Mustang llevaba más de veinte minutos estudiando el cuerpo completamente relajado que yacía al lado suyo. No era la primera vez que veía dormido a ese muchacho, pero sí era la primera vez que su rostro le proyectaba tanta paz.
Cientos de veces había anhelado ese momento. Despertar a su lado, contemplar su belleza... Cientos de veces en las que se arrepintió de haberle apartado de la forma en la que lo hizo... por no ser lo que esperaba, por no ser lo que quería. Pero Edward había regresado a demostrarle que era capaz de ser todo lo que quisiese. Un enorme privilegio que le hizo sentir el hombre más afortunado de la Tierra. Pues, aquel jovencito de sorprendente apariencia andrógina, apenas iba a dejar la etapa de la adolescencia tardía; lo que significaba que iba a poder disfrutar de todos sus preciosos años de juventud junto a él, y esperaba que le permitiese también envejecer a su lado.
Alargando el brazo para tomar una hebra del largo cabello que brillaba como el oro, Mustang enmarañó su índice y jugó un poco con él; mas el muchacho ni se inmutó. Estaba realmente cansado y dormía tan profundamente, que no había cambiado siquiera de posición en toda la noche. Para su dicha y suerte, Edward había permanecido sobre uno de sus costados, abrazado a la almohada y con el rostro enfrentado al suyo. Tenía el cuerpo descubierto hasta la cintura, lo que le permitía a Roy admirar la parte superior de su sexy baby doll; ya que, Edward no acostumbraba a dormir con sostén, se lo había quitado antes de meterse a la cama, y lo había suplido por una batita de fino tul negro, que transparentaba y dejaba admirar sus rosados y pequeñitos pezones, así como su profundo ombligo.
Tentado a mirar más de lo que las sábanas le permitían, Mustang tiró de ellas despacio para terminar de descubrirle, cuidando de no despertarle en el proceso. Libre de las sábanas, la pierna flexionada que descansaba sobre la otra, no hacía más que acentuar las curvas de la cadera y cintura de ese pequeño cuerpo, a la vez que cubría su parte más íntima. La prenda negra decorada con detalles en animal print de leopardo, era tan corta, que terminaba a media cadera dejándole ver sus piernas al desnudo.
Fascinado, con esa imagen tan joven y sexy de su esposa, Mustang se sintió tentado a tocarle y así fue que comenzó a deslizar suavemente su mano sobre la pantorrilla y pierna flexionadas. Iba acariciándole lentamente, hasta que sus dedos se atoraron en el delgado hilo de encaje que atravesaba la cadera y que pertenecía a la sexy panty que iba a juego con su corta bata. El entrecejo de Edith se contrajo levemente pero eso no evitó que su esposo continuara recorriendo su cintura, su costado y sus esbeltos hombros. Entonces sucedió, que al delinearle la clavícula con los dedos, Edith abrió los ojos sobresaltada y de inmediato se replegó hasta la cabecera de la cama.
—¡Roy! ¿Qué haces?
Igual que lo hiciera en la Torre, Edward no había dudado en huir de él. Y de la misma manera que había sucedido al volver del show, estaba abrazándose así mismo; pero había algo nuevo: se protegía el cuello con las manos.
—Sólo te acariciaba un poco... —Respondió Mustang mientras su mente emprendía un viaje hacia el pasado. A causa del alcohol, tenía vagos recuerdos de lo que había ocurrido en el yate. Pero la reacción que había tenido Edward, le hizo recordar el temor en su rostro cuando negaba y luchaba porque le soltase; aquella vez que le tomó con demasiada fuerza del cuello, pensando que se había burlado de él y que era amante de Kimblee.
Y después de observarle unos cuantos segundos, estaba seguro de que había algo más detrás de aquella asustada mirada, entonces le preguntó:
—Edith. Tú... ¿me tienes miedo?
Intentando olvidarse de la sofocante sensación que se anudaba en su garganta y preocupado de que su esposo estuviese intentando descubrir lo que realmente le pasaba, Edward sacudió la cabeza de inmediato y esbozando una sonrisa trató de convencerle de que estaba equivocado.
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Mi verdadero nombre es Edward II
FanfictionLa legendaria Piedra Filosofal amplificó los poderes alquímicos de Edward Elric e hizo que lo imposible fuera posible. Descubre cómo esto afectó su vida y la del exitoso empresario Roy Mustang.