Salgo cuando estoy fuera de servicio super. Si no quieres que lo haga solo dímelo, no uses eso de superintendente para parecer que no...

—Callate —dijo con rabia, le había dado en su punto débil, llevamos días con un tira y afloja, el me miraba y yo le pillaba, yo le miraba el me pillaba, compartíamos miradas furtivas, sonrisas escondidas y palabras que solo nosotros nos decíamos en soledad ¿Por qué? Ni yo lo sabía, la mitad de más veces me esperaba un que otro porrazo pero recibía una conversación que no me esperaba. Conocía una faceta de Conway que pocos llegaban a conocer.

De nuevo sonreí, pero esta vez lleno de picardía —. Cállame.

En ningún momento esperaba lo que iba ha hacer. Se puso sobre mí y atacó mis labio...

—¿Te beso? —pregunto con cara de asco Horacio. Y era normal, el muchacho veía a Conway como una figura paterna, nada más, saber que a su hermano se beso con el le hacía dar escalofríos.

Gustabo se encogió de hombros —. Cállate.

Sus labios sabían demasiado bien, era como si el mismísimo ángel estuviera besándome, era un beso lleno de rabia y pasión, se separó con dificultad de mi, dejándome con una sonrisa, este gruñó mirando hacia arriba de mi cabeza —. Mierda las cámaras —logro articular entre jadeos, notaba la pasión en sus ojos, sabía que si esa cámara no estuviera ahí no habría terminado con solo un par de besos llenos de fogosidad.

—¿Pero eso no paso dentro de servicio? ¿Qué sentido tiene lo de que te fuiste con el coche a quien sabe dónde con lo que me estás contando?

—El caso es que este se levantó de encima mía y...

—Te voy a mandar una dirección, quiero que vayas cuando termines el turno —dijo seguido de irse.

Respire con dificultad observando la puerta, mi teléfono sonó, lo mire encontrando una dirección —. ¿Su casa? —pregunte con picardía, sentí un cosquilleo por todo mi cuerpo.

—¿Qué paso después? —pregunto con intriga.

—Pues que fui a su casa —dijo obvio el chico.

—¿Y que pasó allí?

Gustabo sonrió —. Fui a su casa por la noche y no volví a casa hasta que me llamaste, no se, haz teorías de lo que crees que pasó. Yo no pienso decírtelo.

Seguido de esas palabras salió de los vestuarios, Horacio abrió los ojos y enrojeció al saber que había podido ocurrir con esos dos. —. ¡Eh! ¡Espera! ¡No termine con las preguntas! ¡Ven!  —gritaba mientras le seguía haciendo que todos los que estaban en al entrada de la comisaría les observarán.

Moriría .1. INTENDENTEPLAY. VOLKACIO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora