Capítulo 7

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Pasaron por casa de Alba aunque no supiera muy bien el interés de Natalia para cambiarse de ropa y coger su mochila...vacia.

-¡Venga, Nat! Dime donde me llevas por fiiiiii.-

Natalia pensó que podía subirle el azúcar en cualquier momento si Alba seguía insistiendo, le estaba costando no decirle nada.- ¡No seas impaciente, brujilla!.-

Ahí estaba de nuevo otro puchero.- ¡Alba no vale! Los pucheros es juego sucio...-

Alba le dedicó una sonrisa, de esas bonitas y sinceras que hacen que se achinen los ojitos. Natalia se cambió botas por unas zapatillas de tela, una camisa de color teja y unos vaqueros anchos. Al principio Alba iba a preguntar el por qué de su elección tan veraniega en pleno octubre pero recordó que aquella criatura no pasaba frío. "Qué envidia" pensó la chica.

Hicieron una parada con la moto para comprar algunas cosas y hacer un pic-nic. Alba estaba muy contenta, adoraba los planes sencillos en la naturaleza y evadirse de todo lo que había pasado le parecía una opción maravillosa. La sensación en moto por algunas carreteras secundarias le pareció a la definición más parecida de libertad aunque tenía que aceptar que una hora sentada en ese trasto sin estar acostumbrada le provocó una molestia en el culo interesante.

Alba no se esperaba que la morena dejase la moto escondida entre unos matorrales cerca de la carretera, realmente, en ningún lugar concreto.

-La verdad que no sé como todavía no me han robado la moto.- comentó Natalia divertida guardando el caso.

Alba se acercó a ella y movió su mano izquierda sobre el cuero del asiento camuflando el vehículo.

-¡Esto sí que es un buen antirrobos!.-

Si algo se había dado cuenta Alba es que Natalia adoraba sus trucos y la carita de ilusión le encantaba.

-¿Y ahora qué?.- preguntó curiosa la bruja.

Natalia se acercó hasta ella y le dio un beso, corto, suave y cariñoso. Se quitó la mochila y metió en ella las zapatillas y los calcetines.- Me gusta conservar la ropa, la verdad.- contestó guiñándole un ojo.

-¿Qué? Oye...Nat para desnudarte nos podríamos haber quedado en mi casa...- dijo Alba mordiéndose el labio inferior. "Qué narices hace quedándose desnuda en medio del bosque" pensó. Entonces se acordó de que antes de enfrentarse a la loba, se quitó la chaqueta y destrozó el resto de las prendas. "Por qué iba a convertirse".

Natalia se quedó completamente desnuda delante de la bruja y guardó la ropa con cuidado en la mochila antes de dársela a Alba para que se la colgara.- Ya has montado conmigo en la moto, yo soy mucho más segura...-

Eso fue lo último que escuchó la rubia. Natalia se separó un poco sonrojada ante la mirada de Alba y se concentró. La bruja nunca había visto un cambio desde tan cerca. El crujir de los huesos, el cambio de color de sus ojos y cómo el pelo negro y reluciente le salía por todo el cuerpo en apenas unos segundos.

Alba estaba impactada, tener al animal delante de ella podía impresionar pero seguía siendo ella, seguía siendo Natalia y podía verla a través de sus ojos. La pantera se acercó hasta la bruja con extrema delicadeza y se agazapó para que pudiera tocarla.

-¡Nat eres un gatito enorme!.- dijo con ilusión acariciándola por toda la superficie de pelo a la que podía llegar. Ahora entendía el por qué dem cambio de ropa.

Estuvieron así unos minutos hasta que Alba comprendió lo que Natalia le había dicho. -Espera espera, Nat, ¿prendes que me suba encima?.- Si Alba pudiera leer los pensamientos de Natalia hubiera escuchado un "No te vas a subir debajo".

Natalia restregó su hocico por el cuello y la cara  de la rubia como dándole su aprobación y se tumbó completamente para que se pudiera subir antes de hacerle un gesto con la cabeza. "Vamos Albi" pensó.

La cambiaformas pensó que llevarla a uno de los lagos sobre ella le pareció una buena idea, quería que viera que en el fondo era eso, un gatito grande y cariñoso.

Alba se montó en el lomo de la pantera y se agarró con cuidado al pelaje del cuello. La pantera le hizo cosquillas con la cola y una vez vió que Alba estaba segura comenzó a correr.

Alba cambió la definición de libertad de la moto por Natalia.

Esquivaba con gracia los troncos de los árboles caídos y las ramas crujían a su paso. Cuando vio a un pequeño grupo de ciervos frenó el paso y agazapada se acercó hasta ellos en silencio para que Alba pudiera verlos. Estuvieron caminando durante media hora más o menos, de vez en cuando Natalia asustaba a la rubia y ésta le contestaba tirándole de alguna oreja.

Cruzó un pequeño riachuelo y llegaron hasta otro claro, este era verde y no se veía ni se escuchaba nada que no fueran los pájaros y el agua de una pequeña cascada en el lago. Era un lugar idílico y precioso donde solo se respiraba paz.

El animal repitió la misma operación y se agachó hasta tumbarse en el suelo para que Alba pudiera bajarse. Lo que no esperaba era el abrazo por parte de la rubia y un "Gracias Nat" con la voz más suave y melosa que había escuchado nunca.

Volvió a cambiar y se vistió ante la atenta mirada de Alba que no podía evitar admirar el cuerpo de la morena. Verla con la camisa medio atar, la figura de su pecho desnudo,el contraste de color de los vaqueros y la tierra... Tenía la necesidad imperiosa de dibujarla.

Comentaban como niñas pequeñas todos los animales y plantas curiosas que habían visto por el camino olvidándose de la sangre, del ataque, de la sensación de impotencia de las semanas atrás y de la culpa por arrebatar una vida.

Sacaron la comida, todo apto para vegetarianos e intolerantes a la lactosa para Alba y algo de embutido para Natalia. Al fin y al cabo, Natalia era medio pantera y comía mucho.

-Toda la comida la inviertes en altura eh.- bromeó Alba.

-Quizás tú eres tamaño gnomo de jardín.-

-¡Oye! Aquí la que se sale de la media eres tú...-

Así transcurrió el día. Muchas risas, anécdotas y conociéndose un poco más. Vieron el atardecer de camino y hablaron de todo y de nada hasta llegar de nuevo a casa de Alba.

La estampa en casa de Baba era curiosa pero seguía preocupada. Elena era una chica muy enérgica y estaba deseando empezar con el entrenamiento. Estaba comiendo todo lo que le ofrecía Baba y más, echaba de menos a sus padres pero estaba tan ilusionada con todo lo de los poderes que le importaba poco tardar un par de días en verlos.

Elena y Natalia tenían ese aura que tanto le recordaba a Naín, pero hasta donde ella sabía, estaba muerta. El amor de su adolescencia estaba muerto y el destino era tan caprichoso que su nieta estaba durmiendo en su casa y cuidaría tanto de su instrucción como de su vida.

Darkness magicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora