XVI. Excelente

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Las actividades en Aquroya empezaban desde muy temprano y la turbulencia generada en el mar, por el tránsito marítimo, había impedido que la feliz pareja pudiese seguir durmiendo. Pero, a decir verdad, despertar temprano a ninguno le molestó sino todo lo contrario. En la noche sus cuerpos habían llegado a un buen entendimiento y pensaban darse gusto hasta donde les fuese posible.

Mustang empujaba su pelvis hasta el fondo; veloz y vigorosamente iba y venía de las entrañas de Edward.

Ambos estaban completamente rojos y sudaban en exceso debido a la alta actividad a la que estaban sometiendo a sus cuerpos. Eran jóvenes y podían darse el lujo de demorarse todo lo que quisiesen desgastando energías en nada más que en eso.

—Nunca lo había hecho al despertar... y ha sido algo maravilloso —dijo Mustang, casi sin aliento, cuando se tumbó al lado de Edward después de que terminaran.

—Al menos hoy no te hice vomitar —le dijo Edward en un tono de reproche, mientras acariciaba su propio pene recién eyaculado.

—Tenía irritado el estómago por el alcohol, estaba mareado y el olor de la sangre me provocó, ¿creíste que fue por ti? —Edward no tenía que contestar eso realmente— ¡Cielos! Al parecer no paré de cometer una tontería tras otra. Pero te lo voy a compensar.

Entonces Roy se puso de pie y le tendió la mano a Edward para ayudarle a levantarse. Cuando lo hizo, lo llevó a la cabina del baño, en donde debido al limitado espacio, fue inevitable que sus cuerpos se rozaran con cada movimiento, provocando que sus caricias volvieran a comenzar, y que, bebiéndose el agua de la ducha sobre la piel de Edward, Roy consiguiera una nueva erección. En consecuencia, le alzó de las nalgas, para volver a tener acceso a su entrada.

Con miedo a que resbalase, Edward se aferró a su cuello y anudó sus piernas alrededor de su cintura, mientras su espalda presionaba con fuerza el cristal de la cabina. Y con cada embestida, rogaba porque aquella superficie fuese lo suficientemente fuerte para que no terminara cuarteándose en mil pedazos.

Mirar cómo trabajaban los músculos del abdomen y brazos de su esposo mientras el agua se deslizaba sobre ellos, para Edward resultó ser todo un deleite visual; mas sentía que limitaba sus movimientos. Por lo que, impaciente, se bajó de su cintura y le dio la espalda.

—Creí que no te gustaba así.

No le gustaba porque sentía que estaba ignorando a su pene, pero, ya que hasta sexo oral le había hecho...

—¡Cállate y no dejes que me enfríe!

Acto seguido, Mustang flexionó un poco sus piernas buscando el ángulo correcto para entrar de nuevo al trasero de su joven amante y aumentó la velocidad de sus estocadas, de manera tan intensa, que completamente de puntitas, Edward tuvo que adherir sus manos al frío cristal para proteger su rostro, impidiendo de esta manera que se impactara en el mismo, mientras Roy aferraba sus manos a su cintura.

Después de otra exitosa sesión de sexo... Edward se comunicó con Ling Yao.

Dejar Xing fue lo mejor que pudieron hacer, amiguis. Si lo sabré yo, la gente es bien estricta, fría e intolerante allá. —comentaba Ling, mientras Edward se trenzaba el cabello.

—No fue tan malo como creí. Los espectáculos son de primera y por lo que pude observar, la mentalidad de la gente joven es más tolerante. Tal vez en unos años logren cambiar varias cosas —evitando mencionar el desagradable encuentro con los socios de Mustang—, como sea... es un gran alivio estar de vuelta.

Ni que lo digas, ahora nuestros horarios estarán sincronizados. ¡Apenas puedo creer que estés de vuelta en ese yate, güera! Obviamente te ha hecho muy bien. ¡Tu rostro irradia felicidad! —Y no pudiendo resistirlo, le preguntó con picardía — ¿Qué tan bueno es el sexo con tu esposo? ¿Es digno de la fama que le precede?

Mi verdadero nombre es Edward IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora