capítulo 3

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Dejaron la moto escondida entre los árboles que rodeaban a la nave. Era un lugar enorme pero muy poco elegante, un contraste sospechoso porque los coches que rodeaban el sitio eran realmente caros. Hombres y mujeres vestidos con el sueldo de una vida entera y mucho guardaespaldas en la puerta.

-Bien, yo iré por detrás.- dijo Natalia decidida mientras se quitaba la chaqueta.

-¿Pero a dónde te crees que vas fiera? ¿Qué vas a hacer, entrar en plan terminator y atacar a todo lo que se te ponga por delante? Fíjate, hay seguridad y hay mucha gente...-

-No me voy a echar atrás, Alba.-

-Nadie ha dicho que no vayamos a entrar.- dijo pícara.

Se asomó tras el escondite de un árbol apoyó la mano derecha en el suelo. Tenía un tatuaje pequeño en la mano que pareció cobrar vida. Se movió por su muñeca y por su palma para darle un par de vueltas al anular y salir de su piel como una serpiente de verdad que pareció desvanecerse entre los coches.

-Creo que eso ha sido...alucinante.- Dos trucos en menos de una hora y Natalia estaba alucinando. Pudo ver como los 2 guardias de la puerta trasera cayeron redondos y sin hacer un ruido.

Alba se acercó a ella, mirándola con la cabeza ladeada y desde abajo como si le estuviera tomando las medidas. Repitió el mismo truco de antes y vistió a Natalia de pies a cabeza. Unos zapatos negros y con una suela en color rojo sangre, un traje del mismo color y un top lencero, el maquillaje sencillo pero con un eyeliner perfecto.

Alba, por otro lado se decidió por el cuero y un abrigo que parecía de piel lleno de pelo y un top lencero negro acompañado de una camiseta con rejillas. Ocultó los tatuajes del cuerpo y se recogió el pelo ella misma en un pequeño moño.

-Vale, quiero estos poderes.- soltó Natalia como una niña pequeña emocionada al ver trucos de magia.

-Puedo descolocar al portero durante unos segundos pero no durará mucho.-

-Yo me encargo de eso.- interrumpió la más alta.

-Pensaba que iba a hacerlo yo todo en esta misión...- contestó Alba con una sonrisa seductora.

-Ya hablaremos de eso más tarde.- susurró Natalia ofreciéndole el brazo a Alba, listas para una entrada triunfal.

Una vez delante del portero fue Natalia la que se lanzó a hablar. El portero tenía caras de pocos amigos y aseguraba que sus nombres no estaban en la lista.

-Eilan y Alba...- repitió con una voz grave y sensual.

-No veo a na-

El portero no pudo acabar la frase, Natalia puso la mano sobre la de él y como si hubiera perdido la voluntad accedió encantado y embelesado. Alba había confirmado las sospechas, ya sabía lo que era aquella mujer. Pero no podía seguir pensando en eso, no tras ver lo que había allí.

-Mierda, Nat... que nos hemos metido en una subasta del mercado negro...-

Si hay algo que Alba odiaba tanto como las injusticias eran los imbéciles que por alguna razón pensaban que valían más que otras criaturas. Esos idiotas se dedicaban a comprar y a vender seres poco comunes, valiosos o simplemente bellos.

Se le encogió el pecho al ver aquella escena. Sonaba música como si fuera un cóctel mientras pujaban. Había un joven hipogrifo en una jaula demasiado pequeña para su tamaño, pequeñas hadas expuestas detrás de un cristal, un fénix atado con cadenas de oro y un almacén al fondo... Podía vomitar en cualquier momento, allí se respiraba el sufrimiento.

Natalia pudo ver cómo sus ojos empezaban a brillar como lo hizo en su casa y no podían cargarse la tapadera, no ahora.

-Alba, Alba tranquila vamos a intentar ayudarlas...-

Sabía que no podía ponerse en plan bruja furiosa porque estaban buscando a la hermana de Natalia, además les superaban en número así que era una idea suicida.

Volvió a concentrarse y a meterse de nuevo en su papel, se acercó a Natalia que le hacía se escondite improvisado buscando a su serpiente por algún lado mientras la otra intentaba encontrar algún rastro. Pudo ver la silueta del reptil en una viga dirección al almacén, allí tenían que esconderla.

Cogió a Natalia de la mano y se dirigió hacia las cortinas que ocultaban cajas, jaulas y muchos objetos raros. Podía distinguir un rastro, el sitio apestaba a lejía y a penas podía oler otra cosa. Descubrieron al fondo una cortina aterciopelada y negra muy grande que ocultaba algo.

Ahí estaba su hermana, dormida o quizás drogada. Respiraba pero no respondía.

-Mierda, Alba esto es acero...- dijo preocupada la morena vigilando que nadie las descubriera.

La bruja se acercó a los hierros y los acarició lentamente hasta que, al minuto, una sensación de calor alertó a Natalia. Los hierros empezaron a temblar y los ojos de Alba cada vez brillaban más.

Natalia no iba a quedarse ahí pasmada así que cogió parte de la tela para no quemarse las manos y separó los hierros lo suficiente como para sacar a su hermana. Era una fuerza bruta y animal, un instinto nato de salvar a su hermana y sacarla de ahí cuanto antes.

Pero no, la facilidad no iba con su vida.

Natalia recibió un golpe en la cara de un hombre, que más que un hombre parecía un armario empotrado reforzado en piedra. Alba supo reaccionar a tiempo y movió sus dedos con agilidad para lanzar al guardia inconsciente a unas cajas.

Un error, demasiado ruido. 

Darkness magicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora