III- Barcelona y el Malibú sin Piña.

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Flavio

Recorrer las ciudades a las que voy es una rutina. Conocer las calles, a las personas, el ambiente en el que estaré involucrado, conocer a fondo cada uno de los rincones que hasta el momento se me hacían desconocidos y en este caso adecuarme al aroma de la ciudad en la que voy a permanecer por una larga temporada.

Sí. Ya estoy en Barcelona.

Aproximadamente me he instalado hace unos cinco días en esta gran metrópolis. Por suerte, no me ha costado tanto familiarizarme con el lugar, me han acogido de la mejor forma y es algo que agradezco.

Comparto un amplio piso con un chico unos tres años mayor que yo, situado en la parte céntrica de Barcelona capital. No llevo ni una semana conviviendo con el pero puedo deducir que aunque pase el tiempo no será una convivencia problemática sino muy amena. De hecho, nos parecemos bastante en el sentido de que a los dos nos gusta mantener nuestro espacio y una cierta tranquilidad.

Días atrás tuve que verme en la obligación de presentarme en la Universidad donde pronto tendría que ir a estudiar. Obviamente tendría que compaginar mis horarios académicos con los laborales pero tampoco creo que sea algo difícil. Lo que realmente me preocupa es no contar con el tiempo que necesito para dedicar alguna hora a mi música, si se puede llamar así.

Tras una larga caminata, me encamino a mi futuro trabajo. Opté por vestirme con algo que no llamara mucho la atención: unos vaqueros y una camisa un tanto veraniega para dar una buena impresión. Aunque hubiese preferido ir con una de mis camisetas básicas de color azul si hubiese sabido las altas temperaturas que me esperaban en el recorrido desde el centro hasta la parte costera; que gracias al increíble paisaje que me rodeaba el trayecto se me hizo hasta corto.

Una vez allí, cruzo la puerta del Malibú sin Piña en busca de la persona encargada en hablar conmigo.

Es un lugar ideal.

Desde fuera puede parecer un bar cualquiera, pero desde dentro es aún mejor de lo que te puedes imaginar antes de entrar. Teniendo en cuenta de que el cartel que indica el nombre del lugar para mi gusto está un poco descuidado, lo que a cualquiera le hubiera inspirado poca confianza.

El bar está repleto de mesas redondas, sencillamente organizadas, nada extravagante, un ambiente más que nada juvenil. Las paredes están repletas de pósters sobre bandas musicales, famosos, cosas varias y alguna que otra guirnalda de luces a modo de decorado. Con un estilo a la altura de la estación que vivimos, es un lugar luminoso y fresco, genial para esta época.

Si observo más allá puedo ver como por la parte trasera hay una terraza que conecta directamente con la rambla, por lo que desde las mesas se puede disfrutar de una vista digna de una postal. Está ambientada de la misma forma que en el interior y por lo que puedo deducir allí es donde se juntan la mayoría de los clientes a pasar el rato.

Samantha

Cualquiera que me viera en este momento pensaría que estoy un poco loca y no lo juzgo.

Llevo más de media hora ordenando cada pajita por su respectivo color; todas las noches son utilizadas para hacer los típicos tragos de este sitio. El aburrimiento me está ganando y no estoy poniendo ningún tipo de resistencia. Ya he atendido a todas las personas que se han animado a pasar por aquí antes de irse a tomar el sol y aprovechar de darse un refrescante baño en la playa o de visitar algunos de los grandes atractivos de Barcelona.

De repente una lejana vibración hace que desvíe mi atención a intentar descifrar aquella charla entre mi jefe y otra persona que por el momento no podía llegar a reconocer.
A pesar de haberme subido el volumen de los sonotones al máximo era muy difícil poder hacer que aquel murmullo proveniente de la entusiasmada conversación tenga algún sentido.

De todas formas tampoco es algo que llegase a interesarme demasiado.

Finalmente, pude divisar a la persona que lo acompañaba. Se trataba de un  chico de tez blanca y una estatura alta, más alto que yo, lo que ya significaba mucho. Quizás de mi misma edad, un pelo un poco alborotado, de gafas y una mirada un tanto cautivadora. No estaba mal.

Madre mía, Samantha

Desde detrás de la barra lo veo en el medio del bar observando todo con mucho detenimiento, que hasta se me hace cómico. Parece como si estuviese buscando una respuesta a algo en concreto, tal vez no sea de por aquí y necesite algún tipo de ayuda.

Me gana el impulso de hacer algo diferente a lo que estaba haciendo hace horas y horas. Dejando de lado mi trabajo por unos cuantos minutos, salgo de detrás de la barra donde me encontraba, acercándome al muchacho.

- Hola, ¿qué te trae por aquí? - intento sonar amigable, arrastrando cada vocal posible.

- Buenas. - dice el chico un poco desconcertado para luego aclarar su garganta y continuar - pues, he venido  a...

Y sin dejarlo continuar me mando una de mis características samanthadas

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hola!! primero que nada quería agradecer a todxs los que me leen, me hace muchísima ilusión, porque no pensé ni que 20 personas lo leerían y resulta que son hasta más.

además, tienen la libertad de decirme si les está gustando o no, o lo que sea, todo lo que me digan lo tendré en cuenta para poder continuar.

¿Qué habrá dicho o hecho Samantha? 👀

nos leemos pronto.

—♥

Sensaciones del pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora