XI- Una noche en Hawaii.

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Flavio

La noche fue desastrosa. Un relámpago por aquí, otro por allá, de las típicas tormentas que te hacen creer que no cesarán. Para nuestra conveniencia no duró hasta hoy. Si hubiese sido de otra forma los planes para el día se hubiesen visto afectados.

A pesar de estar vistiendo un viejo chándal, más adelante podré cambiarme de acuerdo a la fiesta. Samantha haría lo mismo, así lo habíamos acordado; solo que ella llegará un poco más tarde.

Antes de que nuestro turno empezara me llamó para contarme que ayer de camino a su casa había pinchado una rueda de su bicicleta. Aunque (por razones obvias) no le pude ver su cara, sus palabras desprendían un aire de dramatismo total. Por lo que primero pasaría por su bicicleta ya restaurada y luego vendría a terminar con la decoración, entre otras cosas.

Esto quería decir que con mi escasa experiencia, tenía que ingeniármelas para acondicionar las mesas y el lugar, por el momento, sin ninguna ayuda.

Todo giraba alrededor de una temática general basada en  lo tropical y en Hawaii, que viene a la altura de la estación en la que estamos. Los centros de mesa eran bastante vistosos, de varios colores y de forma de piña. Junto a estos colocaba una vela que se alumbraría dentro de nada para poder darle un ambiente de relax a este espacio. Ya que hasta la medianoche sería todo muy pintoresco, familiar y cultural, donde algunos artistas sin su merecido reconocimiento nos regalarían unos minutos de su música.
Pasada esa hora, las velas se retirarían para evitar cualquier tipo de accidente, se prenderían los focos de luces fluorescentes y se añadiría la barra libre, el inicio de la verdadera fiesta.

- Aquí estoy Fla, Flavio.

Su dulce voz me toma de imprevisto mientras colocaba las decoraciones restantes en la fresca terraza. Cuando se acercó pude observar sus enrojecidas mejillas a causa del calor abrumador que dejó la pasada tormenta. Tanto que, casi me olvido de cómo se había dirigido a mi, un diminutivo que solo mis familiares acostumbraban a utilizar; que tampoco me molestaba que ella lo utilizase.

-  Sam, pensé que ya no llegarías. - respondí, dándole a entender que su forma de llamarme no me incomodaba. A la vez que debido a mis palabras ella soltara todo lo que se había apurado para llegar, reprochando mi anterior comentario.

Solo quedaban unos seis minutos para que todo empezara, estaba todo listo en un tiempo récord y fue cuando unas tres conocidas siluetas atravesaron la puerta del lugar para hacernos compañía. Así es, tanto Maialen, como Marc y Gérard al escuchar la palabra fiesta no tardaron en prepararse y venir hacia aquí. Éste último había sido invitado por mi y felizmente se ha integrado con gran facilidad a nosotros.

La pamplonica y la rubia como era de costumbre se saludaron con uno de sus efusivos abrazos. Ésta última se despidió de nosotros en cuestión de segundos diciéndonos que ya volvería.

A lo que supuse que iría a cambiarse, lo que no me cuadraba era que necesitase suerte para ello, como hace un instante le había deseado su amiga.

Desde el momento en el que había llegado si que pude notar que estaba algo nerviosa, más que nada por la forma en la que hablaba. Esta vez sus palabras se atropellaban como si algo la estuviera siguiendo y no pudiese parar, al contrario de otras veces. Igual era por los preparativos y por lo poco que faltaba, ya que Samantha lleva un ritmo muy lento para que las cosas salgan a su gusto, tiene que revisar todo con lupa y comprobar que no falte nada para poder quedarse tranquila. Quizás no era eso pero me tenía intrigado. A lo mejor luego me lo contaría, o simplemente sería una percepción mía.

Las puertas del Malibú sin piña se abrieron para dar paso a toda la multitud que esperaba fuera, dando el comienzo del esperado evento veraniego.

Había personas de todas las edades, a pesar de que, como muchas veces, predominaran los jóvenes. Muchos de ellos ya estaban eligiendo un lugar cerca del pequeño escenario, alumbrado con unas velas similares a las de las mesas. Allí había un taburete con el equipo de sonido necesario para la persona que subiera a entretenernos un rato, que sería totalmente sorpresa, ya que nuestro jefe no quiso darnos detalles.

La chica del flequillo tomó la iniciativa y nos buscó a los cinco una mesa delante del todo. Esperaríamos a  mi compañera para pedir las bebidas y raciones que íbamos a compartir.
Aprovecharon para unirme a su grupo de WhatsApp y finalmente nos decidimos a hacer una divertida ronda de chistes hasta que lo que predominó en el lugar fue el silencio.

Al posar mi mirada en frente de mi, después de colocarme mi cadena de plata por fuera de la camiseta básica negra que había conjuntado con unos simples vaqueros, la única duda que tenía se desvaneció.


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holaa!! me alegra decir que ya son más de 2K de leídos, muchísimas gracias.

espero que les guste el capítulo, se que hay cosas para mejorar pero preferí dejarlo así antes de que suene todo muy excesivo.

¿qué creen que pasará a continuación?

nos leemos pronto

—♥

Sensaciones del pasado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora