Sussesos

capítulo 27

-No podemos tener peor suerte- Dijo Lucía mientras caminaban por lo que parecía ser una selva.

-No te conviene hablar, podrías atraer animales o insectos. Y no sabemos siquiera si no nos están rodeando en este instante- repuso Axel.

-Con esos ánimos estoy segura de que llegaremos muy lejos- se quejó Mili. -Deberíamos buscar agua. Cuando huimos no trajimos eso con nosotros.

Axel miró de reojo a Alexa por la conversación que habían tenido la noche anterior por ese mismo tema. Resulta que después de haber tenido esa conversación con ella, todo se había salido de control. No pudieron ingresar a la selva espesa con esa camioneta ya que estaba rodeada de lo que parecía ser arena movediza, pero debían moverse rápido ya que unos zombis los habían oído. Tuvieron que atar una soga a uno de los árboles y treparlo para poder usarlo como puente.

-Por lo menos acá no nos van a matar terribles zombis- aseguró riendo Iñaki. Pero en el momento que atravesaban no estaba como para broma.

Quien estaba peor era Camile. Desde que habían salido del bunker no había podido pronunciar palabra alguna. Eso tenía muy preocupado a Iñaki, en el tiempo que se conocían siempre había sido una chica muy alegre. Incluso durante los ataque zombis ella había sido una de las personas más animada que podía haber. Nadie más noto el cambio de Camile. Creyeron simplemente que ella estaba dormida o cansada, lo normal.

Luego de tanto caminar, consiguieron llegar a lo que parecía un río. Todos fueron muy animados a consumir de sus aguas, pero Alexa los detuvo. Luego de que se fijara con un pequeño medidor si tenía radiación y que la pusiera en una botella vacía con media pastilla potabilizadora, les permitió beberla. No podían correr el riesgo de que alguno se enfermara por algo que hubiese en esas aguas desconocidas.

Después de que todos tomaran agua a gusto, Camile se acercó a Alexa con un cuchillo en su mano. Le susurró algo y se alejaron un poco del grupo, retirándose a algún lugar privado, que fue detrás de una gran roca.

- ¿Podrías cortarme el pelo como el tuyo? - preguntó despacio Camile entregándole el cuchillo que tenía.

-Claro, de hecho, creo que yo también necesito un retoque- respondió seca la otra joven.

No fue difícil corle el cabello, ya que el cuchillo tenía buen filo. Pero mientras Alexa cortaba a Camile le cayeron unas pocas y disimuladas lágrimas. Luego, volvieron con el grupo, el cual quedó muy impresionado por el nuevo look de su amiga, pero ninguno quiso preguntar qué ocurría. Los jóvenes siguieron su camino, debían intentar salir del lugar desconocido lo antes posible.

Fue difícil de explicar lo que les ocurría a ellos en su interior. Por un lado estaba el asombro de todo lo nuevo, pero al mismo tiempo el miedo. No sabían si algún zombis había podido cruzar las arenas movedizas o ingresar por otro lado. Por su parte, Camile estaba con una guerra interna. La culpa que sentía por todo lo ocurrido y por la pérdida de su amiga, la cual tenía la ilusión de poder viajar con ellos eran temas que rondaban por su cabeza. Una y otra vez veía la imagen de la joven cayendo desplomada al suelo con una bala en su estómago. Y por otro lado estaba Iñaki, mas confundido que nunca. Él sabía cuánto amaba Camile su pelo, pero aun así había decidido cortárselo, no había hablado con él y lo atormentaba la idea de que ella quisiese cortar con él o peor, acabar con su sufrimiento por métodos de autolesión.

No frenaron para comer, ya que lo que quedaba de comida eran apenas unas pocas latas restantes del viaje anterior. Cuando cayó la noche, los encontró a todos en un edificio abandonado que se veía muy bien pese a que había caído una bomba sobre él. Estaba completamente rodeado y cubierto por plantas que lo habían reclamado como de su propiedad. Por suerte para todos ellos, los insectos no lo habían invadido. De hecho, en todo el camino solo se habían cruzado con dos serpientes muy pequeñas y tres mosquitos del tamaño de un puño grande, pero matarlos había sido muy fácil.