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Septiembre 1, 1976. 10:40 a.m.
La estación King's Cross se encontraba bastante más llena de gente de lo usual. En especial, el andén nueve y tres cuartos, donde se encontraban las cientos de familias de los alumnos de Hogwarts. Sin embargo, luego de despedirse de sus padres y comenzar a hacerse camino entre el gentío, Remus notó que algunas de las familias que solía toparse brillaban por su ausencia. Tan solo podía esperar que fuera por decisión propia y no porque habían sido señalados por los mortífagos o Voldemort. Continuó con su camino en dirección del vagón del tren donde se encontraba el compartimento que se habían... adueñado, podríamos decir, y en el que habían viajado él y sus amigos los últimos cinco años.
Subió al tren, todavía tirando de su baúl y lo dejó en el compartimento para acomodarlo después, posiblemente con ayuda de James. Acomodó su mochila en su asiento favorito, junto a la ventana, el cual resultaba muy cómodo si quería dormir después de una luna llena, y bajó de nuevo del tren. Mientras caminaba por el andén, intentando reconocer las dos despeinadas cabelleras pelinegras de James y Sirius y la rubia de Peter, se topó de frente con una pelirroja. Y por topar, es que casi terminaron los dos en el piso porque ninguno iba viendo hacia dónde estaba caminando.
Remus bajó la mirada mientras que la pelirroja daba unos cuantos pasos hacia atrás para evitar chocar contra él.
—Lo siento, Harper, debería ver por dónde camino —empezó Remus, algo apenado.
—No te preocupes, yo tampoco iba poniendo atención —le aseguró ella con tranquilidad y levantando la mirada para darle una pequeña sonrisa—. ¿Cómo estuvieron tus vacaciones?
—Tan tranquilas como pueden ser en casa de los Potter —mencionó Remus con una risa. Harper asintió, entendiendo.
El grupo que conformaban él y sus amigos, James Potter, Peter Pettigrew y Sirius Black —los Merodeadores— habían adquirido cierta fama entre el alumnado y los profesores, especialmente, por las bromas que hacían alrededor del castillos y los incontables afectados por alguna de ellas. Varios, en más de una ocasión. Sin contar que, hasta el momento, eran los orgullosos poseedores del récord de más castigos en seis meses. Sirius decía que ahora debían buscar el récord de un año. Peter había sugerido porqué no dos.
—Es decir, nada tranquilas —dijo ella y Remus rió.
—¿Qué tal las tuyas?
—Más que nada lo usual, lo pasé con Nix y su familia. —Harper se alzó de hombros—. Pero sí fuimos al concierto de los Rolling Stones. Eso fue divertido.
Antes de que Remus pudiera responder, una familiar voz los interrumpió de espaldas a él.
—¡Lunático! —Los dos voltearon a ver en la dirección del pelinegro de anteojos cuadrados que se acercaba a ellos, acompañado de otro pelinegro pero con ojos grises en lugar de avellana, y un chico rubio un poco más bajo que los dos—. ¡Aquí estás! ¿Dónde te habías metido?
