Cansado de los restaurantes a la carta, donde antes de que terminara de leerse el menú, Mustang siempre se encargaba de ordenar por él, Edward le pidió que esa noche fueran a cenar al buffet del hotel.
Allí no se encontró con platillos demasiado sofisticados, pero entre antojitos de la región, mariscos, pastas, panes y postres, Edward comería hasta reventar.
Impresionado con lo llena que quedó la mesa, por la cantidad de platos que su amada Edith trajo entre vuelta y vuelta, Mustang la veía comer como si no hubiese un mañana.
—Lo siento —dijo la rubia al descubrir la mirada de su esposo— ¿Te estoy avergonzando?
—No, para nada. Puedes comer todo lo que desees.
—El paseo a la reserva ecológica se prolongó demasiado y nos saltamos la hora del almuerzo, por eso es que tengo tanta hambre —se justificó.
—Ya te he dicho que está bien; sólo me temo que tendré que esperar más tiempo a que se te baje la comida para hacerte el amor.
—No puedo creer que sea en eso en lo único que estés pensando —susurró avergonzado el rubio mientras miraba alrededor para cerciorarse de que nadie hubiese escuchado a su apasionado esposo.
—Estamos de Luna de Miel, ¿en qué otra cosa quieres que piense?
—¿Es que acaso no te dan ganas de hacer otras cosas en la noche? Como... bailar.
—Ya hemos bailado en el yate... y en los restaurantes de Xing.
—No me refiero a esos aburridos bailes con música para dormir, quiero conocer un antro, jamás he entrado a uno y dicen que en las zonas turísticas hay muchos de esos.
Después de cenar, Mustang accedió a su petición y lo llevó a un club bastante conocido en la zona hotelera de Aquroya, pero de estricto acceso. Edward había dejado su identificación en la habitación y eso retardó su entrada; por su "pequeña apariencia" pensaron que era menor de edad. Y fue gracias a las fans que solían seguirles a donde fuesen, que con sus gritos y mención del apellido Mustang, los de seguridad les dejaron pasar, apenados por no haber reconocido a tan importante caballero desde el principio.
—Tal vez luces demasiado joven para mí.
—¡Eso no es cierto! —Y con un golpe en el estómago, para nada delicado, Mustang entendió que aquel comentario no le había gustado a Edward.
—No te enojes, pensé que lo tomarías como un cumplido —dijo Mustang después de sobarse el estómago y elegir una mesa para dos. —Hace mucho que no frecuentaba este tipo de ambiente tan destellante y ensordecedor —comentó después de que se tomaran algunas bebidas, pues a pesar de que la idea inicial era bailar, Edward no se animaba a hacerlo todavía.
—¿De qué estás hablando? En tu despedida de soltero debiste habértela pasado en grande.
—No tuve despedida de soltero, Edith —y ante la mirada dudosa de Edward, le explicó— Maes y Jean en un principio querían que fuésemos a un "club" que acostumbrábamos frecuentar antes, pero se me hizo injusto ir a divertirme en una despedida, si tú no ibas a poder tener una. Porque no la tuviste... ¿cierto?
Edward abrió mucho los ojos y se tomó su bebida que recién le habían llevado hasta el fondo. Luego de eso, le respondió adrede con una evasiva.
—¡Vamos, no ha pasado tanto tiempo! Apuesto a que coges el ritmo más rápido de lo que crees.
Y animándose por fin a bailar, arrastró a Mustang hasta el centro de la pista para brincar y sacudirse con violencia ante la música electrónica. Las luces mareaban y el volumen del sonido era demasiado alto. La gente bailaba enardecida con sus cigarros y tragos en la mano. Mirando aquel derroche de energía y alcohol fue que Mustang comenzó a angustiarse, si permitía que Edward siguiera bailando de esa manera, seguro iba a terminar vomitando todo lo que se había cenado. Una idea le vino a la mente y le abandonó un momento en la pista para hacer una petición especial.
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Mi verdadero nombre es Edward II
FanfictieLa legendaria Piedra Filosofal amplificó los poderes alquímicos de Edward Elric e hizo que lo imposible fuera posible. Descubre cómo esto afectó su vida y la del exitoso empresario Roy Mustang.