El perro, el gato y la rata

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En medio de los corredores, Harry, Ron, Hermione y Emma, caminaban deprisa. Ron sujetaba a su rata, Scrabbers, con mucha fuerza y dificultad.

—Calla, Scrabbers—le susurró—Cállate.

Scrabbers parecía una loca retorciéndose entre los dedos del pelirrojo. Era una rata escuálida, casi en los huesos, con los ojos hundidos, los dientes afuera y apenas sí tenía pelos en el lomo. La rata se quejaba, tratando de huir, haciendo chillidos muy agudos.

—Cállate, cállate—volvió a repetir su dueño.

La rata se retorcía cada vez más, verdaderamente estaba como loca.

—No sé que te pasa, pareciera que...¡Ay! ¡Me mordió!

Acto seguido, Ron salió de la poca capa de invisibilidad que lo cubría, persiguiendo a su mascota a través del césped que estaba oscuro.

—¡Ron!—gritó Emma, yendo tras él. También Harry y Hermione lo siguieron.

No sabía cómo, pero a la carrera se unió un gato de color canela y ojos amarillos.

—¡Crookshanks!—exclamó Hermione.

Emma, Harry y Hermione perseguían a Ron. Ron perseguía al gato de Hermione para detenerlo. Y el gato de Hermione perseguía a la rata de Ron.

Ron tropezó, pero se levantó inmediatamente. Tomó algo entre sus manos y lo volvió a soltar.

—¡Ron! ¡Ron!—gritaban los tres entre la agitación

—¡Scrabbers!—gritaba él.

—¡Ron, espera!—gritaba Emma—¡Es sólo una rata!

De pronto, entre medio de la oscuridad, apareció un perro negro como la noche y con los dientes de tres centímetros. Miraba amenazante y corría en dirección a Harry. Saltó hacia la presa, cayendo sobre el pecho de Harry, quien estaba a unos metros más adelante que Emma. El perro mostraba los dientes al niño, abrió la mandíbula para morderlo.

Ron, al otro lado, tomó su rata histérica y la guardó en el bolsillo de la camisa. El perro fijó su miraba en él, soltando a Harry y corriendo en busca del pelirrojo. Ron corrió al Sauce Boxeador para protegerse, pero el perro lo alcanzó. Lo tomó de la parte de atrás de la polera, empujándolo hacia una abertura en las raíces del árbol.

Emma fue donde Harry, comprobando que no le faltaba nada, a excepción de un rasguño, y corrió donde la cabeza de Ron apenas se veía.

¡CRAC!

A los pies del árbol,la pierna de Ron se dobló en un ángulo antinatural. Estaba quebrada.

—¡Ron!—gritó Emma, yendo donde él. Un golpe seco en el estómago la paró y la elevó. El Sauce Boxeador había despertado.

Hermione y Harry trataron de bajarla, pero el árbol los golpeó igual. Los tres estaban atrapados por las fibrosas ramas del sauce, que no tenía intención de dejarlos ir. Emma golpeaba y pateaba a todas direcciones. Sacó su varita para defenderse. Lanzó un hechizo que apenas fue capaz de pronunciar, y las ramas que la sujetaban se aflojaron. Era ahora o nunca. Pateó por última vez y cayó en el pasto.

El gato de Hermione pasó rozando su pie. El felino esquivó hábilmente las ramas, llegando a un nudo de ellas. Se posó allí y por arte de magia todas las demás ramas se pararon. Harry y Hermione aterrizaron y se levantaron.

—¡Hay que pedir ayuda!–dijo Hermione.

—Vayan ustedes—dijo Emma—. Iré a buscar a Ron.

—Profesora, no sabe...

—¡Vayan!—les dijo, antes de adentrarse en el agujero del sauce.

El túnel era más oscuro de lo que Emma pensó. Palmeó las paredes húmedas del lugar para orientarse y buscar la salida.

—¡Ron!—gritaba—¡Ron!

Unos pasos atrás la asustaron. Eran Harry y Hermione.

—¿Qué hacen? Les dije que...

—No hay tiempo, profesora. Usted misma lo dijo..

—Yo sé el camino—dijo Harry.

—Está bien. Rápido.

Continuaron iluminados por la varita de Emma. Era una pasadizo que no parecía nunca acabar. El techo era bajo, así que corrían encorvados. En un punto del trayecto, el camino se elevaba, al igual que el techo.

Llevaban media hora corriendo, cuando una pared apareció de la nada, un agujero en ella les mostró que había al otro lado. Emma posó la cara para ver. Un par de sillas rotas, ventanas parchadas con tablas, sábanas cubriendo los muebles y mucho polvo. Salieron por ahí. Al parecer estaban en un vestíbulo.

—Es La casa de los gritos—dijo Harry.

Escucharon un ruido en el segundo piso. Los tres se miraron y comprendieron que había que subir. Las escaleras estaba llenas de polvo, pero una línea recién hecha, como cuando arrastras algo por una parte sucia, relucía en medio. Subieron las escaleras silencios, lo más que pudieron. La habitación de donde provenían los ruidos estaba cerrada. Harry no aguantó más y la derribó de una patada. Emma fue la primera en entrar.

Acosado en la cama, y con cara de miedo, esta Ron y su pierna rota.

—Ron, ¿estás bien?—preguntó Hermione mientras Emma examinaba la habitación detenidamente.

—¿Dónde está el perro?—dijo Harry.

—Ha-harry...es una trampa—dijo señalando a la puerta—No hay perro. Es un animago..

La habitación se cerró.

Un hombre con el cabello negro hasta los codos, con las cuencas de los ojos hundidos y la piel gris, dio un paso adelante. Sirius Black.

Emma se puso entre él y los niños. Le apuntaba con la varita.

—¡Expelliarmus!—gritó.

Sirius se dio contra la pared.

—Pensé que Harry vendría a buscar a su amigo—dijo Sirius levantádose y rascándose la cabeza—Tu padre hubiera hecho lo mismo.

—¡No hable de mi padre! ¡Usted los mató! ¡Era su amigo!

Emma sujetó a Harry para que no fuera donde él.

—¡Usted los mató!—seguía diciendo—¿No es así?

—No lo niego—dijo Black.

Harry trató de atacarlo, pero Emma lo volvió a retener.

—Lo verá el Ministerio—le susurró a Harry.

Emma estaba apunto de lanzar un hechizo paralizador cuando la puerta se volvió a abrir. Lupin entró por puerta, apuntando a Emma.

Emma bajó su varita, dando gracias de que estaba allí. Le iba a decir que aprisionaran juntos a Black, pero algo inesperado pasó. Lupin se acercó a Black y lo abrazó, ayudándolo a pararse de nuevo.

—Remus...Tanto tiempo viejo amigo.

Emma se quedó con la boca abierta. Un traidor. Era amigo de un traidor.

II. Hechizo en sepiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora