Sirius

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Juntas, Emma y McGonagall fueron al cuadro donde estaba Sir Cadogan, un caballero rechoncho con un caballo idéntico a él. Era el cuadro que reemplazaba a la Señora Gorda mientras estaba en reparación.

Minerva dijo la contraseña bajita, indicándole a Emma que esperara afuera. Pasaron unos segundos antes de que saliera nuevamente por el marco.

—Sir Cadogan, ¿ha dejado entrar a algún hombre?

—Sí, mi querida señora.

—¿¡Qué!? ¿Por qué?

—Me dijo la contraseña correctamente. Tenía todas las de esta semana anotadas en un papel.

Emma miró confundida. Minerva volvió a entrar y escuchó decir:

—¿Quién ha sido el tonto en escribir la clave en un pergamino?

Nadie respondió. La figura de la profesora salió por segunda vez, y dijo:

—Black a intentado matar a un alumno. A logrado entrar. Vaya a buscar a los demás profesores. Revisaremos el castillo.

Emma corrió por los pasillos, pasando puerta por puerta, despertando a Remus, Pomona, Flitwick y el fantasma de Binns. Les informó a todos de lo que sucedía y les indicó que fueran a la entrada de la torre de Gryffindor. Todavía le que daba a alguien por despertar.

En las mazmorras, el silencio fue interrumpido por las pisadas apuradas de Emma. Se amarró bien la bata, que se le soltó debido a la corrida. Tocó la puerta efusivamente del despacho de Snape. Más rápido de lo que pensó, la puerta se abrió.

—¿Son estas horas de...?—dijo Snape molesto, pero su tono cambió al darse cuenta de quién era— ¿Pasó algo?

—Black—dijo Emma recuperando el aliento—. Entró de nuevo al castillo.

Ambos se encaminaron donde había ocurrido el incidente. Emma notó que Severus estaba muy despierto y vestido. Pareciera que no estaba durmiendo.

Minerva y Dumbledore daban instrucciones de dónde y con quién ir a registrar. Lupin y Emma fueron juntos hacia el ala Este. Subieron a la sala de adivinación, registrando cada rincón. La sala tenía muchos objetos extraños y brillantes, que sin duda llamaban la atención de Emma. "No es el minuto", se recordó. Bajaron al tercer piso, a ver el baño de niñas. Volvieron a subir a la sala de Historia de la Magia. Fueron también a la orilla del Lago Negro. No encontraron ni rastros de Black.

—Volvió a escapar—dijo Emma frustrada.

El cielo estaba oscuro. Debían ser las tres de la madrugada. La luna estaba grande y casi llena.

Emma sintió la misma hipnosis que la última vez. Todo el mundo desapareció alrededor. La luna la llamaba. La Luna...

Sintió un cosquilleo en el estómago, como si un fuego interno se prendiera en ella. Sin notarlo, comenzó a caminar hacia el agua. Estaba totalmente en trance.

—Emma...—la llamó la voz lejana de Lupin—Emma...

No hacía caso, no respondía.

—Emma...—volvió a llama Remus—Emma...

La mano de Remus la sostuvo del hombro, haciendo que ella se detuviera. Sintió agua en los pies, y al bajar la cabeza, vio como estaba hundida hasta las rodillas.

—Ven—le dijo Lupin—.Vamos a sacarte de aquí.

Emma giraba la cabeza para ver a la luna, que parecía seguirla.

Con un movimiento de varita, Lupin secó a Emma.

—Hay que seguir buscando—dijo él.

—Sí....seguro—Emma movía la cabeza sin entender mucho.

Llegado el amanecer, se reunieron con los demás profesores. Llegaron a una sola conclusión: Black lo hizo otra vez.

A la mañana siguiente, durante el desayuno, se enteró de todo.

El grito que escuchó era de Ron Weasley, que se desertó al escuchar como sus cortinas se rasgaban. Al abrir los ojos se encontró con la figura de Sirius Black, blandiendo un viejo cuchillo que apuntaba a Ron. Éste gritó y Black salió huyendo.

¿Qué quería de Ron? ¿No era Harry su objetivo? ¿Se equivocó de cama?

II. Hechizo en sepiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora