Parte I

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En el interior de su habitación, Maximiliano escogía una impecable camisa blanca de su clóset, la cual combinaría con un exquisito pantalón azul, unos ilustrados zapatos negros y un cinturón del mismo color. Se alistaba para asistir a la majestuosa bienvenida de la hija del hombre que había sido responsable de la muerte de su padre, un evento que se celebraba en la gran mansión de los Montesinos. Mientras se observaba en el espejo, torció los labios con amargura y desagrado.

Finalmente había llegado el momento de poner en marcha su plan. Estaba decidido a destruir a aquella familia, tal como ellos habían destruido la suya años atrás.

— ¡Hijo, por favor, deja de lado esas ideas! Han pasado muchos años — La voz de su madre lo saco de letargo, la mujer haca un último esfuerzo para disuadirlo de su obstinada venganza.

— Madre, sabes que haré que ellos paguen por todo el daño que nos hicieron. Les daré donde más les duele: su gran tesoro. — Respondió Maximiliano con ojos encendidos por la rabia.

— Prométeme que te cuidarás mucho. Eres lo único que me queda, hijo — suplicó su madre con tristeza, aunque sabía que sus palabras caían en oídos sordos.

— Por supuesto, mamá. Descuida, me cuidaré muy bien. Llegaré tarde, así que no me esperes despierta. Descansa — dijo Maximiliano antes de salir, dejando un beso en la frente de su madre como siempre lo hacía.

Mientras conducía, los recuerdos de la muerte de su padre volvían a su mente. Apretó el volante con fuerza y pisó el acelerador con furia. Jamás desistiría de su venganza; ellos sufrirían y pagarían por todo lo que le habían hecho. Había hecho un juramento, y lo cumpliría aunque eso le costara la vida.

Maximiliano había seguido de cerca a aquella familia durante años. Se había mantenido cerca de ellos; de hecho, su amigo había estudiado con la hija del hombre al que deseaba destruir. Y era por eso que ahora se dirigía a la fiesta de bienvenida de Juliet Montesino, quien regresaba después de años de estar en Italia estudiando Artes. "Artes... ¿Para qué sirve estudiar Artes?", se preguntaba a sí mismo con desdén.

— ¡Oye, por fin llegas, hermano! — exclamó su amigo con entusiasmo apenas Maximiliano estacionó el auto.

— Disculpa, se me hizo tarde — respondió sin darle mayor importancia.

— Te lo paso si me dices que la razón de tu tardanza fue una chica — bromeó su amigo.

— Si consideras a mi madre como una razón válida, entonces sí, mi madre me entretuvo — dijo Maximiliano con seriedad.

— Bueno, es una buena razón. ¿Cómo está ella? — preguntó su amigo mientras lo rodeaba con el brazo y lo dirigía hacia la entrada.

— Ella está bien — respondió Maximiliano brevemente.

— Tengo que ir a visitarla — dijo su amigo mientras caminaban hacia la recepción.

El salón de fiesta estaba repleto de gente, y Maximiliano sabía que sería difícil acercarse a Juliet sin levantar sospechas. Después de un rato de merodear por el lugar, escuchó el anuncio de la llegada de la chica en cuestión. Al voltearse y buscar con su vista a la mujer, se encontró con una verdadera princesa. Sintió cómo se le erizaba el cuello al contemplar su belleza: alta, con curvas espectaculares, cabello largo y rojizo, y los ojos más hermosos de lo que jamás había visto. Apretó la mandíbula y se acercó a su amigo.

— ¿Es hermosa, verdad? — preguntó su amigo sin reparo.

— ¿Qué? — lo miró con asombro.

— Dije que Juliet es realmente hermosa. ¿No te parece? — insistió su amigo.

La Culpable (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora