Hogsmeade

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La primera autorizada a Hogsmeade fue la última semana de Octubre. Todos los alumnos de tercero estaban entusiasmados, era la primera vez que iban. Sin embargo, Harry Potter no iría. Emma se sintió triste por él, pero se le pasó al pensar que Black lo podía atacar estando allá, desprotegido.

Emma no quería salir del castillo, tenía mucho que hacer. Además, Lupin la invitó a que pasara la tarde en su oficina. Era una persona muy calmada y paciente.

No había hablado con Severus desde ese día en la sala de profesores. Supuso que tenía muchas cosas que hacer, por supuesto. Le enseñaba a más personas que ella.

De los árboles caían las hojas empujadas por el suave viento de otoño. El naranja y el amarillo hacían parecer que había un lago gigante en medio del patio principal. Las hojas crujían al tacto con los pies de los estudiantes que se encaminaban a la salida del colegio, donde Fitch los esperaba con cara amargada recibiendo las autorizaciones. Ya eran las cuatro de la tarde, y Emma iba al despacho de Lupin. Frente a la puerta, Emma tocó y entró.

—Emma, pasa. ¿Quieres un té?—preguntó Lupin dejando la puerta abierta.

—Sí, gracias.—Emma miró el despacho. Era más espacioso que el de ella. En realidad ella ni siquiera tenía despacho, sólo su sala de Encantamientos y su habitación. No necesitaba más tampoco—Tienes un estanque...¿Te gustas los peces?

—No es eso—dijo Lupin dejando una taza de té humeante en una mesa—. Allí dentro hay Grindylow.—Miró la cara de confusión de Emma—.Un demonio del agua.

—Ya veo—dijo Emma caminando al rededor del estanque—. No veo nada.

—Es porque está durmiendo. Toma asiento, aquí tienes el té.

—Gracias.

Emma se sentó y bebió del líquido. Empezaron a hablar de los otros profesores y lo significaba ser el nuevo. Emma se daba cuenta cuán agradable era Lupin. De pronto, el profesor alzó la cabeza a la puerta.

—¿Harry?—dijo mirando todavía a la puerta, de donde se asomaba el chico de lentes redondos—¿Qué haces? ¿Y Ron y Hermione?

—En Hogsmeade.

—Ah—dijo Remus dándose cuenta de el bajo ánimo de Harry—. ¿Por qué no pasas? Acabo de recibir un Grindylow, como le decía a la profesora Emma.

El chico pasó y Lupin e ofreció una taza de té. Se sentó en la mesa redonda donde estaba Emma también.

—¿Un qué?

—Un demonio del agua—respondió Emma.

—No debería darnos muchas dificultades, sobre todo después de los Kappas. El truco es deshacerse de su tenaza. ¿Te das cuenta de la extraordinaria longitud de sus dedos?

El Grindylow salió del escondite acuático y mostró sus verdes dientes. Sus pequeños cuernos afilados chocaban con el vidrio del estanque, pero podía pegar la cara al vidrio, haciendo muecas extrañas. Emma y Remus se dieron cuenta de que Harry apretaba las mandíbulas.

—¿Estás preocupado por algo, Harry?

—No...bueno...Sí...¿Recuerda el día de los Boggart?

—Sí.

—¿Por qué no hizo que me enfrentara al mío?

—Pensé que había quedado claro.

—¿Por qué?

—Pensé que tu Boggart sería Lord Voldemort.

—Es evidente que estaba en un error—Lupin se paró a hecharle agua a la taza—. La idea de que se materializara un brujo tenebroso en la sala de profesores no es buena.

—En lo primero que pensé fue en Voldemort—admitió Harry—, pero pensé en cuando me desvanecí frente al Dementor y...—a Harry le vino un escalofrío.

—¿Así que pensaste que no serías capaz de enfrentarte a tu Boggart?

—Bueno...sí. Profesor, ¿Usted sabe sobre los Dementare de...?

Lo interrumpieron unos golpes en la puerta.

—Adelante—dijo Lupin.

Se abrió la puerta y entro Snape. Llevaba una copa que echaba humo, Se detuvo al ver a Harry allí.

—¡Ah, Severus!—dijo Lupin—Gracias, gracias. ¿Podrías dejarlo en el escritorio? Estaba enseñando a Emma y Harry el Grindylow.

—Fascinante—comentó Snape, sin mirar a la criatura—. Deberías tomártelo ya, Lupin.

—Sí, sí, enseguida.

—Hay un caldero entero, por si necesitas más...

—¿Qué es?—preguntó Emma.

—Estoy enfermo—dijo Lupin—. Nada grave. Qué suerte tener al profesor Snape como colega. Seguramente tomaré mañana más—respondió a Snape—. Muchas gracias.

—De nada—dijo Snape antes de irse.

—Profesor Lupin, tengo que irme—dijo Emma—. Gracias por el té, nos vemos.

Emma dejó atrás la oficina de Remus. Caminó por los pasillos buscando al profesor de Pociones. Recorrió la ruta hasta el lago y no lo encontró. ¿Dónde se esconde un murciélago? se preguntó Emma. Camino a las mazmorras se topó con pocos chicos que no fueron de paseo al pueblo. La entrada a la sala de Pociones estaba abierta. Emma asomó la cabeza y vio a Snape frente a un caldero, dándole la espalda.

—¿Haciendo pociones?—preguntó Emma en un intento de asustarlo.

—Para Lupin.

—No se llevan bien, ¿eh?

—No te lo imaginas—dijo Snape dándose vuelta para mirarla—. ¿Qué haces aquí?

—Como creo que no te caigo mal como Lupin, te vine a ver.

—Nos vemos todos los días en el Gran Comedor—dijo Snape alzando una ceja.

—Lo sé—dijo Emma dándose vueltas por la sala, viendo los frascos—. Quería hablar contigo

—¿De qué?

—De...tus vacaciones, por ejemplo. ¿Cómo estuvieron?

—¿En serio me preguntas por mis vacaciones?

—¡Debe haber algo que hayas hecho!

—Nada—se cruzó de brazos—¿Tú?

—¡Fueron increíbles! Fui a los más bellos glaciares del mundo, al final de la tierra; toqué agua congeladísima; vi pingüinos pequeños mientras empollaban los huevos—Emma hacha gestos con las manos y miraba al techo recordando todo.

—Qué interesante—dijo con sarcasmo.

—No seas así, Severus. Si quieres me voy.

—Siéntate—le indicó Snape.

Emma se sentó en el primer pupitre más cerca del pizarrón.

—Así que aquí pasa la magia...—dijo Emma viendo el techo—. ¿Cuántos niños han llorado aquí?

—Esos mocosos...no resisten nada.

—Eres muy duro.

—Eres muy débil.

—Soy gentil—corrigió Emma—. Son niños, Severus. ¿Cómo te trataban a ti de niño?

Severus no respondió. Quedó mirando al suelo por unos segundos.

—¿Severus?

—Mi infancia—dijo al final—, no es tu incumbencia.—Se dio vuelta dándole la espalda a la joven. Emma salió haciendo el menor ruido posible.

II. Hechizo en sepiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora