Las tres escobas

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A Emma le gustaba la época de Navidad, no sólo por el ambiente de calidez y solidaridad constante, sino porque además era su cumpleaños. Un 17 de diciembre de 1967, en una aldea muggle escocesa, nació una bebé llamada Emma.

El blanco invierno se hacía presente en la nieve sobre las casas de Hogsmeade, con un brillo casi cegador. Algunos profesores la invitaron a celebrar su cumpleaños tomando una cerveza de mantequilla en Las Tres Escobas, lo que a Emma le gustó mucho. No le gustaba hacer grandes celebraciones ni fiestas en su honor. Aceptó la invitación encantada, y se juntó con los demás profesores en la entrada del castillo. Hagrid parecía un monstruo de nieve con la barba llena de escarcha. Le dio un cariñoso abraso (donde Emma casi se ahoga), y se fueron al pueblo, diciendo que los otros la esperaban allá.

Era el final del primer trimestre, así que estaba se vacaciones igual que los alumnos. Muchos estaban en Honeydukes, donde un letrero se asomaba por la ventada. Decía:

POR ORDEN DEL MINISTERIO DE MAGIA

Se recuerda a los clientes que hasta nuevo aviso los Dementores patrullarán las calles cada noche después de la puesta de sol. Se ha tomado esta medida pensando en la seguridad de los habitantes de Hogsmeade y se levantará tras la captura de Sirius Black. Es aconsejable, por lo tanto, que los ciudadanos finalicen las compras mucho antes de que se haga de noche.

¡Felices Pascuas!

A Emma los Dementores no le daban mucha gracia, pero cuidaban los alrededores del colegio. Éstos estaban enojados por la negativa de Dumbledore de dejarlos entrar al castillo.

Frente a la entrada de Las Tres Escobas, McGonagall, el profesor Flitwick, y para asombro de Emma, Cornelius Fudge, la esperaban conversando entre ellos.

—¡Emma!—dijo el Ministro de Magia—. ¡Feliz cumpleaños!—le entregó un regalo envuelto en papel rojo y una cinta amarilla.

—Gracias, Ministro—dijo algo incómoda recibiendo el abrazo de Fudge. Emma esperaba que nadie hubiese escuchado cuando él gritó.

—Entremos—dijo McGonagall, siendo la primera en dar un paso a la puerta. Cuando la abrió, todos los del local alzaron la vista al marco, ya que entró una brisa heladísima, comparada con el suave calor de dentro. Se sentaron en una mesa cerca de una ventana y un árbol adornado navideño. Una camarera con tacones chillones se acercó con bebidas en una bandeja de madera.

—Una tacita de alelí...

—Para mí—dijo Minerva.

—Dos litros de hidromiel tibia con especias...

—Gracias, Rosmerta—dijo Hagrid.

—Un jarabe de cereza y gaseosa con hielo y sombrilla.

—Mmm...—dijo Flitwick.

—El ron con grosella tiene que ser para usted, señor ministro.

—Gracias, querida.

—Y el chocolate caliente con canela y crema de fuego debe ser para ti.

—Sí, sí—dijo Emma—. Gracias.

—Corre por parte de la casa—dijo Rosmerta guiñándole el ojo a Emma. ¿Quién le dijo?, pensó.

La camarera se sentó junto a ellos por petición de Cornelius.

—¿Qué lo trae por estos lugares, señor ministro?—preguntó.

—¿Qué va a ser, querida? Sirius Black—dijo sacándose la capa violeta y el sombrero verde limón—. Debes tener conocimiento sobre lo que ocurrió en Halloween en el colegio.

II. Hechizo en sepiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora